La República Dominicana y Puerto Rico han reactivado su histórica relación de amistad y cooperación mutua mediante once acuerdos suscritos ayer, en ceremonia encabezada por el Presidente Danilo Medina y el gobernador Alejandro García Padilla. Ambos mandatarios anticipan que estos acuerdos producirán un giro histórico en los viejos vínculos entre dominicanos y puertorriqueños, con consecuencias trascendentales para ambos estados y sus habitantes.

Históricamente, dominicanos y puertorriqueños han asumido en común una relación de cooperación mutua en materia comercial, cultural y migratoria. Las migraciones recíprocas han estado impulsadas y regidas por las condiciones sociales y económicas predominantes, de modo que tanto la mano de obra puertorriqueña ha emigrado hacia la República Dominicana como la dominicana ha buscado realizar su sueño en tierra puertorriqueña.

Con los acuerdos suscritos ayer, los términos de la cooperación mutua se enfocan de manera más formal hacia la complementariedad industrial para la exportación, educación, seguridad ciudadana, migración, empleo, bienestar social, mitigación de desastres y otros aspectos de alto interés para los dos estados. Es una forma de materializar para provecho mutuo el sueño común de Juan Bosch y Eugenio María de Hostos.

LEY DE PARTIDOS: ¿SERÁ ESTA VEZ?

El hecho de que durante más de un decenio no haya sido posible aprobar una ley de partidos puede deberse a una de estas dos causas: falta de voluntad política para asumir la responsabilidad cívica de atender esa necesidad, o voluntad política radicalmente opuesta a la idea de una fiscalización del libertino modus operandi de estas organizaciones. Más que la falta de consenso que en todo ese tiempo han puesto como pretexto legisladores de todas las banderías, lo que se desprende de la actitud es un firme consenso por el “no” a admitir regulaciones más profundas que las actuales.

El 27 de febrero empieza la primera legislatura ordinaria del Congreso. El 2015 es año pre electoral. No sería descabellado prever que persista el consenso por el “no”. ¿O acaso esta vez cambiará la tendencia? Ahí está el reto.