Advierten necesidad desagüe en presas para evitar gran catástrofe

Advierten necesidad desagüe en presas para evitar gran catástrofe

POR MINERVA ISA
Tras la tempestad no llegó la calma. Las aguas torrenciales volverán. Cada vez más copiosas. Cada vez más violentas. Enfurecidas por el cambio climático, por la deforestación que intespectivamente desliza las lluvias desde las cuencas altas por suelos erosionados, sedimentando y desbordando los ríos de lechos devastados por la extracción irracional de grava y arena que alimenta avaricias.

 El peligro está latente. Lo proclaman las montañas peladas, la insuficiente reforestación que no llega al 10% de la superficie que la reclama, incluyendo los 14 millones de tareas en las cuencas de los ríos represados. Lo confirma el comportamiento de las presas que, si bien contuvieron gran parte del volumen acuífero frenándole los ímpetus y arrancando nuevas víctimas a la tormenta Noel, evidenciaron la necesidad de medidas previsoras que resguarden las cuencas bajas ante eventuales borrascas atmosféricas.

La previsión, siempre oportuna, no importa la estación, indispensable ante el dislocamiento del régimen de lluvias con que la naturaleza expresa su iracuandia por los desafueros humanos, se hace imperativa en la temporada ciclónica cuando, contraviniendo la prudencia, se mantuvieron con altos niveles de agua.

El vaso de la presa de Hatillo, el mayor del país, que con los torrenciales aguaceros del 28 al 31 de octubre pasado subió casi diez metros, fue sorprendido con un nivel hídrico mayor de lo procedente en tiempos de huracanes. Del 1º al 27 de octubre, un día antes del paso de Noel, promedió 86.73 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.), ligeramente superior al máximo de operación.

El 31 de octubre se había elevado a 96.81 m.s.n.m. y al día siguiente a 96.93 m.s.n.m., temiéndose que, de persistir las lluvias, sobrepasara el límite de coronación, 102.75 m.s.n.m., y provocara una hecatombe de magnitud impredecible, sobre todo al tratarse de una presa de tierra y por el déficit de drenaje existente.

Faltó previsión. Justamente lo que recomiendan expertos que estudiaron el comportamiento de las presas durante la tormenta que desgarró el telón de la pobreza para mostrar un drama de destrucción y muerte que en su segundo acto exhibe su mórbida secuela, la leptospirosis y otras enfermedades, sumando nuevas víctimas a las de un centenar de personas que arrastró la corriente entre reses, casas y sembradíos borrados en un instante del paisaje. 

Uno de esos técnicos, el ingeniero Ramón Isidro Rodríguez Taveras, resalta que la presa de Hatillo impidió que las inundaciones fueran sustancialmente mayores, pero advierte que se requiere de un estudio minucioso sobre su operación en situaciones como la tormenta Noel, “para evitar una catástrofe de grandes proporciones que afectaría a varios cientos de miles de personas”.

A simple vista se aprecia que su embalse no tiene suficiente desagüe en niveles inferiores a los 86.50 m.s.n.m.

Esa presa tiene un resguardo de 16.25 metros, o sea, desde la cota de 86.50 hasta 102.75 m.s.n.m, correspondiente a la coronación, la zona por donde se transita en vehículos y a pie, que en una presa de tierra debe manejarse con sumo cuidado.

Por ser de tierra –explica-, el agua  no le puede pasar a la presa de Hatillo por encima de su coronación, porque podría destruirla en pocas horas con daños incalculables en pérdidas de vidas humanas y materiales en su cuenca baja, desde Cotuí hasta la desembocadura del río Yuna en la Bahía de Samaná, por el municipio de Sánchez.

Coronación

¿Qué sucedió en la presa de Hatillo durante la tormenta? Rodríguez Taveras le dio seguimiento y aporta mediciones, las cuales indican que el embalse subió a niveles posiblemente nunca alcanzados, dando la impresión de que podría llegar a la coronación, con dos días más de lluvia a igual intensidad. Veamos:

Del 1º al 27 de octubre pasado el embalse de la presa mantuvo un promedio de 86.73 m.s.n.m. A partir de esa fecha fue tomando altura: subió el domingo 28 a la cota 87.20; el lunes 29 a 88.80; el martes 30 a  95.40; el miércoles 31 a 96.81, y el jueves 1º. de noviembre a 96.93 m.s.n.m.

Para llegar a la coronación, en los 102.75 m.s.n.m, faltaron 5.82 metros, menos que lo que subió el embalse del lunes 29 al martes 30, cuando le estaban entrando 4,350 m3/seg. y se elevó 6.60 metros.

Su nivel  alcanzó 9.73 metros desde el domingo 28 al miércoles 31 de octubre, un promedio de 3.24 diario.

