A veces uno se queda tan sorprendido con las cosas de los muchachos de estos tiempos, que uno ni sabe qué pensar… Y escuchándolo hablar hace unos días de enamoramiento, me di cuenta por las expresiones que dice escuchar de sus amiguitos, que cuando un niño manifiesta tener novio/a es porque se ha producido una confusión terminológica y de significado en la mente del menor.
Todo, porque la cultura actual en la cual estamos inmersos los papás de menores, podemos inconscientemente estar erotizando en exceso unos sentimientos de afiliación normales en cada etapa evolutiva. Los padres debemos tener presente que somos los encargados de la educación emocional de los hijos y debemos ser conscientes de cómo nuestra propia filosofía del mundo influye en la regulación de la experiencia y de la expresión emocional. Porque así como cuando son bebés no saben expresar lo que sienten o les pasa, así mismo debemos asumir cada proceso evolutivo de nuestros pequeños, porque somos nosotros los intérpretes, es decir, los que comenzamos a organizar las experiencias que el niño vivirá. De esta manera ayudaremos a que determine por sí mismo a quién acercarse y de quién alejarse según le agrade o le moleste una persona.
Es preciso tener pendiente que durante los primeros años los niños van conociendo sus primeras emociones. En esta etapa es cuando aprenden a organizar las experiencias ligadas a los sentimientos y es aquí cuando comienzan a registrar una forma de reaccionar al amor y a la cercanía física.
Desde preescolares, entre los 3 y 5 años, los niños se “enamoran” de sus padres, quieren entretenerse con el papá o la mamá, lo cual es completamente normal y parte del desarrollo psicosexual. Esto es lo que se conoce desde el psicoanálisis como complejo de Edipo o de Electra, ya que cuando el niño se “enamora” de su madre y compite con su padre, es cuando inicia el desarrollo de su identidad sexual. Por supuesto esto ocurre a nivel de la fantasía, pero se puede ver también en la conducta de los niños y niñas.
Además antes de los 2 años de edad, los niños se relacionan preferentemente en pareja, no mostrando preferencias de género. Será al final de la primera infancia cuando los niños empiecen a ser capaces de identificarse como pertenecientes a uno u otro género y sepan diferenciar el género de los otros. Es lo que se conoce como identidad de género. Y es por esto, que no será hasta los 8 años cuando el concepto de amistad se convierta en una relación recíproca; no siendo hasta los 10 años la edad en la que en ese intercambio participen, además, sentimientos y pensamientos; ahí entonces, la relación podría adquirir un carácter más íntimo.
Así que cuando nos digan que están enamorados, sintámonos orgullosos de que le hemos dado el cariño suficiente para que nuestro hijo tenga la confianza de buscar otras figuras de amor. Entendamos que sus funciones para enamorarse en la primera infancia están listas y eso se debe mucho a que vive en un entorno armonioso y amoroso.
Muy importante es que, en ningún caso, debemos quitarle valor a la expresión emocional con frases del tipo «esos son tonterías», o «los niños de tu edad no saben qué es eso». Lo que debemos es tratar de reorientar el significado que el niño está dando a emociones que denotan deseos de cercanía y afiliación.
En definitiva este enamoramiento de la niñez, se caracteriza sólo por una atracción del niño hacia una compañera, junto a la cual se siente nervioso, distinto y especial. Ahora bien, estos sentimientos se parecen a los de los adultos pero sin el componente sexual, por lo que son relaciones no erotizadas e ingenuas, lo cual es fundamental que los adultos comprendamos.
Los padres deben afrontar esta etapa de los hijos con total naturalidad y comprensión, ya que todos hemos pasado por esa situación y debemos ser empáticos con ellos, y aprovechemos para dialogar más: aportémosles consejos, experiencia, apoyo, etc, pero sin entrometernos ni decidir por ellos. Que sepan que estamos ahí para lo que necesiten, es muy importante.