Afirma que miembros JCE conspiraron acallar prensa

Afirma que miembros JCE conspiraron acallar prensa

El periodista Miguel Guerrero, en una carta dirigida al director ejecutivo de HOY, Bienvenido Álvarez Vega, afirmó que fue informado por uno de los miembros de la Junta Central Electoral (JCE) que se intentó conformar la cadena única de información para impedir que las emisoras de radio y televisión transmitieran informaciones durante el proceso electoral del pasado domingo.

El texto de la carta de Guerrero es el siguiente:

AEn una información titulada «revelaciones. Maniobras en las juntas tras los votos», de la edición del periódico HOY Digital de fecha martes 18 del presente, se puede leer lo siguiente: «Hasta los miembros de la JCE, quienes se encontraban en sesión permanente, comenzaron a llegar rumores en el sentido de que la tardanza en la transmisión de las actas obedecía a que desde grupos vinculados al gobierno se había bajado una línea para que sólo se escanearan las actas de los colegios con menor votación.

A»Al conocer ese rumor, el doctor Rafael Díaz Vásquez planteó a los demás miembros de la JCE que había la necesidad de formar una cadena con todos los medios de comunicación electrónicos, con el argumento de que Miguel Guerrero, de Cadena de Noticias (CDN) canal 37; Nuria Piera y José Armando Bermúdez, de Color Visión canal 9, se proponían hacer transmisiones con los resultados electorales».

AMe sorprende la información atribuida a un miembro de la Junta Central Electoral, por cuanto nunca ha sido práctica de quien suscribe, ni mucho menos del canal para el cual trabajo, entrar en este tipo de ejercicio especulativo, especialmente si se trata de un asunto de tal gravedad, en el clímax de un proceso electoral tan cuajado de tensiones como el que vivimos en los últimos meses. De todas maneras, la narración del diario me permite, relatar algunas experiencias que me tocaran vivir en los días previos a las elecciones del domingo 16, que forman parte de una de las batallas de opinión pública más importantes libradas en nuestro país dentro del marco de la actividad política electoral.

AEn la mañana del jueves 13, mientras conducía una de las entrevistas diarias del programa Despierta con CDN, me fue a ver un oficial de la Policía con el encargo de que un magistrado de la JCE al cual estaba asignado, quería verme con carácter de urgencia. El juez electoral me visitó media hora después en mis oficinas privadas, con la información de que algo grave se tramaba en la junta. Su rostro lucía compungido con graves muestras de preocupación. El motivo de su inquietud se basaba en la persistencia con que dos de sus colegas, los doctores Díaz Vásquez y Ramón Hernández, pretendían imponer una mordaza a la prensa nacional el día de la votación, con el alegato de que el ambiente estaba muy crispado y que la exacerbación de ánimos alimentada con un discurso electoral fuera de tono, podía originar situaciones fuera del control del organismo y generar un desorden generalizado que abortara el proceso.

APara encarar tan tétrico panorama, se lamentaba mi informante, los dos jueces proponían que la JCE emitiera una resolución reeditando la vieja y vergonzosa práctica de imponer una voz única para le emisión de boletines, informaciones y comentarios acerca de las elecciones, lo que sería posible al través de la creación de un mecanismo informativo que obligaría a todos los medios a autocensurarse y a adherirse a una cadena radial y televisiva que tendría como emisora matriz el canal oficial del gobierno. La iniciativa procuraba un control absoluto por la Junta de toda información relativa a las elecciones y al conteo de los votos.

