Aflora «la diplomacia de relaciones personales»

Aflora «la diplomacia de relaciones personales»

POR CLAUDIO CABRERA
El dislocamiento de los precios mundiales del petróleo obliga a adoptar buenas políticas por parte de los gobiernos y países, para minimizar un golpe inesperado a la economía, pero además requiere del conocimiento preciso de la cadena de elementos que intervienen en el proceso.

El aumento en los precios internacionales del petróleo afecta doblemente a la economía dominicana. De un lado, a través del efecto negativo que ha estado originando en el crecimiento de la economía estadounidense, cuya desaceleración afecta de inmediato a la economía nacional, y de otro, por el impacto maligno que representa en la reducción del Producto Bruto Interno, donde un punto porcentual en la subida tiene como respuesta la disminución en 0.024% en la tasa real de crecimiento económico para el período siguiente.

De acuerdo con un análisis sobre los reales efectos en el aumento de precios de los hidrocarburos a nivel mundial, «se encuentra que por cada punto porcentual de aumento del precio internacional del petróleo, la tasa de crecimiento del PBI real dominicano se reduce en 0.02%».

Dicho estudio, elaborado por el «Sumario del Grupo de Consultoría Pareto» y titulado «Petróleo y Desempeño Económico en la República Dominicana», resalta que constituye uno de los productos cuyo precio se encuentra sometido a mayor volatilidad, debido a la influencia de muy diversos factores.

Indica que en la medida en que un choque del petróleo reduce el crecimiento de la economía americana, ello constituye una vía adicional a través de la cual la economía dominicana resulta perjudicada.

Resalta el estudio que la inestabilidad política en países productores, la ocurrencia de conflictos armados, guerras, variaciones en el clima y cambios estratégicos en los niveles de producción, constituyen sólo algunos de los factores políticos, sociales, económicos y ambientales que impactan los precios.

Revela que el petróleo constituye un insumo de primer orden para el funcionamiento del aparato productivo en países desarrollados y en vías de desarrollo, por lo cual los países no pueden prescindir de su utilidad.

«En principio, -sostiene el estudio elaborado por el economista Rolando M. Guzmán, del staff de la Consultora Pareto -, las fluctuaciones en el precio del petróleo pueden afectar de forma significativa a los países importadores, puesto que implican mayores transferencias desde éstos hacia los países productores».

El documento sostiene que a esa razón se debe que en las economías desarrolladas, diversos estudios han estimado la magnitud del impacto producido por los precios del petróleo sobre las variables económicas claves, tales como la tasa de crecimiento del PBI y sobre la inflación.

Aunque advierte que los estudios sobre el impacto del petróleo en el contexto dominicano son escasos, indica que un estudio reciente efectuado por Odalís F. Marte y Brenda Villanueva, intenta aportar argumentos sobre el tema con miras a edificar sobre la necesidad de una nueva conciencia respecto a lo que representa el problema petrolero para el país.

Para ello se utilizan técnicas econométricas destinadas a cuantificar la sensibilidad del Producto Bruto Interno (PBI) y la tasa de inflación dominicana ante los cambios en los precios mundiales del petróleo.

Resalta que las implicaciones de los aumentos en el precio del petróleo que se verifican en los mercados internacionales están en función de la percepción de los agentes económicos sobre la duración del ciclo del alza y de las posibilidades de nuevos incrementos en el corto y mediano plazos.

Sostiene que un incremento en el precio considerado de carácter permanente afectaría en forma negativa el PBI, al reducir la oferta agregada tanto por el aumento en los costos totales como por la reducción en la productividad.

De otro lado, sostiene que un aumento del precio del petróleo que es percibido por los agentes económicos como una perturbación transitoria, no debería afectar el nivel del PBI a largo plazo, «puesto que su efecto sería compensado por otros factores económicos».

También refiere que según los estudios elaborados al respecto, los choques del petróleo han sido una importante fuente de fluctuación del producto en los Estados Unidos durante las últimas décadas.

Otros estudios indican que la causa de las fluctuaciones en la actividad económica de los Estados Unidos no lo constituye el choque petrolero en sí mismo, sino la respuesta de la política monetaria al choque asumida por el Tesoro estadounidense que a su vez impacta entre sus socios comerciales. Dependiendo de si se emprende una política monetaria restrictiva o abierta para favorecer las bajas, alzas o constantes en las tasas de interés, se comportará el resto de la economía.

Los estudios han mostrado hallazgos importantes en los países en vías de desarrollo, dependiendo a su vez de los choques petroleros. «En particular, se ha encontrado que los efectos varían dependiendo de la intensidad en el uso del petróleo de los procesos productivos de un país», sostiene.

Se recuerda en este sentido, que los países menos desarrollados tienden a utilizar mayor cantidad de petróleo que los países desarrollados para producir cada unidad de producto, lo cual implica una baja intensidad en el uso del combustible.

PETRÓLEO E INFLACIÓN

Un debate importante ha enfocado el problema de hasta qué punto mayores precios del petróleo inducen a presiones inflacionarias sobre la economía.

«Esto pude generarse por varias vías, tales como el aumento de los costos de los insumos, reducción de la demanda de bienes no petroleros y la caída en la inversión». En adición los ingresos tributarios se verían reducidos con una caída en la actividad económica, el déficit fiscal tiende a aumentar y, en consecuencia, suben también las tasas de interés.

