Agenda latinoamericana
Facilitando las cosas para Ortega

Agenda latinoamericana <BR><STRONG>Facilitando las cosas para Ortega</STRONG>

POR RICHARD LAPPER, ADAM THOMSON, JONATHAN WHEATLEY Y BENEDICT MANDER
Una victoria para Daniel Ortega siempre fue una posibilidad en las elecciones nicaragüenses de noviembre. Pero no hay necesidad para que la administración de Estados Unidos le de al candidato del izquierdista Partido Sandinista una mano. Alertar abiertamente sobre los peligros de una victoria del señor Ortega, como lo hizo sorpresivamente el embajador de EEUU en Managua la semana pasada, es una mala idea por varias razones.

Le facilita al señor Ortega capturar el sentimiento nacionalista que no está muy lejos de la superficie en Nicaragua, a pesar de algunos agrios recuerdos del régimen Sandinista durante los 80. Y asegura que -si gana las elecciones- el señor Ortega se incline con mucho mayor énfasis hacia el campo radical anti-noreamericano que están construyendo Venezuela y Cuba. Además, esa interferencia partidista también contribuye a la creciente polarización en un país donde el escrutinio electoral independiente va a resultar muy difícil.

El Partido Sandinista del señor Ortega tiene una influencia nada saludable sobre los jueces del país, y como dijera el ex presidente a El País, el diario español, hasta la observación por parte de la Organización de Estados Americanos será controvertida, en lo que respecta a los sandinistas.

Una intervención innecesaria por parte del Departamento de Estado de EEUU en Nicaragua ya había preparado el camino para una alianza no-santa entre el señor Ortega y Alnordo Alemán, el corrupto ex presidente por el Partido Liberal, que contribuyó al aislamiento político del presidente Enrique Bolaños. Eduardo Montealegre, el derechista que respalda Washington, todavía pudiera surgir triunfador, pero se ve menos probable.

La encuesta de la semana pasada de Zogby International le dio al líder sandinista una ventaja de 15 puntos en las encuestas, situándolo a un punto porcentual del 35% que necesita para el éxito. Y por supuesto, no es la primera vez que una intervención de una embajada ha tenido consecuencias negativas en la región. En Bolivia, hace cuatro años, EEUU descubrió que sus alertas sencillamente fortalecieron los atractivos de Evo Morales, que le permitieron concluir segundo en la contienda y establecer la base política que finalmente lo llevó a su victoria presidencial en diciembre del año pasado.

Amlo: ¿una amenaza vacía?

Cualquiera que haya estado en el Zócalo, la principal plaza de Ciudad de México, la tarde del sábado pasado, probablemente hubiera tenido la clara sensación de que vienen problemas para Felipe Calderón, el presidente electo del país. Ante decenas de miles de partidarios extasiados, Andrés Manuel López Obrador, el líder izquierdista que perdió frente al señor Calderón en julio, dijo que se proclamaba presidente electo, establecería un nuevo gobierno y continuaría su campaña de resistencia civil para hacerle la vida imposible al señor Calderón.

¿Suena a una revolución incipiente? Quizás. Pero al menos hay tres razones para pensar que el tono desafiante del señor López Obrador puede que no tenga la resonancia que él está esperando. La primera es que al auto-proclamarse presidente electo, el combativo opositor de 52 años se ha encerrado en lo que casi seguro será una movimiento de resistencia pobremente financiado, con la tarea gargantuélica de mantener el entusiasmo y el compromiso de sus partidarios durante los próximos años, en momentos en que muchos mexicanos ya están aburridos de las elecciones.

Segundo, el señor López Obrador tiene que asegurar el respaldo explícito -e implícito- de su Partido de la Revolución Democrática (PRD), además del Partido de los Trabajadores (PT) y convergencia, los dos partidos que lo respaldaron en las elecciones de julio. Ya parecen empezar a aparecer las grietas dentro del PRD y muchos miembros del partido pudieran distanciarse gradualmente de la bravata del señor López Obrador con el tiempo.

Tercero, con todo el tono desafiante del señor López Obrador, al menos ha habido dos disensiones posiblemente significativas durante la última semana. la primera se produjo cuando el señor López Obrador ordenó el fin de la ocupación de 48 días del Paseo de la Reforma, una de las avenidas centrales de la capital, para permitir el desfile tradicional del 16 de septiembre.

La segunda ocurrió cuando echó atrás su promesa de dar el Grito de Independencia el 15 de septiembre en el Zócalo. Los detalles del súbito cambio de planes siguen siendo oscuros, pero el resultado indica que, aunque sea ligeramente, el  propio señor López Obrador  puede ser capaz de llegar a acuerdos.

No hay dudas de que el señor Calderón, que asume el cargo el primero de diciembre, enfrenta una tarea difícil de unir un electorado dividido y polarizado. Pero la amenaza que plantea el señor López Obrador pudiera no ser todo lo que parecía.

