Agosto de 1957

Agosto de 1957

La Dirección General de Rentas Internas disponía cómo, cuándo, dónde y cuáles días debían revisarse los vehículos del país, para fines de otorgar el permiso de circulación que se renovaba todos los setiembres de cada año.

Trabajaba en la Sección de Vehículos de Motor de la Dirección y como era un excelente mecanógrafo, rápido, certero y limpio, se me encomendó escribir los oficios que ordenaban a las Colecturías de Rentas Internas los días en que debían colaborar con los inspectores en la revisión de los vehículos, que entonces eran unos cuantos miles.

Se publicaba en la prensa los días correspondientes a cada pueblo. Los conductores estaban sobre avisados. Los dueños de los pocos carros privados, de las dos o tres guaguas y carros que ofrecían el servicio interurbano, podían planear su tiempo para cumplir con el requisito. Para la cantidad de vehículos de entonces, los lugares y días en los cuales se revisaban los vehículos eran suficientes.

Aquellos 38 oficios impecables me fueron devueltos porque había escrito Setiembre. Luego de una discusión en la cual mantuve con firmeza que la grafía era correcta, el argumento que primó para repetirlos fue que en Rentas Internas nunca se había escrito Septiembre sin P. Inteligente argumento.

Entonces había más respeto por la vida, guaguas, camiones y carros no tenían el aspecto de peligro público que tiene un altísimo número de vehículos que transitan por calles, caminos y carreteras, sin luces, sin ventanas, con las puertas amarradas con cualquier pedazo de soga de la más fina, de la que tiene menos fuerza.

Mi primo Tirso Gautreaux Ibarra vivió los últimos cuarenta años de su vida en Nueva York. Venía todos los años para las navidades. El primer año que nos visitó, contaba, con asombro, las condiciones de un vehículo que vio transitar con el rimbombante letrero de “Taxi”.

El auto tenía dos huecos delante y dos huecos detrás pues como era de día no necesitaba las luces, la placa estaba sostenida en un imposible equilibrio con un trozo de alambre, no tenía, por supuesto, ni bocina ni luces direccionales las que el “taxista” sustituía con las malas palabras que regalaba a quienes se interponían en su camino, carecía de ventanas y el cristal trasero había sido reemplazado por un trozo de plástico que una vez fue transparente, además, la rueda delantera derecha tenía un zapatón.

Le pido al Ministro de Obras Públicas que abra 500 nuevos puestos de revisión de los vehículos, que se facilite el cumplimiento del requisito y que no se convierta esto en un nuevo disgusto para el pueblo, que actúe con sensatez. Estoy seguro de que el Ministro no quiere una huelga general por asunto tan nimio.

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