No obstante el bajo perfil que siempre le ha caracterizado, el agrónomo Pedro Bretón, servidor del Estado por más de medio siglo, ha alcanzado importantes roles dentro de la administración pública, los cuales le han merecido amplios reconocimientos de todos los sectores de la vida nacional. Es uno de los técnicos agropecuarios que ha ocupado la mayor cantidad de posiciones en el tren gubernamental, desde director del Instituto del Tabaco, secretario de Agricultura, senador, administrador del Bagrícola y director de Corde. Hoy está recluido en su hogar con limitaciones económicas y serias complicaciones de salud, con una mísera pensión de 40 mil pesos.
Cuando Joaquín Balaguer retornó al poder en 1986, el sentir generalizado era que Bretón ocuparía de nuevo la Secretaría de Agricultura, pero el gobernante, por recomendaciones del empresariado de Santiago, y particularmente de monseñor Agripino Núñez, prefirió a Norberto Quezada.
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Bretón fue designado en el Bagrícola, y en el mandato reformista 90-94 dirigió la corporación de empresas estatales. Tuvo la suerte y el privilegio de que el máximo líder del PRD, José Francisco Peña Gómez, aceptara un debate televisivo donde se discutieron aspectos relacionados con el quehacer político del momento. Este encuentro le gratificó principalía en los cuadros de su partido.
Este funcionario, que en sus gestiones administrativas siempre se destacó por ser un hombre austero, discreto, organizado, ejemplo de trabajo y gran conciliador, nunca usó tarjeta de crédito ni asistente militar.
Cuando Bretón llegó a secretario de Agricultura, en agosto 1977, en sustitución de Santiago Cruz López, transformó los cuadros dirigenciales y técnicos de la institución, a través de núcleos operativos al frente de los cuales estaban subsecretarios y asesores que tenían pocas (o ninguna) responsabilidades. Amplió y fortaleció la instalación de los llamados “minimercados” populares, un proyecto de gran proyección social que luego claudicó por el carácter político-partidista que se le imprimió.
El primer affaire que tuvo en la Secretaría fue con la sustitución de Felipe Parra Pagán en la Subsecretaría Administrativa y Financiera. En su lugar, de forma administrativa, colocó a Emilio Peralta Zuain y luego a Frank Díaz Caraballo, personas de su estrecha confianza. Meses antes de las elecciones de mayo de 1978, el funcionario tuvo que enfrentar otra “tormenta” con la rebelión de un grupo de técnicos que gozaban de los mayores privilegios en la estructura de la Subsecretaría de Planificación que renunciaron porque supuestamente “el secretario Bretón ha politizado los alcances del programa de minimercados o plazas agropecuarias”, dentro de un componente del programa Pidagro y el apoyo del IICA.
Ya antes Pedro y el subsecretario de Extensión Amílcar Romero habían enfrentado a los técnicos planificadores, respecto al manejo de los fondos provenientes del BID. Había ocasiones que la Secretaría tenia su cuenta en rojo, mientras los programas Pidagro mantenían millones de pesos en banco. Otro choque con el grupo surgió con la compra de una flotilla de vehículos. Los planificadores (Horacito Ornes, Lois Malkún, Juan Núñez) favorecían la línea Toyota (de Jacinto Peynado), mientras el otro sector. Bretón y Amílcar, favorecía los tipos Volkswagen y Safari, del Grupo Najri. Paradójicamente, tiempos después la Delta de Peynado pasó a control de los Najri y Amílcar.
Contertulios de ese mocano sobresaliente que es el agrónomo Pedro Bretón, afirman que el técnico-funcionario ha tenido poca suerte con los cientos de “amigos” que tenía en el pasado. Refieren que a principios del año 2000, cuando el ministro Romero fue escogido como compañero de Danilo Medina en la boleta del PLD, hubo un pacto de caballeros que establecía que Bretón ocuparía la interinidad del titular de Agricultura, hasta tanto concluyera la campaña política. El acuerdo no se cumplió y a Pedro le compensaron con una asesoría agrícola postiza.