“Adiós mi general”, lloran simpatizantes

<p>“Adiós mi general”, lloran simpatizantes</p>

SANTIAGO (AFP) – Augusto Pinochet seguirá amando a Chile “desde la eternidad”, aseguró el lunes el capellán del Ejército al millar de personas en duelo atiborradas en el vestíbulo de la Escuela Militar en Santiago, donde un sombrío ataúd con los restos del ex dictador dominaba la escena.

Continuará amando a Chile “desde la eternidad, para protegerla contra la cultura de la muerte que combatió durante su gobierno”, exclamó el capellán Iván Wells, en medio del recogimiento y las lágrimas de los asistentes, al iniciar la primera misa tras la muerte de Pinochet.

“Ha querido la Divina Providencia que en el hall central de nuestra Escuela Militar estemos celebrando la santa misa por el capitán general, ex presidente de la República, don Augusto Pinochet Ugarte”, dijo al iniciar la misa.

Asesor espiritual del general, que murió el domingo a los 91 años a una semana de sufrir un infarto cardíaco y un edema pulmonar, el sacerdote castrense definió a Pinochet como “un oficial que entregó toda su existencia por servir a la patria”.

En el amplio vestíbulo de la Escuela, la viuda, los cinco hijos y los nietos del ex dictador encabezaban la audiencia, integrada además por el comandante en jefe del Ejército Óscar Izurieta y también por parlamentarios de los dos partidos de la derecha opositora que apoyaron la dictadura militar (1973-1990).

Ubicado justo al medio del salón, el sobrio ataúd con los restos de Pinochet lucía cubierto con una bandera chilena, sobre la que reposaban la guerrera, la gorra y la espada que constituyen su uniforme de gala. Alrededor del féretro, custodiado por una guardia de honor de cuatro cadetes que rotaban cada una hora, miles de seguidores de Pinochet caminaron y se persignaron, dando el último adiós a su “querido general”.

Afuera de la Escuela, alrededor de cinco mil adherentes – en su mayoría mujeres – esperaban su turno para despedir al ex dictador. Guardándose del sol con sombrillas y tratando de calmar la sed con tibias botellas de agua, la muchedumbre lucía firme junto a las rejas que rodean la escuela.

Rubén Mora, que agitaba una bandera chilena, aseguró a la AFP que acudió a dar las gracias a Pinochet por “habernos salvado de las condiciones en que nos dejó (el presidente socialista Salvador) Allende”. Detrás de él, una anciana exclamaba que el ex dictador, que derrocó a Allende con el golpe de Estado de 1973, “fue el mejor presidente que tuvo Chile”.

“¡Muestre, muestre al mundo que Pinochet no murió solo. Estamos con él!”, exhortó otra mujer. En otro lado del amplio recinto, ubicado al este de Santiago, dos gruesos libros de condolencias recibían los mensajes póstumos.

“Mi general, usted me abrió sus brazos cuando necesité ayuda. Hoy vine a darle la despedida no para siempre, porque nos volveremos a encontrar”, escribió una mujer.

En nombre de una familia, otro mensaje comparaba a Pinochet con Dios: “Él liberó al mundo; usted liberó a Chile”.

Otros, daban las gracias por evitar que Chile se haya transformado “en una segunda Cuba”. “Usted es parte de la Historia”, apuntó otra.

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