Adolfo Moreta Ruiz – Volver a empezar

Adolfo Moreta Ruiz – Volver a empezar

El optimismo es el arte de eslabonar positivas voluntades. Exceptuando las opiniones interesadas de algunos, el pueblo dominicano es trabajador, solidario y de buena voluntad. Ha ido construyendo su historia y el progreso consciente que después de cada final hay otro inicio. Y que el más adelante será mejor.

En todos los estratos de la sociedad dominicana sin importar la profundidad o superficialidad de la olla en la que se cocine la cena de Nochebuena; sin importar la calidad de los vinos y otros flujos etílicos con que se animen los ambientes festivos, la navidad sirve de panacea para crearse nuevas expectativas y renovar esperanzas. Todos aspiramos a que el nuevo año nos sea de prosperidad y felicidad. Pero la formula más idónea para que así sea, es combinando el amor y la solidaridad con la disciplina y el trabajo. Esas son las fuerzas que llevan a la prosperidad duradera.En uno de los primeros años de la década de los setenta hubo un comercial de televisión con uno de los mensajes más emotivo e intenso que haya visto y escuchado en una temporada navideña. Y desde entonces, cuando «se siente la brisa» y empieza a cambiar el ánimo de la gente, cada año el mensaje brota en mi mente de manera recurrente: «Todos los días y cada momento nace un niño. Y va la gente. El mundo avanza animado por su amor porque Cristo nace siempre. En una flor, en un pesebre, o en el corazón de cada niño. Ama al niño de hoy que será el hombre del mañana. Ama al hombre de hoy que fue el niño de ayer. Ama siempre y veras florecer la tierra con alegría».

El amor y la solidaridad son los más efectivos antídotos para curar y prevenir la propagación del virus o fenómeno del… individualismo. El individualismo inducido destruye la esencia bienhechora del ser humano y de los pueblos. En cambio, con la interacción y la solidaridad es que la familia y una nación suben la escalera de la prosperidad espiritual hacia cumbres insospechadas.

La felicidad es la acumulación de muchos efímeros momentos alegres. Al igual que la vida, es una especie de péndulo en continuo movimiento. Cuando el péndulo deja de oscilar, la masa se detiene estática atraída por la fuerza de gravedad de la tierra. Esa es la paz eterna. Vivir o estar vivo es sinónimo de lucha. La lucha es trabajo. Y el trabajo es lo que provee los efímeros momentos de alegría que construyen la felicidad pasajera.

Decía Edmundo de Amicis que «el trabajo no ensucia. No digas nunca que un obrero que sale de su trabajo va sucio. Debes decir: tiene en su ropa las señales, las huellas del trabajo». Si eres un trabajador lesionado con un lento oscilar en el péndulo de tu vida, ya sea que las causas fueron porque caíste de manera fortuita o porque te empujaron, considéralo un accidente laboral. Luego, si no puedes protegerse con el mando de Bush, Kofi Annan o Bill Gates, cúbrete con el regazo, las bendiciones y los consejos de la Madre Teresa de Calcuta. «Siempre ten presente que la piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los días se convierten en años… Pero hay algo que debes tener en cuenta, tu fuerza y convicción no tienen edad. Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña. Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida. Detrás de cada logro hay otro desafío. Mientras estés vivo siéntete vivo… No vivas de fotos amarillas».

«Sigue aunque todos esperen que abandones. No dejes que se oxide el hierro que hay en ti. Haz que en vez de lástima te tengan respeto. Cuando por años no puedas correr. Trota. Cuando no puedas trotar. Camina. Cuando no puedas caminar usa el bastón. ¡Pero nunca te detengas!». Si vuelves a caer ¡Levántate! Y como cada año: vuelve a empezar.

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