ADN: Averiguando De Niños

ADN: Averiguando De Niños

POR  DOMINGO ABRÉU COLLADO
El ADN, como ya sabemos, científicamente es el ácido que nos permite averiguar de quién es el niño. Por eso se llama ADN, que significa “Averiguando De Niños”. Algunas personas poco instruidas y mal intencionadas le dicen también Acido Desoxirribonucleico, como para desordenar, para enredar el asunto de saber quiénes son los padres de determinados niños y niñas, con madres, pero de padres dudosos.

Pero por suerte, ya en la República Dominicana se maneja el dichoso ácido. Por lo que el corre-corre que se ha armado por carreteras y calles, originando tapones por todas partes, no ha tenido otra causa que el hecho de haberse descubierto que el 50% (óigase bien: el cincuenta por ciento) de los hombres que han solicitado examen de ADN de sus hijos, han descubierto que no eran sus padres. Lo que es lo mismo decir que dichos niños no son sus hijos.

Imagínense ustedes qué lío ahora. Porque todas esas madres de niños rubios con padres prietos; y niñas prietas de padres rubios; y niños “indios” de padres “jabaos”, y niñas mulaticas de padres alemanes, italianos, franceses, belgas, euroetcétera, euroetcétera; tienen “en un hilo” el argumento aquel de que el bisabuelo de su madre era español, o que a la madre de su tatarabuela la trajo un pirata que se la robó de un principado en Dublín.

Ahora, los padres en duda están haciendo largas colas averiguando el asunto de si sus vástagos (y vástagas) son en realidad suyos, o del antiguo novio de la muchacha… -”Sí, ese mismo. El que me presentaste como tu primo el día que vine de Frankfurt”-.

Pues el ambiente nacional se ha ido caldeando poco a poco. Incluso hay gente que opina que lo del 50 por ciento es “un redondeo”, para no decir que el asunto ya va por el 59%, y con una proyección impublicable.

Una cantidad impresionante de padres cuyos hijos presentaron “nacimiento tardío”, es decir, que los hijos nacieron en Europa luego de 11 meses de embarazo de sus mujeres, están pensando en averiguar si es verdad la información que recibieron de sus esposas, de que el “konflé” que se come en Europa puede ocasionar esos embarazos prolongados.

Igualmente, otra cantidad similar de hombres está investigando si es verdad que el “stress” con que vienen sus mujeres desde España las hace dar a luz aquí bebés totalmente desarrollados a los 6 meses del embarazo concebido aquí también. E investigan también la razón de un “stress” tan largo… 6 meses…

La cosa es que de la noche a la mañana, por necesidad y con mucho nerviosismo, los dominicanos se están volviendo especialistas en el manejo de la información sobre el ADN. Creo que por otro lado habrá que iniciar en todo el país cursos acelerados de recomposición familiar, pues no tarda en explotar la cambiadera de muchachos:

– “Esos dos son tuyos y el prietico ese es que es mío”.-

– “Llévate la indiecita y mándame a buscar al que dejaste en la capital, que yo sabía que era mi sangre”-

– “Dile que lo venga a buscar, que ya ta’ bueno de mantenérselo por tres años”-.

– “Déjame la rubita y llévale a él estos dos carpetosos, que no se me parecen en nada”-.

Y así pinta la cosa.

A San Juan se llega como quiera

Para ir a San Juan de la Maguana basta con coger carretera, simplemente. Puede hacerlo a pie, en forma de peregrinaje, pues mucha gente lo hace para llegar hasta donde nació Olivorio Mateo, también conocido como Papá Liborio.

Puede irse en bicicleta, como lo hacen los «gomas anchas», un grupo de ciclistas que no saben en qué gastar los cuartos y pagan hasta 7 mil pesos por un sillín especial «nargonómico».

Puede irse en su carro, en tranquilidad, pues la carretera está buena, aunque por la noche debe ir despacio, por la falta de líneas de carriles y ojitos de gato. Y tener mucho cuidado al pasar por los pueblos pequeños, como Guanito, Sabana Alta y otros más pequeños todavía, porque la gente se junta como insectos bajo la luz de los postes y ocupan buena parte de la carretera.

