Agenda

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El país necesita trazar un camino hacia el porvenir, definir metas diseñadas a partir de nuestras posibilidades en todos los órdenes y poner las prioridades en su justo lugar, en el contexto histórico que corresponda.

La más reciente referencia a esta necesidad la ha hecho el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, quien ha clamado porque en el año 2006 se le brinde atención a los pobres, la salud y la educación, tres aspectos de indiscutible influencia social y económica.

Desde hace mucho tiempo se ha estado hablando de esta necesidad, pero las fuerzas de la sociedad no parecen unificar criterios en definir los objetivos.

Ha primado la inmediatez, lo coyuntural y las medias tintas al pretender cotejar prioridades y definir medios y formas para manejarlas.

En la mayoría de los casos el consenso ha estado sujeto a las conveniencias particulares, a los intereses de grupos, y no ha faltado ocasión en que las posiciones adoptadas, en vez de tener en mira al país, pretenden hacer fracasar los esfuerzos y objetivos partiendo de intereses meramente políticos.

Posiblemente sobren dedos de las manos para contar los casos en que el consenso haya obedecido al interés nacional sin que estuviera de por medio el apetito particular o el condicionamiento de matiz político.

-II-

Por eso es oportuno el llamado que ha hecho el cardenal, pues se produce en momentos en que los asuntos de interés nacional son manipulados como instrumentos de capital político, haciendo o deshaciendo cosas sin medir las consecuencias beneficiosas o perjudiciales para el país, todo con el interés de hundir al contrincante político en víspera de un año electoral.

El hecho es que el Estado ha sido afectado por un accionar discontinuo, segmentado, sin una concatenación de acciones previstas para tener efectos a corto, mediano y largo plazos.

La invocación de la necesidad de hacer cambios suele producirse obedeciendo a coyunturas particulares.

La Constitución de la República ha sido, quizás, el ejemplo más elocuente de esta actitud.

Debemos emplearnos a fondo en la elaboración de una agenda de desarrollo fundamentada en valores éticos, que permita calibrar cada aspecto a partir de las necesidades reales del país.

Debe ser una agenda pulcra, libre del contaminante de los intereses particulares, aunque sí basada en las legitimidades y merecimientos de cada sector.

No debería ser difícil la tarea para un país cuyas fuerzas sociales hablan tanto de consenso y transparencia.

No debe de serlo porque cada uno conoce las prioridades de este país, aunque muchos suelan distorsionarlas para ganancia de sus causas y perjuicio del resto de la sociedad.

Trabajemos en esa agenda, por el bien del país.

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