“Jugó, venció, meó, perdió”. Así inicia el uruguayo Eduardo Galeano su corto sobre Diego Maradona (pag. 232) en su libro “El fútbol a sol y sombra”.
Hace una semana, el pasado miércoles 25 de noviembre, falleció uno de los más grandes futbolistas de la historia, Diego Armando Maradona, genio y figura.
Vimos en vivo por TV el domingo 22 de junio de 1986, cuando Diego Armando Maradona anotó el que es considerado el más grande gol de la historia. Fue en el Mundial de México 1986, en el Estadio Azteca, ante la selección de Inglaterra, en los cuartos de final. Argentina ganaría ese encuentro en camino al título. Antes, en ese encuentro, marcó el gol “con la Mano de Dios”.
Diego, La Pelusa, El 10, fue un maravilloso jugador que paseó su talento por grandes estadios del mundo. Luego de brillar en el Boca Juniors, se fue a Europa, a Barcelona, y de ahí a Nápoles, donde logró sus únicos dos títulos de liga, una Copa Italia, una Copa de la UEFA y una Supercopa de Italia. Hoy sigue siendo un gran ídolo en esa ciudad.
Se fue de Italia, y del fútbol, y regresó para el Mundial de Estados Unidos 1994, donde brillaba, pero “…meó, perdió”. Fue suspendido y “me cortaron las piernas”, dijo.
Sobre esta suspensión, en su libro Galeano dice que “…juzgarlo era fácil, y era fácil condenarlo, …Maradona venía cometiendo desde hacía años el pecado de ser el mejor, el delito de denunciar a viva voz las cosas que el poder manda a callar y el crimen de jugar con la zurda…”. Lo que hizo en la cancha fue grande, pero fuera fue diferente.
Fueron notorios sus múltiples problemas por la adicción y el alcohol, y con su familia. Diego se marchó siendo el gran ídolo argentino con categoría mundial. Adiós a El 10.