Debemos estar claros de que las ideas sobre la muerte para los niños, derivan de sus tradiciones familiares y de su relación con otros niños. Si comienza a preguntar cuando ve a un animal muerto, aprovechemos el momento para resolver todas sus dudas: hay que decirle que todos vamos a morir algún día, que es una ley de la naturaleza y que es natural sentir pesar y deseo de volver a ver a la persona fallecida. Las respuestas ante el tema de la muerte tienen que ser simples y honestas. Hay, por ejemplo, dos hechos que deben quedar claro para el niño: que el fallecido no regresará y que el cuerpo está sepultado o incinerado.
Teniendo esto en cuenta, y si partimos del hecho de que nunca es buen momento, no hay que esperar mucho tiempo para comunicar al niño la muerte de su progenitor. Lo ideal es que el adulto que se lo transmite sea el otro padre, y que pueda estar en la mejor condición posible. Pero no siempre se puede conseguir, y la espera e incertidumbre dando tiempo a que el padre o la madre lo haya superado, puede ser peor.
Los niños necesitan saber lo que pasa, porque es inevitable que se den cuenta de que algo terrible ha ocurrido, al ver las reacciones de los adultos, que no están sus padres… Pero en ningún caso podemos mentir, le diremos la verdad, de la forma más dulce posible y adaptando la información a su edad. La gestión del silencio y de la incertidumbre o las mentiras no darán buen resultado.
Podemos decir que la muerte del padre o la madre constituye una experiencia que afecta a la manera en que el niño estructura su mundo. El proceso de duelo por el que pasará, puede dividirse en los niños en tres fases: En la Protesta, cuando el niño añora amargamente al progenitor fallecido y llora suplicando que vuelva; En la Desesperanza, cuando el niño comienza a perder la esperanza de que vuelva, llora intermitentemente y puede pasar por un período de apatía; y En la Ruptura de vínculo, cuando el pequeño empieza a renunciar a la parte del vínculo emocional con el fallecido y a mostrar interés por el mundo que le rodea.
Por esto, es sumamente importante que independientemente de nuestras creencias religiosas seamos claros en el mensaje, no debemos utilizar aforismos ni metáforas con los niños como de que “se ha ido”, para no crear falsas expectativas sobre la vuelta del ser querido. Los niños, sobre todo cuando son muy pequeños, no entienden el concepto de no retorno. Por lo que hay que explicarles que está muerto y que nunca lo volverán a ver. Se pueden incluir explicaciones religiosas como que está en el cielo… pero hay que explicarles que el cielo es metafórico, no es un lugar al que nosotros podamos ir y venir, porque puede ocurrir que algunos niños piensen que va a volver y eso les puede crear mucha confusión.