Actividad acelerada de las autoridades

Actividad acelerada de las autoridades

La opinión pública debe mostrarse disgustada y alarmada, cuando ocurren hechos que afectan la paz y la normalidad de las actividades, al ver  cómo las autoridades, con la celeridad de un relámpago, emprenden acciones correctivas que desafortunadamente languidecen en lo que se dice berenjena.

 No ha habido acción emprendida vertiginosamente por las autoridades para atender alguna denuncia, en especial las que provienen de nuestro cardenal,  que dure en el tiempo más de un mes después de ser implementada. La misma decae por falta de interés o falta de recursos, en especial el combustible para mover los vehículos oficiales. El combustible es mendigado a los mismos transeúntes que son detenidos para fines de inspección.

 Si es una población que se ve ahogada por los delincuentes, inician despliegues masivos de fuerzas policiales y militares, que no duran más de 15 días para ser descontinuados o llevados a un nivel de ejecución a paso de hicotea. Por igual los operativos para atrapar a los asaltantes de los aeropuertos son frecuentes y llevados con mucho ruido y pocos resultados a cuenta de que los sin ley o policías atracadores se amedrentan cuando los efectivos policiales inundan las carreteras para prevenir los asaltos.

Los operativos para parar el robo de metales son incontables y terminan por cansancio y los delincuentes metaleros que recobran su libertad con pasmosa celeridad y se pregona un nuevo renglón exportador para orgullo de la CEI-RD.

El repentismo de las autoridades para actuar con celeridad sorprende  también por la contundencia de las declaraciones de los funcionarios competentes, que empujados por la opinión pública, se muestran como dechados de eficiencia y capaces de resolver cualquier malestar que afecte a la colectividad.

 Es lamentable que las autoridades sean tan ineptas para proporcionarle algo de lo que reclama la población en cuanto a seguridad ciudadana para   protegerse de los antisociales, sino también de los malos servicios que se reciben a nivel de  educación,  salud, carreteras y calles en mal estado. Y aquí ocurre lo mismo cuando las autoridades emprenden acelerados operativos de mantenimiento para acallar protestas y así vemos calles reparadas con asfalto que solo duran hasta que  lleguen los primeros aguaceros.

 El imperativo de los funcionarios por aparentar eficiencia solo dura lo que el interés de la opinión pública le dispense, ya que el escándalo de hoy sepulta el de ayer y  así las autoridades tienen un respiro  hasta que llegue el nuevo reclamo del cardenal o de otro obispo, o las fuerzas vivas de las comunidades se enardezcan  y se lancen a protestar, tal como lo sabe hacer muy bien el Falpo para reclamar atención a sus necesidades, las cuales la mayoría de las veces son promesas de pronta solución y la burla oficial queda pasmada en el desprecio para acudir a cumplirlas, marginando a las comunidades que no tienen dolientes.

Y ahora, en los finales de la presente administración, el país está observando con curiosidad y preocupación un repentismo inusual de las autoridades para aprobar préstamos, para darle inicio a obras que archivadas  esperaban otras oportunidades y desesperadamente quieren abrumar a la futura administración peledeísta, que si descuida, no tendrá ningún proyecto ni recursos para darle forma a su gestión. Hasta es probable que con poca cosa tendrían a nivel de algunas de las capitales europeas una voz interlocutora de mayor rango que la del jefe del Estado.

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