Puede irse en autobús, que viene a ser más económico que irse en auto propio, por el asunto aquel de la carestía de la gasolina. A propósito, ya se está diseñando un concurso en el cual si usted asegura que solamente comprará la gasolina en determinada bomba, ellos le regalan el carro.

Puede irse en minibús, de esos en el que todo el mundo va sentado y con aire acondicionado. El único inconveniente es que está obligado a oír la «música» que le gusta al chofer, desde que se sube hasta que llega a San Juan.

Puede irse en voladora, siempre y cuando usted le tenga asco a la vida y hasta pague por ponerla en riesgo.  Y finalmente, como puede verlo en la foto, puede pagar solamente la mitad y arriesgar la vida entera. De todas formas llegará a San Juan, porque en ningún otro lado por ahí tienen una morgue.

Indicadores de pobreza

De mi primer viaje a San José de las Matas tengo varios recuerdos, cual de ellos más hermoso. Apenas tenía unos diez u once años, pero ya para esa edad había comido suficiente arroz blanco hecho en casa como para diferenciar el sabor del arroz cocido con carbón (o gas), del arroz cocido con leña. Pero diferenciar también –y he ahí uno de los gratos recuerdos- el arroz cocido con leña de guayaba, un sabor que se quedó impreso con mayúsculas en mi memoria culinaria.

Otro recuerdo imborrable: un señor con un enorme carro de frío-frío bajo un enorme árbol, como 20 frascos de espesos «sabores», y uno de ellos, el más espeso y sabroso de todos: crema de leche, algo que ni pueden soñarlo siquiera los niños actuales.

Y el recuerdo que nos viene a cuento a propósito de los burros y la gente de la foto es de cerca de cuarenta burros y caballos «estacionados», debidamente atados talanqueras en ese punto que era la entrada a San José de las Matas.

Pero había una diferencia enorme entre esos animales y estos de la foto. Aquellos eran animales debidamente enjaezados, los caballos con sillas de cuero, algunas relucientes por nuevas, otras opacas por el uso; estribos fuertes y riendas sólidas. Los burros con sillas de guano y árganas del mismo material, sogas saludables y «bocado» adecuado. Pero se les veía bien, no necesariamente nuevos los aperos, pero en muy buen estado.

Pero estos de la foto, con desechos de gomas de carro como sillas, pedazos de plástico y otras basuras no son más que indicadores de pobreza, una pobreza que a cuarenta años de diferencia nos habla de pobreza material, pero de pobreza espiritual también. Decididamente, somos más pobres ahora.

La vergüenza del caballo

Yo imagino la vergüenza que debe estar sintiendo ese caballo, a quien el «amo» o el usuario de ese día le ha colocado una basura plástica como anteojera.

Las anteojeras cumplen la función de evitar que los caballos se espanten por la aparición repentina de una persona, de otro animal o de un vehículo. Normalmente se utilizan dos, una a cada lado de la cabeza, cubriendo parcialmente la visión del animal. Ocasionalmente suele utilizarse solamente una anteojera.

Pero, ¿puede llamársele anteojera a esta basura de plato plástico que le han colocado en el lado derecho de la cabeza? ¿Puede sentirse bien un animal, caracterizado por su nobleza, al que se le colocan desechos como aperos? Y no cualquier desecho. Una basura plástica sobre la que alguien comió y habrá tirado junto con los restos de la comida.

Las anteojeras eran regularmente de fabricación local. Hechas de suela, cocidas a lezna y fuerte hilo encerado, y de una solidez que garantizaba una duración de muchos años. ¿Dónde fueron a parar los talabarteros, aquellos honrados artesanos del cuero y la suela? Cualquiera de ellos que viera a este caballo con un plato plástico desechable colocado como anteojera, lloraría junto al animal su vergüenza y la suya propia, al vivir en un país donde ya estamos llegando al uso de la basura como instrumentos de la cotidianidad.

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