La salida del embalse por su vertedero era de 562 m³/seg, un 87% de su capacidad. Las demás, dos compuertas de chorro hueco de 150 m³/seg. y la turbina de 8 mw que consume unos 30 m³/seg., estaban cerradas para reducir a un mínimo los aportes del río Yuna a su cuenca baja, anegada por grandes inundaciones provenientes de la cuenca del río Camú y sus afluentes, que no están represados. Esta área, con un 40% menos de precipitaciones que la cuenca de Hatillo, ocupa alrededor del 70% de la cuenca total del Yuna.

La enorme diferencia entre la entrada de agua al embalse de Hatillo (mayor de 4,000m³/seg en determinadas ocasiones) y la salida (menor de 600 m³/seg) provocó la subida rápida del embalse.

Cuencas pobladas

Las presas –sostiene Rodríguez Taveras-, no se diseñaron para enfrentar su situación actual: cuencas bajas muy pobladas y el impacto de crecidas rápidas por la deforestación en su cuenca alta. Sus embalses resultan insuficientes, inclusive los destinados a control de avenidas como Hatillo y Sabana Yegua. Esto dificulta cada vez más su manejo. Por tanto, recomienda someterlas a estudio para adaptarlas a las condiciones imperantes y establecer cuál organismo del Estado se ocupará de su operación y sobre todo de su mantenimiento, pues hasta hoy no se les da el que este tipo de obras requiere.

“En la situación actual de las presas y para proteger la población que vive en sus cuencas bajas es importante operarlas tomando la precaución de que sus embalses no estén llenos en temporada ciclónica (del 30 de junio al 30 de noviembre) y desaguarlas con anticipación, desde el momento mismo que se anuncian tormentas o ciclones”.

Mantenerlos llenos en temporadas críticas responde al interés de sacar mayor provecho a la producción de electricidad y el riego para agricultura, pues al reducir su nivel hídrico descienden los beneficios reportados.

Por tanto, uno de los estudios sugeridos por el técnico es determinar la posibilidad de aumentar la capacidad de las presas al máximo posible para que cumplan con mayor eficiencia el control de avenidas.

Entre las medidas para proteger la presa de Hatillo ante lluvias torrenciales, propone colocar una o más turbinas (que está en proyecto), para que con las salidas existentes disponga de unos 300 m3/seg como capacidad de descarga en niveles bajos del embalse. En niveles altos podría aumentarse la capacidad del vertedero, de ser posible con una especie de compuertas radiales parecidas a las de Tavera.

Su caudal de desagüe resulta muy bajo cuando el embalse está recibiendo aportes extraordinarios de su cuenca, aunque puede atenuarlos si comienzan el desagüe al momento de anunciar vaguadas o ciclones.

La protección de Hatillo –indica Rodríguez Taveras- podría incluir también un muro de hormigón que eleve en dos o más metros la altura del dique, pero cualquier modificación debe basarse en un minucioso estudio, sobre todo en cuanto al caudal máximo que puede permitirse en la zona aguas abajo de la presa.

Aumentar la altura de las presas para incrementar su capacidad de almacenamiento, advierte, puede conllevar a la inundación de nuevas áreas pobladas, y en Tavera el nivel máximo posible podría estar limitado por la cota de salida de la Central Las Placetas, en San José de las Matas, recién iniciada.

Las inundaciones también podrían controlarse con nuevas presas de embalse como las de Monte Grande en el Sur, sobre el río Yaque del Sur, Alto Yuna y Guaigüi en la cuenca del Yuna, y sobre los ríos Inoa y Guayubín en el Yaque del Norte, entre otras. Su construcción se torna difícil, porque la mayoría de sus cuencas bajas están muy pobladas con casas, comercios y otras instalaciones costosas. Deben hacerse, aunque priorizando las que ya están en operación.

Mantenimiento

La mayoría de las grandes presas del país sobrepasan los 20 años de existencia: Tavera, 34; Hatillo 23; Sabaneta, 19; Sabana Yegua 27; Rincón 29, Valdesia 31 años. El estudio de factibilidad de estas obras se hace en base a 50 años de vida útil, aunque pueden durar 100 años o más con un buen mantenimiento. Algo improbable en el país por la sedimentación, incrementada al paso de Noel. En los últimos años no han hecho batimetrías, medición de sedimentos acumulados en los embalses, pero se estima que en las que tienen más de 20 años superan el 30% de su capacidad. 

Consecuentemente, Rodríguez Taveras plantea la urgencia de un programa de reforestación en sus cuencas, única forma de retener el acarreo de los sedimentos a los embalses. Lo estima un proyecto de gran trascendencia, que tendría en la producción de madera suficiente demanda y nuevas fuentes de trabajo, y uno de los principales retos que deben tener el gobierno de turno y los sucesivos durante no menos de 30 años.

Otro aspecto vital es la disponibilidad de datos actualizados sobre el comportamiento estructural de las presas. Entre las obras de infraestructura de éstas la principal es el dique de retención de las aguas del río, a los que para esos fines le colocaron, al ser construidas, un sistema de instrumentación compuesto por piezómetros, acelerógrafos, inclinómetros y acentrímetros. En la mayoría de las presas viejas fueron destruidos, algo sumamente peligroso por ser ese chequeo vital en un país tan vulnerable a ciclones y sismos.

