La acumulación de desperdicios, que en los últimos tiempos ha sido común denominador en un número importante de municipios del país, no es, como suponen algunos, un problema de ornato, apariencia o cosmético que suele espantar a los turistas.
Las reacciones de algunas autoridades municipales nos hacen deducir que conciben el amontonamiento de basura como algo de lo que hemos citado.
Lejos de lo aparente o cosmético, la acumulación de basura es un serio problema de salud pública al que hay que buscarle solución con carácter de urgencia para evitar consecuencias peores que ahuyentar el turismo.
El doctor Diógenes García, nuevo presidente de la Sociedad Dominicana de Gastroenterología, ha advertido, por este mismo medio en la edición de ayer lunes, sobre los peligros a que estamos expuestos debido a la acumulación de basura.
Específicamente ha citado la posibilidad de un brote de leptospirosis, una peligrosa enfermedad que transmiten las ratas a través de la orina.
De más está decir que la acumulación de basura contribuye a que haya una gran proliferación de ratas y otras plagas en la capital y un número considerble de municipios del país.
En comentarios anteriores hemos dicho que los problemas de recogida de desperdicios son mucho más graves en aquellos municipios cuyos ayuntamientos contratan compañías para realizar esa tarea.
Cuando no es que los ayuntamientos se atrasan en el pago el servicio, es que las compañías dejan de cumplir los contratos. Las consecuencias, a fin de cuentas, son las mismas.
Los gobiernos de aquellos municipios que no logran afinar una adecuada disposición de la basura tienen que dejar de ver la parte cosmética del problema para ubicarse en la justa perspectiva.
Las derficiencias en la recolección de la basura es un problema de salud pública que está causando muchos estragos, de una manera silenciosa pero segura.
Que lo tengan bien claro quienes creen que solo se trata de que ahuyenta a los turistas.
¿Competitividad?
En septiembre del 2004, la actual jefatura de la Policía Nacional informó que tenía vacantes para cinco mil nuevos agentes.
Los aspirantes deberían ser bachilleres en edades de entre 18 y 25 años.
Hasta ahora, solo mil quinientos jóvenes han solicitado su ingreso a la Policía, y de ellos una buena parte no ha terminado aún el bachillerato.
Aparte de los riesgos consustanciales al trabajo de policía, sobre todo en estos tiempos con una delincuencia envalentonada, parece que el aspecto salarial debe haber influido para que el número de interesados calificados fuera tan bajo como ha sido.
La verdad, monda y lironda, es que cualquier empleo tan honrado como el de ser policía paga mejor y tiene menos riesgos que este último.
Más que eso, está el hecho de que la delincuencia suele andar mejor equipada que los mismos policías.
Es, por decirlo de alguna manera, un asunto de competitividad salarial lo que determina este bajo interés por «engancharse» a policía.