ADN y evidencias históricas

ADN y evidencias históricas

MARCOS D. TRONCOSO LOPEZ-PENHA
Si mi padre licenciado Pedro Troncoso Sánchez viviera aún, en estos momentos estuviera afanando en lo que fue su último objetivo como historiador, esto es, el demostrar que los restos de Colón, tal como fue deseo del Descubridor, reposan en Santo Domingo. Las informaciones que actualmente se están publicando hablan de los nuevos exámenes y análisis de ADN como los que aclararán cuales son los restos reales.

Es sabido que estos análisis son importantísimos para distinguir ciertos rasgos de la persona a quienes los huesos analizados pertenecieron, pero también se sabe que esta prueba no puede considerarse como cien por ciento determinante.

Las últimas informaciones, manejadas por agencias internacionales, dejan a un lado una gran cantidad de indicios y evidencias históricas que confirman y reconfirman que los restos de Colón son los que reposan en Santo Domingo y que considero conveniente recordar, en razón de que los mismos son los que más verazmente respaldan la correcta posición dominicana.

Los datos que a continuación exponemos son un extracto de la conferencia dictada por mi padre el 2 de diciembre de 1986, en el Museo del Hombre Dominicano, titulada «La autenticidad del hallazgo de los restos de Colón».

Hechos:

I.- La Virreina María de Toledo ordena y envía los restos del Cristóbal Colón para ser sepultados en la Catedral de Santo Domingo.

II.- Debido a la sesión de la parte española de la isla a Francia en 1795, los restos de «Cristóbal Colón» fueron exhumados de su tumba en la Catedral de Santo Domingo y solemnemente enviados a La Habana.

El Escribano que levantó el acta de la ceremonia de exhumación, al no encontrar inscripciones que identificarán los restos, expresó por escrito que los mismos eran «de algún difunto». No obstante lo anterior, se estimó que se trataba de Cristóbal Colón y así fue aceptado de manera general.

III.- En 1877, al realizarse trabajos en la Catedral en Santo Domingo, «a 16 centímetros» del nicho del cual se habían exhumado los supuestos restos del Descubridor en 1795, se localizó otro nicho abovedado y mucho mayor que el primero.

Permítanme transcribir unas pocas líneas de este trascendental hecho escritas por el testigo primordial del hallazgo, Jesús María Troncoso Guillén:

«Siguiendo a la única parte que no se había excavado, se descubrió un hoyo, al que aplicando una barreta, ésta se introdujo.

Al ver yo esto, hice que el peón no siguiera abriendo, pues ya se veía un hueco, e inmediatamente le dí conocimiento al Padre Billini, que se encontraba por la puerta mayor, hablando con el ingeniero Jesús María Castillo y otros.

El y los demás, al avisarle, fueron a cerciorarse, y visto que no quedaba duda era una sepultura, me encomendó el Padre Billini le diera participación al señor Arzobispo.

Me trasladé al Palacio Arzobispal y le puse en conocimiento de lo ocurrido y de que el Padre Billini no quería seguir ampliando la abertura de la bóveda mientras Su Señoría no estuviera presente. Así fue que Monseñor Rocco Cochia no perdió tiempo y, acompañado por mí, pasó inmediatamente a la Catedral, donde se encontraban ya Don Marcos Cabral, Ministro de lo Interior, y Don Luis Cambiaso, a quienes el Padre Billini también había mandado a buscar con urgencia.

Reunidos todos en el presbiterio, cerca del lugar en que se excavaba, se le dio orden al peón que siguiera ampliando la abertura. Se quitó una piedra entera y se vio perfectamente era una bóveda, en la que estaba colocada una caja de plomo en dos ladrillos gruesos. Se colocó sobre la meseta del altar, y quitado el polvo que contenía, se pudo leer:

Ilustre y esclarecido varón don Cristóbal Colón

Luego se abrió la caja y se vieron los restos, que aún estaban en su mayor parte enteros».

IV.- El Cónsul de España en Santo Domingo, José Manuel Echeverrí, comprobó el hallazgo y expresó que «aparecieron las inscripciones que la identificaban (la urna) como contentivas de los restos de Colón». Lo cual le causó «honda pena» al comprobar que los restos de Colón no habían sido trasladados a suelo español en 1795.

V.- El Coronel español Sebastián González de la Fuente, de puesto en La Habana, se trasladó a Santo Domingo cumpliendo instrucciones del gobierno de Madrid para que «con la más exquisita imparcialidad» averiguara qué había de «verdad» en lo relativo al hallazgo.

Al final de su reporte, y como confirmación de lo expresado en el cuerpo de su informe, el Coronel González ratificó su convicción de que «los restos hallados en la Catedral de Santo Domingo el 10 de septiembre último son los verdaderos del Gran Almirante, Don Cristóbal Colón».

La reacción del gobierno de Madrid fue sorprendente: Ambos funcionarios fueron destituidos.

VI.- En 1879, a un grupo de peritos italianos (L.T. Belgrano, arqueólogo; A. Gloria, paleógrafo; C. Paoli, paleógrafo; I. Garini, paleógrafo) le fue encargado un estudio cuya conclusión expresa que «se han de tener como verdaderos huesos de Cristóbal Colón los que fueron descubiertos en la Catedral de Santo Domingo el 10 de septiembre de 1877, no los otros que fueron trasladados a La Habana en diciembre de 1795».

VII.- El Rey de España Alfonso XIII, abuelo del actual monarca, al visitar el puesto de nuestro país en la Exposición Mundial de Sevilla en 1926, y al surgir el tema de la tumba, se sinceró frente a dos ilustres dominicanos, don Arturo J. Pelleano Alfau y Enrique Deschamps, al expresarles: «Sabemos que esos restos (los de Colón) están en Santo Domingo pero oficialmente no podemos admitirlo».

Para no alargar este artículo, no he querido referirme a una gran cantidad de otros detalles de indudable importancia histórica tales como, entre otros, los de la caja de plomo que reemplazó la original y el positivo examen de isótopo de estroncio a los huesos, que señaló características que coinciden con la edad y enfermedades de Cristóbal Colón.

Entendemos conveniente que se realicen los nuevos estudios de ADN y tal como recientemente señaló el Presidente de la Academia Dominicana de la Historia, doctor José Chez Checo, que se lleve a cabo con una activa participación de técnicos e historiadores dominicanos. Asimismo, este nuevo y esperamos definitivo estudio, deberá incluir el reconocimiento y aceptación de las evidencias y pruebas históricas que respaldan el hecho cierto de que los restos de Cristóbal Colón reposan en Santo Domingo, y así dejar aclarada esta larga discusión.

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