Nacer y morir, anverso y reverso de una misma moneda. El desarrollo humano describe una curva circular la cual asciende, consigue su punto máximo para luego comenzar un lento y progresivo descenso como si volviese a su punto de origen, graficado en el anciano cuando expresa ciertas características propias del infante.
Nuestra inercia existencial nos crea el falso espejismo de la eternidad y por eso muchos vivimos engañados sin pensar ni un segundo que tendremos un final. Algunos privilegiados están conscientes de lo efímero del vivir y por ello se preparan para el obligado aterrizaje.
Cada día son más las personas que voluntariamente donan órganos tales como ojos, riñones, hígado, corazón y pulmones, entre otros, para ser removidos una vez sean declarados fallecidos.
Conmovedor me resultó leer en la revista médica New England Journal of Medicine en su número correspondiente al jueves 23 de julio de 2020 el caso de una dama estadounidense de 76 años, viuda, diabética, hipertensa, con cifras altas de colesterol, asmática, residente en un asilo de ancianos, varios de ellos positivos para el coronavirus.
De más está decir que la señora contrajo la infección, pero lo asombroso fue saber que la paciente le pidió a su hija un último deseo de vida: quería donar su cuerpo a la ciencia para mayor aprendizaje acerca del covid-19 durante la pandemia.
El hospital general de Massachusetts llevó a cabo la autopsia en la que se demostró extensa afección de ambos pulmones causada por el coronavirus (SARS-CoV-2) resultando en una mortal insuficiencia respiratoria.
El doctor Stone habló de la importancia de una necropsia para establecer la causa básica real de muerte con un valor agregado de 50% de hallazgos no sospechados por los clínicos tratantes. La quinta parte de los diagnósticos establecidos mediante la necropsia no fueron siquiera sospechados clínicamente.
Desde la pandemia por Influenza en la Europa de 1918 la autopsia ha jugado un rol muy importante en la comprensión de los mecanismos a través de los cuales el virus genera las alteraciones patológicas en tejidos, órganos y sistemas del cuerpo humano.
En el 2020, otra vez los estudios postmortem han permitido un mejor entendimiento y manejo terapéutico del covid-19. Por considerarlo interesante transcribiré el último párrafo de lo comentado por el doctor James R. Stone: ” Quizás el acto de la realización de esta necropsia fue emocionalmente de mayor beneficio para la hija que los resultados arrojados por la misma. En nuestra conversación, la pariente reflejaba el desamparo que sintió mientras su progenitora estuvo enferma, su agonía, al igual que el ambiente pandémico. Sin embargo, ella se reconfortó al entender la utilidad de la autopsia”.
Conseguir institucionalizar y estandarizar la realización de necropsias en la investigación médico legal y clínica de las muertes ha sido una labor titánica durante décadas en la República Dominicana.
Lograr sensibilizar a los gobiernos ha resultado ser una tarea amarga, dolorosa y frustrante. Sin embargo, no han conseguido doblegar nuestro optimismo en un mejor porvenir. Nuestra nación como parte del conjunto de países que componen la Organización Mundial de la Salud está obligada a marchar hacia delante sin posibilidad de retroceso.
La mortalidad materna e infantil nos obligan a descubrir las verdaderas causas de los decesos y así poder elaborar políticas atinadas que reduzcan de una vez y por todas los vergonzosos índices de fallecimientos de madres y niños que por décadas vienen siendo una afrenta nacional.