Robos de urnas, denuncias de quema de boletas, enfrentamientos entre seguidores de los candidatos, dos muertos y decenas de heridos fue el trágico resultado de las primarias celebradas el domingo por el PLD. Un balance de hechos que, al decir del presidente Danilo Medina, jamás imaginó pudieran ocurrir en ese partido, que en otros tiempos, hoy lejanos, se caracterizó por la disciplina y el orden de sus procesos internos. “Yo no creo que haya nada que tenga el valor para anteponer la vida de una persona”. Tiene razón el mandatario, quien dijo lamentar esas muertes, pero por desgracia cuando las pasiones políticas y la violencia se juntan todo se sale de cauce, y de ahí el lamentable espectáculo ofrecido al país por los peledeístas. Y aunque ha sido notorio el esfuerzo de la dirigencia peledeísta por restarle importancia a lo sucedido, lo cierto es que el domingo no solo se evidenció la “perredeización” del PLD sino también la profunda grieta que dejó la modificación constitucional que permitió la repostulación del presidente Medina y se llevó de encuentro el liderazgo partidario del expresidente Leonel Fernández. Esa fisura está ahí, imposible de ocultar, y por eso no debe sorprender que Franklyn Almeyda declare que “una buena parte” del PLD no se ha incorporado a la campaña electoral, ni que exhorte al presidente Medina a que, en su condición de candidato presidencial, invite a todos los peledeístas –empezando por el expresidente Fernández– a integrarse a las actividades proselitistas para evitar lo que ocurrió en Venezuela, donde un 15% del chavismo votó contra el gobierno; y todo eso luego de acusar a “funcionarios de Palacio” de traer a Quirino para sacar de competencia a Leonel. Las declaraciones de Almeyda parecen una advertencia a la que los peledeístas deben prestar mucha atención, pero también una amenaza que el danilismo no se puede dar el lujo de ignorar o minimizar.