Agripino Núñez Collado, momentos estelares en la vida de un mediador

Agripino Núñez Collado, momentos estelares en la vida de un mediador

POR ÁNGELA PEÑA
Tres momentos traumáticos de la historia política reciente son hasta ahora las experiencias más espinosas de su sobresaliente faceta de mediador: las elecciones de 1986, TRAS las que Jacobo Majluta reclamaba el triunfo sobre el Partido Reformista. Las de 1994, amenazadas por el anuncio de una posible guerra civil, con el Partido Revolucionario Dominicano y el PRSC acusándose mutuamente de fraude, y las del 2004 cuando desde las seis de la tarde del 16 de mayo ya César Pina Toribio, del Partido de la Liberación Dominicano, le llamaba angustiado para informarle de los civiles armados, los ciudadanos detenidos, las urnas secuestradas. Afortunadamente, para todos encontró salidas airosas que se entiende salvaron  al país de la catástrofe.

Está ahora en su retiro habitual de fin de año que respetan hasta sus amigos más entrañables, pero rompió ese contacto especial y único que reserva para conectarse íntimamente con Dios, la fértil y frondosa naturaleza del siempre verde y florido campus de la Universidad  y para visitar a su padre que precisamente este final de diciembre cumplió 101 años, para complacer una petición reiterada movida por la curiosidad de conocer las razones de este aislamiento cuando justamente todos buscan compañía. En la charla es imposible marginar sus facetas de sacerdote, maestro, y del conciliador de conflictos al que ningún sector político y social da tregua en la cotidianidad.

Humilde, despojado de vanidades y poses, libre de ínfulas, con más apariencia de ermitaño que del hombre público envuelto en la variada problemática nacional por la que la prensa siempre lo aborda en busca de respuesta, este es un Agripino casi místico, evocador de la tranquila infancia en La Galeta, donde nació prácticamente arrullado por la confluencia de los ríos Bao y Yaque, entre Baitoa y Sabana Iglesia, desde donde se trasladaba a Jánico para oír las misas del padre Victorino, el Misionero del Sagrado Corazón que le inspiró su vocación sacerdotal.

“Todos los seres humanos necesitamos el reposo para la parte espiritual. En estos días se habla mucho de paz, de la necesidad de reflexión y de las reuniones familiares, pero es muy importante tratar de encontrarse con Dios con más calma, en el silencio consigo mismo y apartado, como decía el poeta, del mundanal ruido. Para mí la Navidad, al igual que la Semana Santa, es la temporada más apropiada para que uno sea dueño de su tiempo. Es una época hermosísima porque significa que estamos celebrando el regalo mayor de Dios, que es haber tomado nuestra naturaleza para elevarnos a la categoría de hijo Suyo”.

El mayor de los herederos de Efrain Núñez y de Ozema Collado, padres también de José, Cristina, Guillermo, Juan, Marina, Antonia, Ramón, Hipólito (fallecido), Jesús y María, compara la vida espiritual con la biológica: “Si uno no se alimenta físicamente, el organismo se debilita. La vida espiritual es semejante. ¿De qué alimentamos el espíritu? De oración, meditación, reflexión, acercamiento a Dios. Orar es dialogar con el Padre aunque no se hable. Todos necesitamos algún tiempo para que Dios nos mire, para que nosotros podamos mirarle, sea en la naturaleza, en las criaturas, en la placidez, en el descanso”.

Ese tradicional alejamiento, comenta, es lo que le proporciona la fuerza necesaria “para luego enfrentar las labores ordinarias con el don de la serenidad, que es tan importante para no dejarnos perturbar por las adversidades o por los ruidos que, con o sin razón, hacen algunos sectores, y que es importantísimo para mantener el equilibrio. Los que más lo necesitamos somos los que escogimos el sacerdocio como medio para ir a Dios a través del servicio a los demás”, significa. Agrega que para que se pueda mantener una verdadera comunidad, como es la Universidad que dirige, “la cabeza tiene que estar por encima de las pequeñeces, tener la capacidad suficiente para ver las cosas desde  una perspectiva que trascienda los problemas ordinarios o los que podrían aparentar intereses mezquinos, porque uno se va involucrando en asuntos que algunos creen que busca. No. Te lo piden, te envuelven”.

