En reciente rueda de prensa, la directora general del FMI, Christine Lagarde, se hizo tres preguntas: ¿Es la economía lo suficientemente fuerte? ¿Es lo suficientemente segura? ¿Y se han repartido suficientemente los beneficios de estos años de crecimiento? Y se las respondió de manera sencilla y breve con un contundente “no”. En su discurso de hace unos pocos días ante la Cámara de Comercio de EEUU insistió en que en estos momentos “el tiempo es más inestable” pero en su últimamente repetido “sí, pero no” auguró “algún tipo de repunte en el crecimiento” para finales de 2019 o inicios del 2020. Para James Galbraith, conocido economista estadounidense, los “avisos del Fondo de un empeoramiento del clima global solo deberían leerse como un síntoma de que aún no se ha olvidado su fracaso en predecir otras crisis”. Aunque son varias las amenazas que se ciernen en el horizonte por los problemas crecientes de un sistema que no se atreve firmemente a reflexionar sobre ellas y encauzarlas debidamente, hoy las mayores preocupaciones las generan la todavía insoluta guerra comercial y las posibles, al parecer inevitables, derivaciones de un Brexit descontrolado. Por ello, David Lipton, otro alto responsable del FMI, ha confesado que ve “que se forman nubarrones, y temo que el trabajo de prevención de crisis esté incompleto» y que las tensiones y las presiones que de ellas se desprenden lleven a los “formuladores de políticas” y a los bancos centrales a “territorios desconocidos”. Para Lagarde la confrontación arancelaria es una “herida autoinflijida” e insiste, contradiciendo al inquilino de la Casa Blanca, que nadie “gana una guerra comercial”. Hay un gran nerviosismo de que el esperado acuerdo comercial entre China y EEUU que aunque se dice es inminente nadie se atreve a darlo por cierto dada las “impetuosidades” que presenciamos con frecuencia. Si no se logra las consecuencias serán severas. No obstante, ahí están amenazando tormentas otros negros nubarrones: creciente y enorme endeudamiento, alzas del tipo de interés, presiones financieras en naciones emergentes, elevación de los precios de materias primas y connotadas vulnerabilidades que enfrentan algunos, aumento del precio del petróleo, la expansión del populismo de derecha generador de incertidumbres económicas. Para asomarnos al escenario sepamos que el nivel de deuda actual es de 182 billones de dólares – para verlo mejor se trata de millones de millones -, un 60% más del nivel de 2007, el año previo al estallido de la última y demoledora crisis. Lagarde recomienda evitar la “amnesia colectiva”.
Rebotando finalmente de la aguda crisis, hace dos años el 75 % de las economías comenzaron a crecer lo que justificó un pronóstico fuerte de crecimiento que a comienzos de 2019 el FMI redujo a 3.5% pero ahora, inversamente, se espera que el 70% de esas economías se frenen de manera “sincronizada”. El que tanto el Banco Central Europeo como la FED hayan paralizado el aumento de las tasas son señales inequívocas de las incertidumbres que planean. La economía global pierde fuerza y ello, con seguridad se reflejará en la reunión del FMI que comienza esta semana.