Afirmaciones sin aval

Afirmaciones sin aval

La evidencia perturba. El anuncio de huracán provoca desdén aunque comience el acopio de cosas inútiles, el avituallamiento poco apto para la escasez y el peligro. El humor compensa la irresponsabilidad. La lluvia anega, sin embargo, después del susto, se apuesta a la protección virginal de la Altagracia y las Mercedes.

La advertencia de sismólogos y geólogos, más que espanto, estimula la discusión. Profanos argumentan y porfían. La prevención se desvanece entre opiniones sin ninguna base científica: que si la abuela dijo, o el compadre contó. Organismos internacionales se empeñan, financian estudios, organizan encuentros para difundir hallazgos e intentar prevenir, pero la insensatez se impone.

Todavía se repite que el tsunami que devastó a Nagua, en agosto del año 1946, fue una señal divina. Rechazan que aquel fenómeno se produjo como consecuencia del terremoto, magnitud 8.3 en la escala Richter, que estremeció la isla.

Después de la reciente publicación de los resultados de la encuesta Gallup-Hoy, las discusiones son continuas. Primero, como es tradición, procede la descalificación de las personas responsables del diseño de la muestra. La objeción al método, sin revisar la ficha técnica. Es preferible captar atención con la injuria y no con el análisis. Decir “todos” creemos, “todos” apoyamos. Sin cifras ni aval.

No importa la ratificación de los resultados con los hechos. La soberbia, hija de la estulticia, ofrece otra conclusión. Porque existen preconceptos fundacionales en el colectivo que de tanto repetirse parecen verdades. Los sofismas nos circundan. La imaginación teje una maraña fantástica y el trabajo de campo, de una firma encuestadora, es transformado en una conspiración, un proyecto desestabilizador, una trampa, un misterio.

Los detractores prefieren mencionar las excepciones para evadir la regla. Citar los fracasos y omitir el recuento de los aciertos. Hubo y habrá errores, algunos paradigmáticos. Atender la explicación y la justificación de los expertos, aun sin compartirlas, es recomendable. La lista es extensa, recordar casos emblemáticos, procede.

En el año 1948, el candidato republicano Thomas Dewey, era el favorito de los electores estadounidenses. Tres días antes de las elecciones, las firmas encuestadoras suspendieron los sondeos. La percepción equivocada, redactó el titular del “Chicago Daily Tribune”: “Dewey derrota a Truman”.

El candidato ganador había continuado su trabajo para sumar votos, mientras el contendiente descansaba, convencido de su victoria.

Mario Vargas Llosa y el movimiento Libertad, disfrutaban de la aceptación de la mayoría, decían las encuestas. La propuesta del escritor, en la campaña para la presidencia de Perú, en el año 1990, aseguraba su llegada a Palacio. El embate de Alberto Fujimori, empero, frustró el propósito. No aparecía en las encuestas y quince días antes de la primera vuelta electoral, tenía un 10% de aceptación. Obtuvo un 30% en la primera vuelta. El intruso en política ganó el balotaje con un 62.4%. El porcentaje demostró el fallo de las mediciones.

El atentado en la estación Atocha de Madrid, ocurrido el 11 de marzo del año 2004, causó un viraje dramático en las preferencias electorales. Hasta ese día, el candidato del Partido Popular era el preferido, tres días después, el candidato del PSOE ganaba. Conocer las razones es importante. Desacreditar, antes de indagar es un recurso vil.

Frank Marino Hernández, fallecido, uno de los pioneros en diseño e interpretación de encuestas, afirmaba que las encuestas casi nunca fallan. El sociólogo, profesor de “Métodos y Técnicas de Investigación Social” en la Facultad de Economía y Ciencias Sociales de la UASD, agregaba: “cambian los acontecimientos que se dan en la sociedad.” “… las encuestas, en manos objetivas, es lo mismo que un estetoscopio, en manos de un médico conocedor. Permiten el diagnóstico auscultando el sentir de la sociedad, en un momento determinado. Permiten también, conociendo los antecedentes del paciente- en este caso la sociedad- proyectar los cambios previsibles” (periódico Hoy 27.03.2004).

La encuesta Gallup-Hoy revela más que las preferencias electorales. Reparar en sus hallazgos evita afirmaciones irreflexivas, sin aval.

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