“Al Príncipe no le dé consejo”

Agripino se ha tornado el nombre más popular de la República.  Desde que la Iglesia lo designó su representante, junto a monseñor Francisco José Arnáiz, para mediar entre partes enfrentadas, el Prelado Especial de Su Santidad ha perdido su título. No le disgusta. Él lo atribuye a la casi exclusividad de su apelativo, con el que lo bautizaron tal vez porque el día de su nacimiento el santoral celebraba el día de Agripino, obispo de Francia. Su otro nombre es Antonio. Pese a su popularidad, nunca ha salido a ofrecer su reconocida capacidad conciliadora, por la que lo escogió la Conferencia del Episcopado Dominicano. Tampoco anda brindando consejos gratuitamente. En ese sentido cita a Maquiavelo que decía: ‘Al Príncipe no le des consejo si él no te lo pide”.

Lo visitó el doctor José Francisco Peña Gómez, a principios de mayo de 1994, dando por un hecho que si no había un pacto de civilidad, el 16 habría una guerra civil porque el Gobierno tenía las fuerzas armadas, pero también “su gente estaba armada”. El sábado siguiente fue a verlo Guaroa Liranzo junto a Fonchy Lockward, estrechos colaboradores de Joaquín Balaguer, con una preocupación similar. Hospedado en  Santiago, el líder reformista lo requería para que le asesorara. El martes, ya Peña había elaborado un borrador de lo que sería el Convenio que firmaron el diez de mayo los dos máximos dirigentes junto a Rafael Alburquerque, entonces presidente del Partido del Pueblo, Jacobo Majluta, del PRI, y el Padre Toño, avalados por Rafael Herrera, Germán Emilio Ornes, Manuel Bergés Chuppani, Manuel Ramón Ruiz Tejada, Manuel García Lizardo, entonces presidente de la Junta Central electoral, como testigos.

Pero ya el 16 lo llamaba otra vez Peña para exponerle una lluvia de quejas. Al atardecer lo visitó “regao” junto a Fernando Álvarez Bogaert, su candidato a la vicepresidencia y colaboradores cercanos alegando la existencia de un fraude colosal a nivel nacional. “Así como pidió que se formara la Comisión para evitar lo que él veía como una tragedia, dio el ejemplo: en lugar de lanzar su gente a la calle, fue a hacer el reclamo en seno del grupo en el que había confiado”, manifiesta monseñor que, con entusiasmo cuenta los detalles del posterior Pacto por la Democracia, en el que también intervino.

Su otra dura situación se presentó en el proceso del 2004. “Como todos saben, había tres jefes de estado mayor que claramente estaban haciendo política a favor de la reelección y el secretario de las Fuerzas Armadas me había dado seguridad de que tenía el control de los cuarteles, que cualquiera que intentara sublevarse quedaría detenido por los coroneles”. Por esa razón, ante la preocupación de Pina Toribio, fue a verlo en compañía de Celso Marranzini y Lisandro Macarrulla, ya que “se decía que iban a cambiar al director de la Policía Electoral, un general muy serio, y Soto Jiménez nos dio garantías de que eso no iba a ocurrir”.

Cita a sus  compañeros de gestiones en este conato de tranque: Rafael Perelló, Marisol Vincens, José Joaquín Puello, el reverendo Reinaldo Franco, Radhamés Mejía, Marranzini y Macarrulla. Los embajadores de Estados Unidos, Canadá, España, Alemania, Francia, Gran Bretaña, la Unión Europea, se unieron a sus diligencias frente al nerviosismo reinante por la anunciada formación de una cadena radial de la Junta. “Usted es el vocero, nosotros no somos dominicanos” tuvieron la delicadeza de aclararle los diplomáticos.

