Adiós a Giacopo, “el exterminador”…

Adiós a Giacopo, “el exterminador”…

En febrero pasado les conté el dilema familiar que constituyó descubrir que Giacopo, el pez Óscar que mi hijo mayor me dejó encargado cuando se fue a vivir a otra ciudad por motivo de sus estudios, es un terrorista que devoró todos los demás peces de nuestra pecera ¡incluida su propia esposa! Este lunes fue un día triste en casa pues Giacopo se ha ido… Creció demasiado y mi hijo, aquí de vacaciones, decidió venderlo o canjearlo por otros especímenes.

Cualquiera pensaría que nada más aburrido o rutinario que cuidar un pececito que se pasa el día nadando en una pecera. Pero quien piense así no conoció a Giacopo ni me leyó en febrero. Siempre tuve curiosidad por el nombre italiano que fue escogido para este pez; la raíz del apelativo es el Jacobo hebreo y significa “aquel que suplanta”.

Claro que un pez no suplantó a mi hijo pero cuidarlo en su ausencia fue una aventura. Debimos de haber previsto lo que Giacopo era capaz, puesto que desde que llegó a casa dio muestras de un canibalismo tremendo, al punto de comerse primero a todos los demás pececillos con excepción de su compañera y de un limpia-fondo negro cuyas espinas dorsales le daban un aspecto satánico terrible.

Pero luego ¡Giacopo se comió a su esposa! La devoró de una manera terrible pues necesitó varios días para engullirla toda. Después cometió la increíble hazaña de cenarse a una babosa rompiendo su concha no sé cómo.

Por un par de años Giacopo olvidó su parecido con Hánnibal Lecter y vivió en paz, hasta que en febrero ocurrió algo tan terrible que habíamos preferido ni pensarlo: ¡Giacopo se almorzó al limpia-fondo!

Hubo reacciones horrorosas. Una persona sugirió tirarlo por el inodoro. Otra dejarlo morir de hambre. Un amigo aportó la idea de congelarlo vivo y otro de pescarlo con un anzuelo. Tanta saña me intimidó y Giacopo pasó cuatro días sin recibir alimento.

El quinto día reaccioné en contra de casi todos los demás en casa y dije: “Somos estúpidos atribuyéndole sentimientos humanos a Giacopo, algo parecido a quienes le atribuyen defectos humanos, como la vanidad, a Dios…”. Los peces Óscar  reconocen a sus dueños, son muy territoriales y agresivos. Ayer quité el letrero en mi estudio que decía “cuidado, ¡pez feroz!”. Pese a ser un “exterminador”, nos hará falta…

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