Bolivia en deterioro

Vaya promesa la de Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia el 24 de agosto, de que no había más anuncios sorpresivos de su gobierno en la disputa con Brasil sobre la nacionalización de la industria de hidrocarburos de Bolivia, anunciada el primero de mayo. La semana pasada, Bolivia dio una sorpresa de estilo resonante, al decir no solo que estaba confiscando las refinerías propiedad de Petrobras de Brasil, sino que todos los ingresos de esas refinerías a partir de ese momento irían a YPFB, la compañía boliviana de hidrocarburos del sector público.

 “¿Qué quieren que haga?”, preguntó el presidente Luis Ignacio Lula da Silva de Brasil, “¿Invadir Bolivia?”.

El momento de la medida no pudo ser mucho peor, a dos semanas de que el señor Lula da Silva se enfrente a la reelección el primero de octubre, aunque aún la humillación por la política exterior es poco probable que afecte gran cosa el liderazgo del presidente en las últimas encuestas.

Bolivia “congeló” la iniciativa después de una andanada de protestas de Brasil, pero no la canceló. Brasil puede haber sido sorprendido por la manera en que se hizo el anuncio, pero su contenido era totalmente previsible. El presidente Evo Morales sigue cumpliendo sus reiteradas promesas. Como van las cosas, espere que pronto Bolivia confisque las instalaciones de Petrobras en dos campos de gas en las que ha invertido US$600.0 millones.

Sin embargo, mientras el proceso de nacionalización sigue desarrollándose como fuera anunciado, la política de hidrocarburos de Bolivia es claramente en desorden. YPFB carece de los recursos para administrar los activos que ha confiscado. Y la mano dura del gobierno está generando interrogantes sobre el daño que le hará a los intereses más amplios del país.

Antonio Palocci, el chico que regresa

Cuando Antonio Palocci renunció como ministro de Finanzas de Brasil en marzo, su papel como el hombre fuerte detrás de la ortodoxia económica de Brasil pareció concluir. Ahora, su propia libertad está en riesgo, cuando los fiscales exigen su procesamiento por delitos relacionados con escándalos de corrupción en Brasilia y Riberão Preto, su pueblo natal, que pudieran llevarlo tras las rejas hasta por 15 años.

El señor Palocci mantiene la calma. A menos que las fuerzas de la justicia actúen con celeridad sin precedentes, él será elegido diputado federal en las elecciones generales del primero de octubre, con cerca de un millón de votos. Bajo la ley brasileña, su nuevo status dificultará mucho más su procesamiento. Lo más interesante, él estaría de nuevo cerca del centro del poder. Dicen personas informadas que el señor Palocci todavía le habla al oído al presidente Lula da Silva en cuanto a la política económica, para consternación de altos ministros, como Dilma Rouseff (jefa de gabinete del presidente) y Guido Mantega (ministro de Finanzas), quienes están a favor de políticas más “desarrollistas”.

Sin status ministerial, por supuesto, le resultará más difícil al señor Palocci impulsar las reformas que defendió en el pasado, como reducir el gasto del gobierno en nóminas y pensiones para dejar más dinero para el desarrollo. Pero cuenta con el entusiasmo de un fanático para la reforma que a sus adversarios le resultaría difícil contener, y estaría situado de manera ideal para articular el respaldo en el piso de la cámara baja.

Si resulta así, sería la única oportunidad que tendría una segunda administración de Lula para producir el “espectáculo de crecimiento” que prometió hace cuatro años, y que hasta ahora está por ver. Eso sí, mientras se mantenga fuera de la cárcel.

La artimaña de Kirchner

Es un truco conocido. Después de ocho años consecutivos de crecimiento económico entre 85 y 90%, el gobierno de Argentina -en sus propuestas de presupuesto remitidas al Congreso el viernes, está estimando un incremento de solo 4% para 2007. Nadie espera en realidad que sea tan bajo, por supuesto; la mayoría de los estimados para el crecimiento del PIB el año próximo son alrededor de 6%-7%. Pero al subestimar sustancialmente la tasa de expansión, y por lo tanto, los correspondientes niveles de ingresos por impuestos, el gobierno se está garantizando un excedente que podrá gastar como le plazca.

Todo apunta a un gran incremento en el gasto. Para empezar, la ley de presupuesto que se debatirá en las próximas semanas propone un incremento en el gasto para 2007 30% más alto que la propuesta original del año pasado. Con una elección a un año de distancia, el aumento es principalmente para financiar incrementos en salarios, pensiones, gasto en infraestructura y educación. Recuerde, además, que el gobierno ganó recientemente nuevos “superpoderes”, que le permiten re-asignar el presupuesto de gastos sin la aprobación del Congreso.

¿El peligro? Cuando el gasto del gobierno aumenta más rápidamente que los ingresos, a los economistas les preocupa que el excedente fiscal -uno de los pilares centrales del éxito del señor Kirchner- sufra. El viejo espantajo de la inflación, que en gran medida, gracias a los controles de precios y congelación de tarifas se ha mantenido en los laterales durante 2006, pudiera retornar al centro del escenario.

VERSION: IVAN PEREZ CARRION

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