En sentido general ninguna de las últimas administraciones del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INDRHI) y la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas (CDEEE) han podido dar mantenimiento a las presas de embalse, excepto a las centrales hidroeléctricas que sí la han recibido de parte de la CDEEE. Se alega falta de recursos, mientras sigue sin definirse a cuál le corresponde aplicarlo en sus cuencas hidrográficas y obras de infraestructura: diques, vertederos, túneles y centrales hidroeléctricas.

La CDEEE recibe los beneficios de la producción de electricidad, sobre 1,000 millones de kwh al año, equivalentes a más de 100 millones de dólares. Desde 2003 la producción hidroeléctrica ha sido muy buena, con un promedio en 2004 y 2005 de 1,792 millones de kwh. Pero lo que la venta de agua reporta al INDRHI no le alcanza ni para pagar los empleados.

Lo más importante, sin embargo –apunta el técnico- es definir la responsabilidad de cada institución en el mantenimiento de las presas. Si compete al INDRHI, éste podría cobrar por el uso del agua a la CDEEE y a las corporaciones de acueductos de Santiago y Santo Domingo (CORAASAN y CAASD). La administración de las presas de embalse –agrega- tanto en su operación y mantenimiento, como en sus beneficios en electricidad, riego y consumo humano requiere mucho mayor atención que la que se le da, pues un descuido en su mantenimiento puede ocasionar daños irreparables.

Otras presas al paso de Noel

– Sabana Yegua: el agua casi llegó al vertedero, que nunca se había usado, pero no amenazó el dique, aunque hubo que desalojar 90 familias de las comunidades La Canoa y Los Bancos, situadas en su curso de operación.

– Sabaneta: se usó con bajo caudal el vertedero libre “Morning Gloring”, no llegó a utilizarse el de emergencia.

– Jigüey/Aguacate/Valdesia/Las Barías: sus embalses se llenaron. Por ser de hormigón, los diques de Valdesia, Jigüey y Aguacate no tienen problemas con las avenidas, pero el del contraembalse Las Barías, que es de tierra, sufrió averías en tres compuertas y el nivel del agua amenazó peligrosamente con llegar a la coronación del dique.

– Tavera: se mantuvo equilibrada con un caudal de entrada de 516 m³/seg y  564 m³/seg. de salida, y no hizo daños de consideración en la cuenca baja. Pero su elevado nivel, todavía por encima de la cota 320 m.s.n.m., pudo haber obligado a hacer desagües grandes ante un posible aumento de las lluvias en su cuenca alta que provocara daños en su cuenca baja.

 – Monción: no vertió agua por su vertedero de cresta libre y los de Maguaca y Chacuey no sobrepasaron los 20m³/seg cada uno.

Operación

Como el primer uso del agua es producir energía eléctrica,  las de fines múltiples son mayormente controladas por la Empresa de Generación Hidroeléctrica Dominicana (EGEHID), que maneja las compuertas que salen de los embalses. Las destinadas sólo al riego las administra el INDRHI. Para operar los embalses existe un comité interinstitucional que toma las decisiones importantes, sobre todo en momentos críticos como los que surgen en temporadas ciclónicas. Disponen de un manual de operaciones, uno para cada presa, que por lo regular no se aplica como indican sus especificaciones.

Existen limitaciones, y una de ellas es que en la mayoría sus vertederos no pueden ser operados conforme a sus capacidades. Los de Tavera, por ejemplo,  tienen capacidad para desaguar caudales mayores de 10,000 m³/s, pero los daños de los desagües comienzan a sentirse, desde Santiago hacia abajo, cuando estos sobrepasan los 500 m³/seg. Igual sucede con los vertederos de otras presas, como Sabana Yegua y Sabaneta, que no pueden desaguar ni el 20% de su capacidad por los daños que producirían en sus zonas bajas.

La presa de Bao, cuyo embalse se comunica con el de Tavera, tiene un vertedero de fusible para proteger el dique de 3,280 m³/seg. de capacidad en la cota 328.90 m.s.n.m., o sea, a 1.40 metros de su nivel máximo de operación.

¿Están informados los que operan el complejo Tavera/Bao/López/Angostura de la ruta que seguiría un caudal mayor de 3,000 m³/seg por el vertedero de fusible antes de caer al río Bao donde existe la comunidad de La Zanja, densamente poblada?

Presa de Hatillo

Cuenca hidrográfica de 1,192 km2.

Embalse total (útil más embalse muerto) de 710 millones de m3.

Nivel mínimo de operación del embalse de  70 m.s.n.m.

Nivel extraordinario 100.75 metros,

Nivel de coronación 102.75 m.s.n.m.

Precipitación promedio de 1,562.27 mm/año.

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