Los dominicanos: conservadores o acatados sociales

Los dominicanos: conservadores o acatados sociales

Las ciencias sociales y la psiquiatría social deben buscarles las determinantes del comportamiento y mentalidad de la sociedad dominicana para aproximar a un diagnóstico que nos ayude a establecer un tratamiento, para detener la septicemia social generalizada que se disemina en el tejido social.

El Papa Francisco hace un mes que angustiado por las intrigas, los chismes, el grupismo, la búsqueda de notoriedad, confort, acumulación y dejadez por lo trascendental, dijo: “Estamos sufriendo del Alzheimer espiritual y de la esquizofrenia asistencial”. Se refería a dos trastornos crónico, disfuncional y de mal pronóstico, de donde se espera muy poco en orden de la conciencia, del pensamiento, del afecto y de la actitud al servicio.

La sociedad que vivimos, a decir de Andrés L. Mateo, es una sociedad secuestrada. El profesor Juan Bosch hablaba de una sociedad sin una clase dominante, sin conciencia y sin desarrollo social que imponga las ideas, el orden y las reglas para el proyecto de nación; también reflexionaba Bosch sobre la falta de educación, del atraso político y de la influencia de más de cinco décadas de dictaduras que impedía el desarrollo democrático.

Ahora, en la actualidad, a ese comportamiento excluyente, desigual, deshonesto, perverso y corrupto en las estructuras y estamentos sociales; más, el individualismo, la enemistades, el grupismo en la religiones, los partidos, los empresarios, los académicos, los profesionales, habla de una sociedad enferma, patologizada a la que he diagnosticado: La patología social dominicana, que se aproxima a los indicadores de la patología de los grupos. Nietzsche decía: “La locura, es la excepción en los individuos, pero la norma en los grupos”. Para Freud, el rasgo distintivo de la persona que forma parte de un grupo consiste en la sustitución de su propio yo por el del grupo. La psicología del grupo, decía Freud, implica “La desaparición de la personalidad individual consiente y la orientación de los pensamientos y los sentimientos en un sentido compartiendo”. Es decir, el individuo renuncia de sus valores, principios e ideales, para reemplazarlos por los del grupo.

Pienso, entonces, que ésta era la interpretación que daba el sociólogo dominicano Francisco Bonó cuando decía: “El dominicano individualmente piensa bien, pero cuando se agrupan piensan y actúan mal”.

Un país sufre las influencias del contexto globalizado y del mercado que han validado el consumo, el dinero, el sistema financiero y la acumulación, al costo del desempleo, pobreza, inequidad y exclusión social; pero aún más, la falta de integridad y de compromiso social de las élites y de los actores que reparten de forma desigual e inhumana.

¿Cuál es el diagnóstico social dominicano? ¿Por qué repetimos los mismos comportamientos y vivimos sin consecuencias? O somos una sociedad de conservadores y de acatados sociales que de forma conformista aceptamos lo que nos impongan y preferimos hacer silencio, mirar al otro lado, ser indiferente, esperar mi turno, buscar mi oportunidad, etc.

Para no romper con la patología, ni hacer la diferencia y, mucho menos, cambiar el modelo tan individualista, injusto y perverso en el que existimos, donde aumenta la pobreza, la falta de seguridad, las riquezas en manos de pocos, la corrupción y tráfico de drogas, mercado ilícito, explotación del obrero y tráfico de ilegales haitianos para ponerlos al servicio del mercado, y no transparentar su condición. Vamos mal, lo sabemos y lo sentimos. Lo hablamos y lo observamos, pero, como toda sociedad acatada y conservadora, preferimos el Alzheimer espiritual y la esquizofrenia asistencial, o continuar reproduciendo la patología de los grupos.

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