Como si fuera un cuento de hadas o algún episodio satírico de las películas de Charles Chaplin, duele afirmar que el continente africano es el más rico; y al mismo tiempo el más pobre de todo el planeta. Por ello, con el mismo se pone de manifiesto de manera inequívoca aquel famoso refrán de que: “Los gobiernos pasan, pero el hambre queda”. La oprobiosa desgracia de África fruto de las apetencias desmedidas ha sido tan opulenta, que se ha comprobado la teoría de Deng Xiaoping de que. “No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones”.
Desgracia e Importancia Geoestratégica.
Increíblemente, en África a pesar de sus enormes recursos de todo tipo; más de 30 millones de niños y niñas no asisten a la escuela, y el 20% tiene alguna discapacidad. La malaria causa la muerte de 3 mil niños africanos al día y la esperanza de vida es de apenas 46 años principalmente, como consecuencia del VIH/SIDA ya que registra el 70% de los casos del mundo con más de 2,2 millones de muertes al año y, cada vez con mayor proporción de mujeres infectadas. Asimismo, como resultado de esa crisis 1,500,000 mujeres mueren cada año durante el embarazo o el parto y, un 45% de los recién nacidos muere en las primeras 24 horas.
De igual forma, según los datos del PNUD 500, 000 africanos abandonan anualmente el continente, más de 300 millones viven con menos de un dólar al día y, el 43% de la población no tiene acceso al agua potable. Con el agravante, de que su población está pronosticada a duplicarse antes del 2050. Paradójicamente, dentro de toda esa desgracia África posee el 57% del cobalto del mundo, el 47% de los diamantes, el 17% del uranio, el 13% del petróleo, el 23% del oro, el 44% del cromo, el 39% del manganeso, el 80% del coltán y muchísimos otros recursos y espacios estratégicos; los cuales han sido su bendición y su desgracia.
El Imperialismo Ortodoxo.
Más allá de sus problemas antropológicos y sociológicos, la verdadera desgracia del continente africano comenzó desde la exploración del británico Henry Stanley financiada por el Daily Telegraph y el New York Herald en 1874. Desde entonces; África se convirtió en la suma de todas las ambiciones posibles. En efecto, gracias a las apetencias de Leopoldo II de Bélgica, de Pierre de Brazza y muchos otros, tan solo 10 años más tarde después del viaje de Stanley ya las potencias europeas se estaban repartiendo a su antojo todo el continente conjuntamente con sus riquezas; en la famosa Conferencia de Berlín de 1885.
En consecuencia, gracias a la superioridad militar y a la milenaria ignorancia de esos pueblos tribales, en menos de 40 años exceptuando a Liberia y Etiopía ya toda la geografía del continente estaba colonizada por los europeos. Los mismos no solo ocuparon, saquearon, occidentalizaron y mataron a los africanos, sino que; además crearon las condiciones de dependencia de esos pueblos robándoles con ello la oportunidad de que puedan trillar sus propios caminos. Por eso, a pesar de haber salido de la fachada de colonizadores después de la Segunda Guerra Mundial; aún siguen desplegadas sus empresas y sus bases militares por todo el continente.
Colonialismo del Siglo XXI.
Dentro de una concepción Bismarckiana, el Consejo del Atlántico Norte que es la máxima autoridad de la OTAN, ha establecido que “la influencia de hoy en otros países se manifiesta a través de la inversión estratégica”. Por eso, las grandes potencias sobre todo las 5 del Consejo de Seguridad Permanente, han desplegado una guerra de millones por el control de los recursos estratégicos de África que en esencia; es el nuevo colonialismo del siglo XXI. Dentro de esa conflagración de chequeras China se ha consolidado como el máximo inversionista sobrepasando hoy los 250,000 millones de dólares.
En ese sentido, esos que son los responsables del genocidio de millones de personas en las guerras de Argelia, Uganda, Somalia, el Congo, Sierra Leona, Libia y muchos otros; son los mismos que tienen hoy casi 100 bases militares en África escudados bajo la supuesta lucha contra el Yihadismo. Son los que tienen al AFRICOM enclave de intereses energéticos, el despliegue de la Shell y BP Company, y hoy 2,500 empresas chinas y más de 2 millones de empleados escudados bajo el concepto de inversión extranjera, cuando en realidad África es una pieza fundamental de la Nueva Ruta de la Seda; proyecto con el que China se propone a dominar el mundo.