Adolfo Suárez en Santo Domingo

Adolfo Suárez en Santo Domingo

Adolfo Suárez González fue un político y abogado español, presidente de Gobierno de España entre 1976 y 1981. La prensa nos ha anunciado su muerte el domingo 23 de marzo en la más lúgubre de las circunstancias: en medio del olvido de la inconsciencia por la degeneración neurológica de un Alzheimer avanzado.

En su memoria, desde el Santo Domingo de Guzmán, quiero rememorar el encuentro con un arquetipo de político necesario: el concertador, el dialogante, el rupturista de la transición española.

Luego su periplo por las altas posiciones del gobierno de la transición y defenestrado por las intrigas del inmovilismo franquista, en los años ochenta del siglo veinte, Adolfo Suárez González visitó República Dominicana invitado por el Partido Liberal de la República Dominicana y en la modestia de sus anfitriones, su presencia contrastaba con la visita de los líderes de la Internacional Socialista convocados por José Francisco Peña Gómez.

Pero su presencia se hizo notar impulsando la concertación que evitó la prolongación de la crisis de 1989-90 por seguir el ejemplo de los Pactos de la Moncloa con el Tripartito firmado en el Palacio Nacional. Adolfo Suárez proclamó su ejemplo en Santo Domingo.

Posteriormente, en 1989, en ocasión de la celebración de la Internacional Liberal en París por el doscientos aniversario de la Revolución Francesa, asistimos junto al Lic. Andrés Vanderhorst y al Dr. Pachón Matos Rivera a la elección de Adolfo Suárez como Presidente de dicha corporación política que se dio en llamar Liberal y Progresista por solicitud de recién electo presidente.

Su segundo de a bordo, el antiguo Secretario General del Partido Socialista Popular (el Partido de Tierno Galván), Dr. Raúl Morodo, visitó Santo Domingo en ocasión de mi juramentación como Secretario Técnico de la Presidencia, en enero de 1991. Morodo fue Embajador de España en París y en Caracas, Venezuela.

El desenlace de una vida hoy elogiada fue marcada por la tragedia. La retirada a la vida privada por el cáncer de su hija y luego de su esposa, ambas María Amparo, le llevó a una vida recogida que se vio empañada por su propio padecimiento de la degeneración neurológica que lo hizo perder la memoria y la conciencia.

He leído los excelentes artículos de Juan Luis Cebrián y Soledad Gallego-Díaz en El País, de Madrid, España, y no tengo nada que agregar, más que la nota al margen del paso de un grande de la historia por Santo Domingo, República Dominicana. Paz a sus restos.

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