Más que al presidente  Evo Morales y a Bolivia, la prohibición de Francia y Portugal para que este no sobrevolara sus espacios aéreos constituye una agresión a los países latinoamericanos.

Más aún cuando una decisión tan drástica y peligrosa para la vida de los tripulantes del avión presidencial fue tomada en base a especulaciones que, como se comprobó, carecían de fundamento. Ni siquiera en el caso de que el ex analista de  inteligencia de la CIA Edward Snowden  viajara con el presidente Morales se justificaba una medida tan peligrosa que pudo haber terminado en tragedia.

España se adelantó, vía su canciller José Manuel García Margallo, a desmentir que cerrara su espacio aéreo al avión presidencial boliviano y por el contrario, asegura que estuvo mediando para que el problema se resolviera.

Incluso, fue en las españolas Islas Canarias donde se abasteció de combustible la nave ocupada por el presidente Morales, luego de llegar en escala desde Viena, donde permaneció retenida por 13 horas.

Con justificada indignación, la OEA y varios presidentes latinoamericanos se han pronunciado contra la arbitraria medida de las naciones europeas. Entre estos se encuentran Nicolás Maduro de Venezuela y la argentina Cristina Fernández de Kirchner.

Esta última expresó que Bolivia y su presidente fueron humillados y creo,  por el contrario, que los que  se humillaron con su accionar fueron los países que por servilismo ante los E.E.U.U. se prestaron a cometer dicha barbarie.

Lo cierto es que al margen de cualquier consideración, se ha cometido un atropello  contra un jefe de Estado que si no se rechaza con el vigor necesario, pudiera repetirse en el futuro contra cualquier otro presidente del mundo.