Adiós, don Manuel Antonio

Adiós, don Manuel Antonio

Manuel Antonio Núñez Bourdier alguna vez soñó con trabajar como guardabosques, quizás porque al nacer lo acunaron las montañas que conforman la Cordillera Central, en su Fula, de Sabana del Puerto.
Fue maestro de muchos: ejemplo, para todo su entorno, de valores y aspectos fundamentales como la familia.
Una familia es ese importante grupo de personas, formado especialmente por relaciones de filiación o de pareja, al cual, según un diccionario, como grupo de personas que viven juntas, que incluyen parentesco y convivencia.
Don Antonio, como era llamado por su comunidad, desarrolló un significativo liderazgo familiar. Hizo de la unión familiar, una bandera.
Otro pilar en la vida de Antonio fue la amistad. Verdadero devoto de la amistad; la aplicó primero en la familia, y la extendió a los demás. La disfrutaba como forma de vida.
La solidaridad es otra enseñanza que queda a los que sobreviven a este buen hombre, de gran sabiduría. Antonio ayudaba no solo a sus hijos, sino también al prójimo: profunda vocación de servicio.
Cuando de admirar y buscar la libertad se trató, dio ejemplo de innegociable respeto por ella, sin tomar en cuenta condición religiosa, ideológica o social.
El trabajo fue su hoja de ruta, no lo vio solo como la forma natural de sobrevivir, sino, como escuela de conducta moral y ética. Tan temprano en su vida inició su carrera como trabajador, contaba él mismo, que hubo de construírsele una banqueta, a base de huacales de refrescos, para que así pudiese lograr estatura suficiente para alcanzar un mostrador.
Fue el primer presidente de la Asociación de Comerciantes Mayoristas de Bonao, y uno de los fundadores de la Federación Dominicana de Comerciantes, así como del Banco del Comercio.
Entusiasta de los Cursillos de Cristiandad. Fue tesorero del Club Rotario, y resaltaba el lema de la entidad: “Dar de sí antes de pensar en sí”.
Apoyó las causas sociales y los proyectos de desarrollo de la provincia.
Formó parte del Patronato que fundó el Colegio San Pablo, el Hogar de Ancianos, ambos de la Congregación Franciscana.
Colaboró con el desarrollo de los clubes socio-deportivo y culturales, de Amas de Casa e impulsó jornadas de conciencia cívica entregándoles a esas entidades banderas dominicanas.
Fue abanderado de causas nobles, patrióticas y reivindicativas de la sociedad, como las de los trabajadores de la empresa minera Falconbridge, con sus luchas por la libertad, la democracia y el progreso.
El amor en la vida de Manuel Antonio Núñez Bourdier tuvo una trascendencia y un sentido que la completaba. Lo prodigó a la familia, amigos y desconocidos. Además, el amor de su vida tuvo nombre de mujer, y duró hasta que sus ojos se cerraron… tal vez aun siga, en algún lugar del universo: Ramona Polanco. Los hijos de Antonio, la llaman mamá.
El 28 de mayo de 1949, Manuel Antonio contrae matrimonio con la joven Ramona Polanco Robles; fruto de esa unión nacieron sus hijos: Modesto, Diómedes, Domingo, Félix, Miguel, José y Carmen.
Hombre honesto, coherente, de gran sensibilidad. Como ser humano, fue buen hijo, buen hermano, buen esposo, buen amigo, padre ejemplar. Así lo define el poeta, periodista e investigador Juan José Ayuso: “Muchos jóvenes dominicanos quisieran tener un padre como Manuel Antonio Núñez Bourdier. (…) Este padre ha medido hasta la última pulgada de su capacidad para transmitirla a sus hijos y que éstos la transmitan a los suyos”. (El Nacional, 2-10-75).
Como cuenta el Eclesiastés, de Salomón: “todo tiene su tiempo debajo del sol”. Hoy dejamos a Antonio en libertad, esa misma libertad que tanto amó. Ya dijo T. S. Elliot: “El destino del hombre es su aldea”, y ahora ha regresado definitivamente a la tierra que lo vio nacer.
Manuel Antonio era un hombre que se mantenía al día de todo, sumamente informado, seguidor de las ideas y principios de Juan Bosch.
En algún escrito redactado a mano, definió a Modesto, su hijo mayor, como trabajador y emprendedor; de Diómedes dijo: estudia mucho para servirle al país como lo enseñó Juan Bosch. Podría decir, que hasta se envanecía, cuando, en mis viajes a Nueva York, en la casa o en el hospital, él me recordaba que su hijo, el pintor Miguel Núñez, había contribuido a dar a conocer el verdadero y luminoso rostro de Duarte.
Amado don Manuel Antonio Núñez Bourdier, gladiador de mil batallas, manso como paloma… Permaneces en tu Bonao, la patria chica que quisiste tanto, donde descansará tu cuerpo, mas no tus mundos, tus sueños, tu ejemplo, tus visiones de vida.

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