ALa aprobación de tal iniquidad suponía, en la práctica, un esfuerzo estéril de censura. La realidad era que el avance de las comunicaciones, los sofisticados métodos de transmisión de información por parte de las agencias y los medios nacionales e internacionales, no le asignaban de antemano ninguna posibilidad de éxito a tan peregrina propuesta. Pero no cabía duda de que la preocupación del juez electoral que había ido a visitarme estaba amplia y plenamente justificada. ASi bien la censura no sería en modo alguno efectiva y la difusión de noticias por Internet y los cables de las agencias quedarían por razones técnicas y logísticas fuera del alcance de los Cantón de la JCE, el apagón informativo local que ello provocaría podría desatar una ola de rumores y confusiones con efectos sumamente perniciosos. La voz única de la JCE había constituido una norma de los procesos electorales hasta 1994. A partir de entonces, el concepto de los medios acerca de los límites de su responsabilidad habían marcado la diferencia. La transmisión fresca de información constante sobre diferentes aspectos de la jornada electoral, habían logrado calmar en elecciones posteriores los ánimos de la gente y evitado la propalación de noticias falsas y malintencionadas.

ARegresar a anacronismos ya superados por efecto de nuestra experiencia democrática, equivalía a echar a rodar verdaderas conquistas dentro de un lento proceso de institucionalización democrática. El juez me describía un ambiente desolador en la junta. El tema había sido planteado el martes 11 sin aparente éxito y vuelto a tocar, con más ardor, el día siguiente, durante una reunión del pleno realizada en horas de la noche. AEn esta segunda ocasión no se llegaría aprobar a causa de que mi visitante había pedido que se pospusiera la decisión para el día siguiente, jueves 13, con el propósito de que se le permitiera a los jueces del organismo reflexionar un poco más sobre el caso.

AEl ambiente, me recalcaba el juez, apuntaba a una aprobación de la censura, por cuanto las opiniones estaban muy cerradamente divididas y el presidente de la JCE, Luis Arias Núñez, quien tenía la decisión en sus manos, parecía indeciso, lo cual representaba una oportunidad para aquellos que favorecían el apagón informativo.

AEl juez me sugería que usara mis influencias como periodista y comentarista de televisión para mover a la opinión pública en contra de tan draconiana iniciativa. Por su parte, él se encargaría de hacer valer las suyas con el mismo propósito. Según me informaba, otros titulares de la junta se movían en la misma dirección.

AConscientes del peligro de que la uniformidad informativa promoviera involuntariamente cualquier peregrino intento de distorsión de la intención del voto, accedí de inmediato a la súplica del juez titular de la JCE. Lo primero que hice fue llamar por teléfono al subjefe de la misión de observadores de la OEA, Moisés Benamor, quien me fue a ver esa misma mañana. Benamor estuvo de acuerdo con que la cadena radial y televisiva no ayudaría al proceso y se comprometió a cumplir su parte de la tarea, llevando la información al jefe de la misión, Santiago Murray, quien a su vez movería en instancias mucho más altas.

ADespués de transmitir el caso a otros colegas con la misma finalidad, me puse en comunicación con el jefe de la misión de la Unión Europea, Miguel Amado, quien me recibió inmediatamente en su despacho. Amado estaba ya al tanto de estos menesteres y su preocupación era evidente. Otros de sus colegas en el cuerpo diplomático, abrigaban temores ante la posibilidad de que se censurara a los medios con el pretexto de librar el ambiente de falsas y alarmantes informaciones y extemporáneas divulgaciones sobre resultados electorales.

ATodos estos aprestos, unidos a los que simultáneamente se llevaban a cabo con otros influyentes comunicadores del país y al través también de representantes de importantes organizaciones de la sociedad civil, el empresariado y las iglesias, derribaron finalmente los intentos de encadenar la información. El desenlace y los tensos pero efímeros momentos que el país vivió en las horas siguientes al cierre de las urnas, demostraron de forma fehaciente e incuestionable la importancia de un flujo libre de información durante un evento electoral. Finalmente, la comparencia de monseñor Agripinio Núñez Collado ante el pleno de la JCE, acompañado de los embajadores de las más importantes naciones acreditadas en el país y de los delegados de la misión de la OEA , en las circunstancias que todos conocemos, resulto un digno colofón de un esfuerzo colectivo.

AEn mi humilde entender, el país ganó con ello una de las más trascendentales batallas de opinión pública que se recuerde.

ACon sentimientos de la más alta estima.

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