Agresividad antisocial que saca provecho de las conectividades. Los estafadores, extorsionistas y pervertidos seductores de niños y niñas ingresan sin pedir permiso a los ámbitos familiares, bancos, tarjetahabientes, y legítimas operaciones de negocios con las impresionantes facilidades que les ha aportado la Internet a innovadoras y peores manifestaciones de la criminalidad.
Desde cárceles dominicanas se manifiestan infames capitanías inalámbricas que van al asalto de cuentas financieras, transitan por líneas personales y empresariales para robar, captar claves para el desfalco y apoderarse de detalles íntimos a diestra y siniestra para exigir rescates bajo amenazas de publicarlos libremente.
El descubrimiento de la magnitud de conspiraciones para agredir a la sociedad a partir de los avances tecnológicos enclavados con clandestinidad en el Cibao, colocaba a República Dominicana en el pérfido estatus de potencia internacional.
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Se podría afirmar con hipérboles que alarmen y sacudan a la inmensidad de clientes digitales, que junto con las bondades traídas por magníficos recursos de la informática mundial está el regalo envenenado de alta velocidad y penetrabilidad al alcance de escalofriantes cuevas de maldad que entrecruzan tentáculos en sitios web.
Que con el lado oscuro de la Internet hay que dormir con un ojo abierto y otro cerrado y que la ingente capacidad de mezclar el bien y el mal traída por la socialización de redes con compuertas recubiertas de piel de oveja origina peligros máximos que escapan a controles todavía.