Agonía y desnudo del poeta Mármol

Agonía y desnudo del poeta Mármol

Decidí llegar temprano y ocupar el sitio estratégico, donde no solo mirar el semblante del poeta, si no, verle gesticular, su coloración, su respiración, y deglutir el incurable aprendiz de la poesía y del ensayo como él mismo se definiera.

Verle ahora recibiendo el Premio Nacional de Literatura, junto a los grandes de las Letras Dominicanas y propulsores del pensamiento y de la cultura. Apenas empezó a expresar sus palabras y dejó salir el niño inconforme, rabioso, tierno y la agonía que vive en él; dijo: “Escribo para, a través del misterio de la palabra y el pensamiento, subvertir en el lenguaje y la imaginación el régimen opresor de la realidad establecida, la orgía de sangre y oro de los poderes fácticos, la aberración humana de las guerras; para combatir el hecho bochornoso de la inversión de la jerarquía de valores y el engaño de quienes habrían de tener el deber  de dirigir las naciones para beneficio de sus conciudadanos haciéndolo, en cambio, para su particular y vergonzoso beneficio. Escribo, reafirma el poeta, inconforme, para que la poesía, en cuanto que profunda virtud del espíritu poseso de una lengua y una cultura, sea, como lo soñó el poeta  y libertador José Martí, parte esencial del progreso verdadero de la humanidad y de la educación de los pueblos.”

Allí, en la sala del teatro, había un silencio terapéutico pero hecho catarsis, donde las personas apenas respiraban. Escribo, volvió arrematar el poeta, “para encontrarme en el otro y construir juntos, del yo a tú, en perpetua actitud de diálogo, la senda de la justicia en la sociedad”. Sentí que se iba a descomponer, debido a que subía de color, y se apoyaba en su mano izquierda. Mármol hacía complicidad con su identidad asumida de los “80” en el taller literario César Vallejo; pues vomitó la ideología y la agonía de la palabra autista de la intelectualidad cómplice y canalla de espíritu conservador. El poeta habló de la sociedad líquida y light, del desafío existencial, del hedonismo y consumismo en que cientos de personas terminan en adicción.

En cada expresión se presentaba al desnudo para no esconder nada humano. Decía: “Escribo para anteponer la vida a la muerte, la luz a la sombra, la alegría al dolor, el amor al desamor. Escribo porque es mi mayor acto de libertad. Escribo, pues, porque de no poder hacerlo, preferiría morir. Así le ponía remedio a su desafío existencial. 

Confieso que le miraba y le admiraba, me seducía y me convencía, aunque le conozco, más bien me confirmaba su condición de persona y de intelectual educador de la palabra. Al final terminé de pies golpeando ambas manos y sonriendo con los de al   lado.

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