Acta notarial: verdugos y policías

Acta notarial: verdugos y policías

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Doctor Ubrique, me parece que la historia humana ni empieza ni acaba; siempre continúa; no puedo afirmarlo con plena confianza en mis capacidades; en estos temas retorcidos tengo un pobre desempeño y me quedo dando bandazos.

A veces me inclino a creer ciertas “verdades” repetidas; en otras ocasiones cambio de opinión, dudo, o vuelvo atrás.  En fin, no sé bien a que carta quedarme.  Usted explica los complejísimos asuntos de la política así como si tal cosa.  La historia no tiene por que doblar a la izquierda o a la derecha; ni virar en redondo.  Tal vez la historia la haga la gente sin saber adonde va.  Oí decir a un abogado de Santo Domingo mientras escuchaba música en “La Trova”: “el hombre hace la historia pero no sabe la historia que hace”.  Además, doctor, si la historia virara en redondo estaría, en todo momento, en el mismo sitio. Pero no es la misma cosa Gerardo Machado o Fulgencio Batista que el Comandante Fidel Castro. 

– Menocal, yo no digo que la historia sea exactamente así; o que se desarrolle de este o aquel modo.  Digo solamente que Marguerite de Bertrand llegó a creer que los acontecimientos sociales tenían movimientos circulares.  Pero me atrevo a sugerir que los verdugos son parecidos en todos los países; que la intolerancia no es asunto exclusivo de gobiernos fascistas y dictadores militares.  He visto abusos terribles cometidos en nombre de doctrinas que los estudiantes húngaros consideraban respetables. 

 En cualquier régimen la quintaesencia de la autoridad es la policía.  Los expertos en derecho constitucional replicarán enseguida que eso no es cierto; y harán explicaciones fundadas en Platón o en Rousseau; aducirán argumentos extraídos de “Papeles del Federalista”.  Muchas constituciones modernas establecen rígidamente la forma legal de sucesión en el poder. Algunas señalan como sucesor al magistrado que presida la Suprema Corte de Justicia.  Otras asignan a las cámaras legislativas la misión de escoger los gobernantes en ciertas situaciones especiales.  Todo esto, concluyen, es democrático y no tiene nada que ver con la policía.

–  ¿Pero, que ocurre en realidad?  Cuando Stalin falleció, la dirección del Estado la asumió de hecho Laurenti Beria, jefe de la policía secreta.  Creo que Nikita Kruschev fue desalojado del poder sin muchas “contemplaciones” de orden constitucional.  Argüirán  entonces que Kruschev “dimitió”.  Algo semejante ocurrió al salir Brezhnev del escenario político: lo sustituyó Yuri Andropov, otro policía, entonces jefe de la KGB.  Quiere decir que la política, en general, “padece” de atrocidades, intolerancias e inclemencias, no importa el tipo de régimen social de que se trate.  Discúlpeme por esta parrafada tan larga que le aleja de su trabajo habitual en la notaria.  La culpa debemos echarla al legajo que usted sacó de la caja fuerte. 

– Doctor, nuestros compañeros acaban de llegar.  Seguramente no sabían que usted estaba conmigo y creyeron que hablaba con algún cliente.  Dihigo y Valdivieso aparecieron en la puerta con aire de satisfacción.          

 – Doctor, hemos conseguido algunos informes acerca del chacal de Oriente que no concuerdan con lo que le han contado a usted.  Valdivieso tenía en las manos una hoja de papel con anotaciones.  – Ver  usted doctor; nos han dicho en las oficinas de la municipalidad que Ascanio Ortiz secuestró una monja y la llevó a la casa “para tenerla como mujer”. 

Una funcionaria afirma que “aún se levanta la casa en que vivió”, aquí, en Santiago.  Nos explicó que “el chacal de Oriente fue arrastrado por las calles de Santiago como lo hicieron con Mussolini” en Italia.  Si esto fuera así ¿cómo podría haber ido a Alemania y luego a Santo Domingo?. Parece que hubo un escritor de Santiago, ya fallecido, que publicó una novela basada en la vida de Ascanio Ortiz.

– Es posible que en Santo Domingo confundieran al hijo con el padre; ambos llevaban el mismo nombre.  ¿Por qué‚ dicen que Ascanio Ortiz sirvió a Trujillo?  Cuando haga el trabajo en la República Dominicana todo eso quedar  en claro.  He referido a Menocal la enmienda de otro error; la fecha del viaje de Marguerite de Bertrand a San Petersburgo.  Pero estas precisiones ni siquiera son necesarias.  No son más que detalles en la vida de individuos convertidos en “personajes” por efecto de la narración o de la pesquisa documental.  Lo que importa destacar es el tono de las vidas de millones de personas que fueron atormentadas por asesinos a sueldo de unos tiranos; y es aun más importante preguntarse: ¿contribuimos con nuestras actitudes mentales a enrarecer la atmósfera social de nuestros respectivos países?  ¿Por qué permitimos que levanten alrededor de nosotros una cerca de alambres de púas?  Durante los últimos setenta años hemos repetido como papagayos unos conceptos políticos acuñados en el siglo XIX.  Lo que en sus orígenes fue un saber, un instrumento útil para entender la realidad, se ha ido convirtiendo en mera terminología.  Santiago de Cuba, 1993.

henriquezcaolo@hotmail.com

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