Actuemos con rapidez o nos devora la fiera

Actuemos con rapidez o nos devora la fiera

La situación que se ha venido creando luego de las elecciones generales demanda la rápida intervención de los sectores que pueden pensar con la frente fría en estos momentos, porque la crisis generada está por desbordar las capacidades de la Junta Central Electoral, sin importar que tenga a mano todos los instrumentos legales habidos y por haber para enfrentar lo surgido.
Esta crisis – orquestada o imprevista – ha sentado las bases para invalidar los poderes de la JCE. Un movimiento simultáneo a nivel nacional – justificado o no – está creando las condiciones para que el organismo electoral luzca rodeado de la mayor desconfianza, de modo que cuando tome decisiones definitivas una gran cantidad de ciudadanos las rechace.
Por eso es aconsejable que todo el que tenga dos dedos de frente se movilice en pro de un entendimiento colectivo. Las iglesias de todas las denominaciones, los grupos empresariales, las organizaciones profesionales, asociaciones, etc., que gozan de credibilidad, tienen que actuar ya. Es imperativo. Y no es publicar comunicados, ir a programas de tv o radio. No. Es tomar el toro por los cuernos y acudir a un encuentro donde sea invitada la JCE y los representantes legales de los partidos políticos, asociaciones empresariales, y demás que tengan un peso específico moral significativo.
La crisis surge de la manera como se ha viciado ya todo el proceso en numerosas demarcaciones, de modo que casi no vale confrontar las actas, contar los votos o dar de nuevo todos los pasos legales normales establecidos. Parece que nadie quiere entender y no hay forma de ponerse de acuerdo, porque nadie confía en nadie. Así no se puede llegar a ninguna parte.
Les conviene a todos una cumbre real, donde se establezcan de manera taxativa los pasos a seguir. Los que ganaron robustecerían su triunfo, los que perdieron quedarían convencidos de que no hay de otra y los casos que no están claros se aclararían. Hemos llegado a un punto peligroso de un atolladero que ha surgido involuntariamente o que mentalidades inteligentes torcidas han creado, para viciarlo todo y pescar en mar revuelto.
Conviene al país, a todos los dominicanos, principalmente a quienes parece haberles favorecido ampliamente la voluntad popular, porque se están quedando sin el instrumento que valide la decisión mayoritaria expresada en las urnas. Además, conociéndonos como nos conocemos, escaparíamos a las consecuencias de las trapisondas comunes, que aparentemente son las que están gravitando en esta crisis que nadie puede negar.
Entendemos que los acontecimientos, al parecer, han desbordado las capacidades del presidente, del pleno y de toda la JCE. Hay que acudir en auxilio de ellos, pues se están quedando solos y divididos. Muchas cosas anteriores a las elecciones y las de ahora – creadas quizás por quienes se sabían perdedores y/o por la tozudez de otros – hacen necesario que ahora actúe una sociedad civil realmente interesada en los mejores intereses de la patria.
Desde luego que ya se sabe que el presidente Danilo Medina ganó las elecciones presidenciales. De eso no hay dudas. Lo que motiva la crisis y es en lo que hay que trabajar, es todo el escarceo en torno a las elecciones a nivel congresual y municipal. Se ha entretejido un ovillo cuya punta no aparece y tienen que surgir, salir de su letargo, las personas e instituciones y organismos con fuerza moral e inteligencia para encontrar esa punta y detener esta confrontación verbal fratricida, que no sabemos a dónde nos puede llevar.
Tímidamente se ha incendiado un vehículo, un local de la JCE, han muerto seis dominicanos, se quema gomas en uno que otro lugar y va creciendo como una espiral un malestar colectivo, surgido de un reclamo que, sea o no verdadero, hay que buscarle la vuelta para satisfacerlo si es justo o detenerlo si es creado por mentalidades aviesas.
Hay que evitar involucrar a los militares y policías en la tarea de sofocar los desórdenes callejeros. Hay sectores como el narcotráfico y los dedicados a otras actividades criminales, que tienen mucho dinero y pueden aprovecharnos desprevenidos para crear situaciones jamás sospechadas, y las cuales habría que enfrentar a un costo también insospechado. Pensemos, pues aún estamos a tiempo. Animo a los guías espirituales del país, a los evangélicos, católicos, adventistas, pentecostés, a dar el primer paso.

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