Acueductos

Acueductos

No es un secreto que nadie sabe, a ciencia cierta, en las ciudades dominicanas, qué cantidad de agua potable se consume por persona, cuánta se pierde, cuánta usa la industria, la agricultura y avicultura.

Puesto que el agua es vida, por tanto preciada, ciudades preocupadas por sus recursos hídricos, se interesan en medir el caudal de agua que derivan de las distintas fuentes y la que cobran al consumidor, de esa forma, calculan la eficiencia de sus respectivos acueductos y obtienen la primera sospecha de las pérdidas en la red, luego las detectan y reparan. Para que este proceso sirva, las mediciones deben ser razonablemente precisas.

A falta de mediciones confiables, cualquiera opina lo que son las pérdidas en tal o cual ciudad. Cada uno tiene su “número o por ciento”, lo que es igual a nada. El número del BID, de la FAO, de la CAASD, de INAPA, el de Pedro o Juan.

La falta de mediciones implica que tampoco se conoce el número de consumidores, sólo sabemos cuántos contratos hay, por cierto, un número minúsculo comparado con la población de Santo Domingo. Y como sólo hay medidores en los lugares donde, al parecer, al funcionario de turno alguien le cayó mal, hay torres muy grandes pagando unos pocos cientos de pesos, mientras otras más pequeñas, pagan miles de pesos y no reciben agua.

En razón de que los acueductos son deficientes, no mantienen el abastecimiento constante, por supuesto tampoco la presión, entonces surgieron las cisternas con sus bombas y válvulas que supuestamente cierran cuando aquéllas están llenas. Si las cisternas están vacías las válvulas se abren, en consecuencia, como no hay agua en las tuberías entra aire en ellas y se distribuye en la red. Cuando vuelve el agua, empuja el aire que pasa por el contador y sale. Hace unos años señalé esta situación y un reconocido ingeniero sanitario, a la sazón director de la CAASD, se rasgó las vestiduras, juró y perjuró que la red no tenía aire; peor para él y la ciudad, porque si el problema no se reconoce, nunca se empezará a resolver.

Muchos ingenieros sanitarios dominicanos tienen la idea de que una vez colocadas las tuberías de una red, hayan sido probadas hidrostáticamente o no, permanecerán efectivas y eficientes infinitamente. Los invito a que revisen la literatura internacional, en la cual podrán encontrar estudios muy serios que demuestran que al cabo de veinte años, el agua que pierde la mayoría de las tuberías hace necesaria su sustitución. Naturalmente, en las ciudades donde se monitorean las fugas, el recambio puede ser antes o después.

Las tuberías de los acueductos dominicanos se llenan de sedimentos, arena, piedras, basura, incluyendo zapatos viejos y hasta pelotas de voleibol, si su diámetro lo permite. Esta materia extraña que encontramos dentro de las tuberías de agua potable, es el fruto de la mala ubicación de las tomas de agua en los ríos, de las roturas que causan parroquianos buscando el preciado líquido y de la falta de limpieza de las tuberías. Algunas tomas de donde se bombea agua, los álabes de los equipos se destrozan por el efecto desgastador de la arena y gravilla que se deriva.

Se precisa un plan integral, para que de forma metódica y continua se dispongan los diámetros en concordancia con las nuevas demandas, reparando sector por sector de las ciudades. Se adecuen, dotándolos de los elementos que permitan medir la entrada de agua al sector, la salida en ventas, se balanceen las presiones, se agreguen tanques de pico, ventosas, hidrantes, se extiendan las redes, etc. En fin, convertir los abastecimientos en eficaces y eficientes.

El agua es muy valiosa, mucho más la potable, para seguir malgastándola, agregando nuevas fuentes para fugas, como a un barril agujereado. Actualmente, para el gran Santo Domingo, se trae agua de los siguientes ríos: Nizao, Haina y afluentes, Isabela, Ozama, subterránea de los pozos del Este, subterránea (cada cual) del mismo centro de la ciudad y aun así no llega adecuadamente. Ahora se habla de traer de la presa de Hatillo, sospecho que luego se agregarán el Yuna, los Yaques y quién sabe cuáles otros después que agotemos las fuentes relativamente “cercanas”.

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