Cada vez que falla la electricidad, los venezolanos saben que han perdido mucho más que la luz en las bombillas, pues también se apagan los servicios de telefonía, la conexión a internet, el bombeo de agua potable y otro cúmulo de aspectos que cuando funcionan hacen la vida más fácil.
Desde que los apagones venezolanos, frecuentes desde hace años en regiones lejanas de Caracas, se volvieron todavía más seguidos y prolongados, el país petrolero ha perdido unos 500 millones de dólares cada día que el Gobierno ha suspendido actividades laborales, según estimaciones del Parlamento.
Pero más allá del dinero, hay ítems trastocados por la crisis eléctrica que comenzó el 7 de marzo-
– Agua
Aunque la mayoría de los venezolanos no cuentan con agua corriente todos los días, las tuberías pasan de húmedas a secas cuando surge un apagón y es imposible encender las bombas que disparan el líquido hacia las comunidades.
Millones de venezolanos acuden a ríos y manantiales para obtener unos litros de agua que les permitan asearse o limpiar sus casas, mientras otros aprovechan las escasas precipitaciones para llenar recipientes.
Tras los apagones de las últimas semanas, el Gobierno ha habilitado puntos de distribución de agua y cisternas, una opción que algunos ciudadanos pagan de sus propios bolsillos con precios que en ocasiones superan los 200 dólares.
– Internet
Casi la totalidad de los venezolanos usa proveedores locales de internet, cuyos soportes colapsan con los apagones, que pueden durar 24, 48 o más de 72 horas.
Organizaciones no oficiales estiman que desde el 7 de marzo al menos en unas cinco oportunidades el 90 % de los internautas venezolanos se ha quedado sin conexión por los cortes eléctricos.
Sin éxito asegurado, los ciudadanos se trasladan hasta puntos específicos de las ciudades donde es más probable recibir señal, aunque sea débil, que les permita usar redes sociales o comunicarse a través de Whatsapp.
– Telefonía
Una vez que se interrumpe el fluido de energía se hace cuesta arriba realizar una llamada telefónica. Los dispositivos residenciales conservan por algunas horas su funcionamiento solo para llamadas de corta distancia.
El funcionamiento de los móviles para estos fines es casi nulo y la escasa suerte dependerá de la zona en que se encuentren y el tiempo que duren las baterías.
– Transporte
Con miles de autobuses paralizados por la falta de repuestos, los pocos colectivos que operan van abarrotados, mientras la mayoría se ve obligada a caminar varios kilómetros en medio de los cortes intempestivos de luz. Quienes cuentan con vehículo propio pasan horas en las pocas gasolineras que quedan operativas. En el caso de Caracas, el servicio subterráneo de Metro se cierra, por lo que cientos de miles de personas que lo usan diariamente suben a la superficie y el colapso es más visible.
– Alimentos
En un país donde escasean productos para el consumo, y los que se consiguen son muy caros para la mayoría, perder un kilo de carne por falta de refrigeración es motivo de preocupación.
Son numerosas las denuncias de personas en toda Venezuela que aseguran haber perdido alimentos que se descompusieron tras varios días sin electricidad.
– Movilidad financiera
Con los apagones las entidades bancarias cierran, los cajeros automáticos quedan inoperativos, los datáfonos generalmente colapsan y sin acceso a internet la banca en línea también se paraliza.
Venezuela registra escasez de dinero físico desde hace años, por lo que esta alternativa está descartada y solo sirve para los pocos que cuentan con algunos billetes, locales o extranjeros.
– Educación
Desde el 7 de marzo, los estudiantes han dejado de recibir clases al menos 11 días por dictamen del Gobierno y otros más por causa de apagones en sus comunidades, falta de agua, de transporte o cualquier otro problema de la crisis.
– Salud
Las fallas que presenta el sistema de salud, como la escasez de medicamentos, se acentúan con los apagones, que hacen cesar las consultas médicas o cirugías electivas y afectan a áreas críticas como los quirófanos, salas de emergencia o de atención a pacientes crónicos.
Los hospitales se ven especialmente afectados por la falta de agua.
Los enfermos que reciben cuidado en sus hogares y por tanto no son beneficiados por los planes gubernamentales de contingencia deben sortear problemas como la dependencia de una máquina de oxígeno, que requiere electricidad para su funcionamiento.