Actitud hacia becarios y profesionales emergentes debe cambiar

Actitud hacia becarios y profesionales emergentes debe cambiar

Lorenzo Encarnación

En un reportaje publicado en El Caribe en junio de este año, firmado por Natali Faxas, se abordaron las limitaciones, que a consideración de un par de reconocidos periodistas, presentan los egresados de la carrera de comunicación de las instituciones universitarias dominicanas que imparten estos estudios.

El análisis en el que reflexionan Nicanor Leyba  y Adalberto Grullón se plantea que el producto saliente resulta deficitario en el contexto de las competencias demandadas por las agitadas redacciones, lo que dificulta la inserción laboral de los egresados de periodismo, en un ámbito ya saturado y con posibilidades de empleabilidad bajas.

Sin embargo, el abordaje de la profesionalización del periodismo, no se limita a la falta de oferta de recursos humanos capacitados desde donde los medios puedan abastecerse.

Por igual, resulta poco ágil reducir esta cuestión a un asunto de interés generacional: el tradicional absurdo de descalificar a los profesionales emergentes  por ser jóvenes y por  carecer de “suficiente experiencia” (obvio), sin que previo a este conjuro medie una oportunidad que permita testear otras posibles significatividades, como el ímpetu de aprender y el interés por generar aportes desde puntos de vista menos fatigados. Ofrecer oportunidad a los nuevos, no debería entenderse como un acto facultativo extremo, casi piadoso.

En Estados Unidos, por citar el ejemplo en que tanto nos miramos, pero del que tenemos resistencia para sustraer ejercicios didácticos importantes, existe una cultura en torno a las prácticas y su carácter formativo, promovida desde la sinergia fundamental entre la universidad y la empresa.

Las prácticas o pasantías  equivalen a inaugurar el contacto del becario con la “vida real”, con ese estar al frente de su actividad profesional futura, pero también, aportan rentabilidad a la cuenta de la imagen de la empresa, agregando valor a su capítulo de responsabilidad social y coherenciando esfuerzos como la innovación, donde el punto de vista universitario puede resultar insubestimable.

Sin obviar aquí, algunas situaciones cuestionables, asociadas a jornadas excesivas y a otros asuntos reivindicativos, que los ejecutivos norteamericanos no conciben como controversias definitivas, pero tampoco limitativas para el acceso a estas oportunidades, sino que se les confiere trascendencia circunstancial, privilegiando una dinámica que tendrá como producto lo que a todos beneficia e importa: generar nuevos aprendizajes.

Parece haber una convenialidad, en cuanto al impacto de las TIC y cómo han replanteado el acceso a nuevas formas y fuentes de conocimientos, cuya totalidad y conjunto, excede las aulas universitarias. Pues una de las propiedades del conocimiento del XXI, es la escalabilidad a varios ambientes, resultando claro que la empresa es y será uno de ellos.

Sólo se necesita abrir más puertas para que quienes lo necesiten, acudan al trasformador encuentro con las destrezas profesionalizantes externas a la academia.

**Lorenzo Encarnación es profesor de comunicación y analista de medios

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