Pasadas las seis de la tarde se produjo la llamada inquieta del presidente del tribunal comicial, Luis Arias, “y allí acudimos y el pueblo sabe lo que ocurrió”. Esas, y las de 1994 fueron, a su juicio, las elecciones más parecidas: “los dos partidos se consideraban que ganaban. Hubo muchas irregularidades. Todos sabemos que el discurso del presidente Fernández era: Se van por las buenas o por las malas, y el de la otra parte era Como quiera nos quedamos”, recuerda Núñez Collado.

La presencia de monseñor ante las cámaras de televisión presidiendo la Comisión, trajo la calma, despejó rumores. Muchos agradecen su intervención. Otros lo critican. Los reconocimientos no le envanecen. Los ataques le tienen sin cuidado. Nunca responde calumnias e infamias que hacen a su papel, algunas irrespetuosas y muy bajas. “No me quitan el sueño y como nunca ando buscando ese protagonismo, veo cómo la voluntad de Dios hacer ese servicio”, aduce.

Contrario a lo que muchos piensan, el ex Presidente Hipólito Mejía no es su enemigo. “Hable con él y pregúntele. A pesar de lo que ocurrió fui de los primeros en ir al Palacio el 17 a felicitarlo y nunca se ha interrumpido la comunicación. Le agradezco su confianza. Cuando la situación estaba más enredada, él me llamaba. La relación con él es de muchos años de amistad”, refiere.

-Quien debe estar sumamente agradecido de usted es el Presidente Leonel Fernández. Usted le facilitó la victoria-, se le observa. Humildemente comenta que “son hechos que acontecen, él sabía que tenía asegurado su triunfo, que eso ayudara, bueno, pero la relación de amistad con él es independiente de ese hecho”.

La conversación se extiende porque también habla el amigo de don Antonio Guzmán, el seminarista admitido en el Santo Cerro por su facilidad para el latín, el catedrático de latín, filosofía, historia de la civilización, Derecho Romano, Teoría de la Administración, el hijo obediente, devoto, respetuoso, el estudioso de la Biblia con oportunas citas de San Pablo a flor de labios, el cura excepcional que por Derecho Canónico es el único con dos parroquias en arquidiócesis diferentes, la de la Anunciación, en Santiago, y la Santísima Trinidad en la Capital. Quedan en el tintero inmensidad de relatos. Lo que no puede obviarse es su impresión del año pasado, sus esperanzas en torno al que viene.

El 2005 fue difícil, señala, “sobre todo en el aspecto social, dado que ha crecido la pobreza y todos sabemos, por otro lado, que estamos arrastrando las consecuencias de los problemas ocurridos en la banca privada, penosamente, porque antes parecía que la corrupción sólo estaba del lado de los gobiernos. El problema económico, en la forma en que lo ha manejado el Banco Central parece que seguirá pesando sobre la población por algún tiempo, junto a otros aspectos negativos, como el problema de la energía eléctrica, que es uno de los grandes retos que tiene el país, y el desempleo. En medio de todo eso yo creo que no podemos ignorar como un logro importante el que se haya mantenido la estabilidad macroeconómica, que la inflación se haya mantenido en niveles bajos. Aunque se han cerrado muchas empresas, están viniendo nuevas”, acotó.

“Mirando el año próximo hago votos para que lo que ha expresado el Presidente, de que alrededor de medio millón de personas tendrán empleo, se pueda cumplir, porque la manera más eficaz de combatir la pobreza es precisamente tratando de que los desempleados trabajen. Lo que hemos visto en Navidades ahora, está bien bajo el punto de vista cristiano, pero no es la solución a los problemas de los necesitados. Estamos en vísperas de unas elecciones donde es natural que todos los partidos políticos quieran ser gananciosos, que ello no sea impedimento para que la dirigencia política y la dirigencia social empiecen a elaborar un verdadero plan de acción que implique un verdadero pacto de lo que queremos como nación”.

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