Agencia de una diplomacia comercial (I de 2)

Agencia de una diplomacia comercial (I de 2)

POR HUGO GUILIANI CURY
La comunicación y la difusión de lo que se hace es esencial para poder lograr las metas de una diplomacia que quiere darle importancia a la diversidad de sus relaciones externas, lo cual es determinante en un mundo abierto y globalizado.  Es en ese sentido que procederé a mostrar tres ejemplos, dos ya ejecutados y otro por realizar en términos de lo que es una agenda diplomática comercial. 

La Diplomacia Comercial

Estamos viviendo y operando en una época de globalización donde las fuerzas del mercado son decisorias.  Es un medio en el cual las políticas gubernamentales, las de las entidades de carácter internacional, las necesidades de los consumidores, los objetivos de las organizaciones no gubernamentales, los intereses externos y los negocios privados así como los medios de comunicación interactúan en forma colectiva dando forma final a los eventos que diariamente ocurren en el mundo.  Esta es una de las razones por la cual la política exterior de nuestros países cada vez más ha ido derivando a ser una especie de “diplomacia comercial”.    Esta la podríamos intentar definir como un arte donde se formulan estrategias y se actúa en forma táctica para la diplomacia obtener oportunidades de negocios e inversiones para la nación que representa.

Es dentro de este contexto que el diplomático actual debe desarrollar sus actividades, utilizando las estrategias adecuadas y accionando en una forma táctica con la finalidad de lograr los objetivos deseados.

El Ejemplo de Chile

Chile hace muchos años atrás decidió que su desarrollo económico sería fundamentado en la expansión de sus exportaciones, lo cual se hace evidente por la cantidad de tratados de libre comercio que ha realizado así como por la diversidad de objetivos en esos acuerdos.  Ese país desde la década del setenta al presente, ha logrado aumentar sus exportaciones a un 30% de su PIB y el número de sus productos exportados a unos 3750.  Actualmente Chile tiene acuerdos de libre comercio con unos doce países o regiones, lo que ha dado lugar a que sus importaciones y exportaciones no dependan de un solo mercado y más bien están distribuidas entre América del Norte, América del Sur, Europa y el Asia.  Algunos ejemplos de los acuerdos que tiene Chile con naciones fuera de nuestro continente son:

Singapur: el objetivo fue crear en ese país una plataforma para las empresas chilenas que busquen ingresar al mercado asiático, ya que Singapur es el centro logístico del Asia y posee el segundo puerto más importante del mundo.

Nueva Zelanda: Se ha desarrollado en base a productos provenientes de recursos naturales como las carnes, lácteos y lana, Chile busca transferir parte de ese conocimiento a rubros locales vía las alianzas entre sus sectores privados.

China: Representa un enorme mercado potencial para los productos chilenos.  Pero además Chile tiene el objetivo de servir de país puente entre China y Suramérica.

La India: El objetivo aquí es también posicionarse como una plataforma de inversiones y ser un nexo entre la india y América Latina.

Esto nos deja ver que Chile en sus TLC no sólo ha buscado un mayor acceso de mercado para sus productos sino también para las inversiones y a la vez servir de país puente para tomar ventajas de los diversos nexos que se desarrollan cuando se tienen estos acuerdos.  He querido mostrar el caso de Chile porque ese país ha sido exitoso en lograr avances económicos y la política comercial externa ha sido una pieza clave en esos resultados.  Chile, como he señalado, ha preferido abrir y diversificar su economía y por ello vemos el elevado número de tratados de libre comercio que posee, teniendo según el caso objetivos diferentes.  Existen a mi entender ciertas similitudes en lo que ha hecho Chile y en el proceso que República Dominicana está realizando.

La Agenda de Washington y el caso del RD-CAFTA:

En nuestro caso, un ejemplo de diplomacia comercial fue la acción llevada a cabo en Washington en el período 2002 – 2004.  Cuando salí hacia esa ciudad llevaba un tema de carácter comercial que era prioritario en la agenda de trabajo a desarrollar en los Estados Unidos. Este era obtener que Estados Unidos le diera a República Dominicana un tratamiento similar al otorgado a los países centroamericanos y a Chile en cuanto a un Tratado de Libre Comercio.  Empero además de ese tema tenía una amplia agenda con unos treinta puntos que abarcaban aspectos económicos, políticos, sociales y de seguridad, así como los referentes a la comunidad dominicana radicada en Estados Unidos.

Conocía que en esa agenda entrarían los temas que uno hereda y que han sido tradicionales en la labor de un Embajador en Washington, como el de la migración y el de las deportaciones de dominicanos. También y dado lo ocurrido en Septiembre 11, 2001, se podría vislumbrar que otros temas, ajenos a esa agenda tendrían que ser incorporados en un futuro cercano, como de hecho ocurrió. Ese fue el caso del conflicto de Estados Unidos con Irak y la participación de tropas dominicanas en la coalición de países que se formó. Un punto que tampoco estaba en el equipaje con que viajé, pero que tomé la iniciativa de incorporarlo en el último año de mi gestión fue el realizar acercamientos en Washington para determinar sobre la viabilidad de establecer relaciones diplomáticas con países del Medio Oriente y Asia. Este fue el caso de la China Continental y de los países del Golfo Árabe. El otro tema de agenda que tampoco esperaba fue cuando el país tuvo las quiebras de varios bancos y una fuerte crisis económica. Esto dio lugar a incorporar una nueva tarea, ya que el gobierno norteamericano, así como los organismos internacionales estuvieron muy atentos a lo que ocurría en el país y por ello Washington súbitamente se convirtió en el centro de acción para la búsqueda de posibles soluciones a esa situación.  Igualmente lo fue el caso de la crisis haitiana que tuvo como resultado la caída del Presidente Aristide con la intervención de tropas extranjeras.  Como último pero no menos importante fue el trabajo de rehabilitar la bella y vieja residencia que posee el Estado dominicano en Washington. 

Fue una agenda interesante y al final de la misión, como era lógico, se obtuvieron resultados positivos y negativos en algunos puntos de ella y en otros se avanzó para que estos fueran continuados por mi sucesor.  Entiendo que a través de la agenda y de los resultados obtenidos, nuestra Cancillería puede evaluar la gestión de un embajador.  Lamentablemente en esta ocasión no me es posible tocar cada uno de los temas y procederé a continuar con el punto más importante de lo que fue esa agenda comercial.

El CAFTA era la prioridad y este tenía objetivos comerciales, políticos e institucionales para nuestro país.  Algunos de estos eran:

* Eliminar la incertidumbre que existía con la finalización de la iniciativa para la Cuenca del Caribe en el 2008.

* No quedarnos en una posición de desventaja frente a Centroamérica en la relación de acceso al mercado norteamericano y a sus inversiones.

* Cubrir el riesgo de un ALCA cuyas negociaciones no progresaban.

* Continuar el proceso de reformas y el mejoramiento institucional en el país.

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