De hecho, se explica que la presión inflacionaria que prosigue a un incremento del precio del petróleo, generalmente promueve una presión sobre el alza en los salarios nominales, «todo lo cual alimenta un círculo inflacionario».

Asegura que cuando el precio del barril del petróleo en el mercado, aumenta, el traspaso del alza del precio internacional del petróleo al índice de precios local actúa generalmente con un rezago de un trimestre, lo cual refleja que en adición al peso directo de los precios de los derivados del petróleo en el Indice de Precios al Consumidor (IPC), los mismos actúan también a través de los precios de los productos en cuya producción son insumos.

El análisis sostiene que en la República Dominicana, las importaciones de petróleo representan un componente importante de las importaciones nacionales, pues la participación de la factura petrolera en el total de las importaciones se mantuvo creciente durante los años setenta, hasta llegar a un valor superior al 25% a mediados de los ochenta.

Desde ese momento en adelante, las importaciones de hidrocarburos perdieron participación en las compras externas, aunque la tendencia creciente reapareció, según el citado estudio, hacia los últimos años de la década del noventa.

En el transcurso del período 1996-2002, las compras de petróleo promediaron un 10.76% de las importaciones dominicanas totales, según las cifras disponibles.

La aprobación de la Ley de Hidrocarburos (112-00), en el año 2000, establece la fluctuación de los precios de los productos derivados del petróleo, «eliminándose formalmente la discrecionalidad en la política de ajuste de los precios internos de los combustibles».

Una data trimestral correspondiente al año 2000 con datos trimestrales, verifica que los movimientos trimestrales del precio del barril influyen en forma negativa en el PBI dominicano con cuatro trimestres de rezago. Por cada punto porcentual de aumento en el precio internacional del barril, el PBI dominicano disminuye su tasa de expansión en cerca de 0.04%.

NUEVO ROSTRO EN RELACIONES EXTERNAS

Una foto en que aparece el presidente Leonel Fernández junto a sus colegas, el presidente venezolano Hugo Chávez y el primer ministro cubano Fidel Castro, desató la campaña de elementos conservadores en el país que, al parecer, consideran inconveniente que el mandatario dominicano se mezcle en lo que aparenta un «cóctel» izquierdista. Quienes así opinan, olvidan que la política exterior de «cara a cara» fue inaugurada hace más de un siglo por los mandatarios europeos y siempre dio buenos resultados para confrontar situaciones adversas al interés nacional de aquellas naciones del viejo continente.

El inicio en este estilo de «diplomacia de relaciones personales» como la denomina Henry Kissinger, fue el resultado de la necesidad de un nuevo diálogo entre los países, basado en nuevas relaciones económicas y políticas concretas con posterioridad a la desaparición del «orden de Versalles» y se modificó tras la Primera Guerra Mundial. «Desde entonces- justifica Kissinger -, se ha acelerado la tendencia a llevar las relaciones al plano personal». Ese fue el gran hito al que dieron fundamento los ministros del exterior en 1925 cuando se dieron cita, cara a cara, los ministros de tres países beligerantes, Austen Chamberlain, por Inglaterra; Aristide Briand, por Francia y Gustav Stresemann, por Alemania, que se reunieron para sellar el Pacto de Locarno y evitar una nueva confrontación con Alemania y su rearme.

La importancia de dicho estilo de diplomacia radica en que los mandatarios o sus más conspicuos representantes tienen plenos poderes para negociar entre sí en los puntos en que cada quien debe ceder y confrontar los costos-beneficios. «Desde entonces» – sostiene H. Kissinger-, se ha acelerado la tendencia de llevar las relaciones al plano personal», lo cual explica la propia presencia de Richard M. Nixon, en todos los medios de comunicación del mundo junto a Mao Tse-Tung en plena Guerra Fría, como parte de su política de contén contra los soviéticos.

Si bien es cierto que el panorama mundial se ha modificado radicalmente y que ya los problemas de entonces no se dirimen con las mismas herramientas de la diplomacia, ahora esos estilos, aparentemente viejos en la diplomacia secular de los países más poderosos, parecen emerger como un arma nueva para los países pequeños, que como la República Dominicana, ahora deben aprender a moverse en la arena de la diplomacia internacional.

El gran problema del país radica en que precisamente, lo debe hacer en el momento de mayores adversidades para su economía, acudiendo en medio de una crisis en que un factor para la supervivencia económica que no es producido localmente como es el petróleo, está precisamente disponible y en manos de la «izquierdista» Venezuela, principal proveedor de la República Dominicana.

A pesar de las críticas a los aparentes efectos de relaciones públicas que revisten los encuentros de los mandatarios de las naciones, la diplomacia emprendida por el presidente Fernández rompe con la vergonzosa timidez de gobiernos tradicionales dominicanos de subsumir sus decisiones al exclusivo interés de los Estados Unidos, inequívocamente el principal socio comercial del país. Al otear la posibilidad de nuevos socios y nuevas modalidades de asociación, el país logra superar barreras que probablemente socios tradicionales no pueden eliminar. Ha sido lo mejor que hemos tenido en materia de política exterior.

Inmersos en una guerra como en la que se encuentra actualmente los Estados Unidos, donde, entre otras cuestiones median intereses petroleros, los Estados Unidos no disponen de toda la capacidad para atender a los requerimientos de los países que hoy, como la República Dominicana, se encuentran sumidos en una crisis económica en que está comprometido su futuro inmediato y a largo plazo.

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