Agua dominicana

Agua dominicana

El agua dulce dominicana de la que disponemos, es un cantidad finita, es decir, una cantidad determinada que nos provee: diaria, mensual o anualmente, la naturaleza. No es la misma de mes a mes, ni de año a año pero el promedio a largo plazo es, podríamos decir, constante; aunque fenómenos como el cambio climático están produciendo variaciones que pueden alterar ese equilibrio. Las grandes presas, bien manejadas, tienen el propósito de allanar los picos y rellenar los valles del denominado hidrograma que grafica los caudales de un río en un punto versus el tiempo en horas, días, meses o años.

Fabricar agua es solo un proceso de laboratorio, muy caro, impensable para abastecer un país. La otra alternativa es desalinizar el agua de mar que también sólo es dable para países ricos en energía, Arabia Saudita, por ejemplo. Por tanto, cada país tiene que arreglárselas con la cantidad que la naturaleza le dispone, hay naturalmente excepciones, muy pocas por cierto, se puedes comprar al país vecino, si ése es Canadá, con grandes volúmenes y poca población.

Los párrafos anteriores ponen a los países frente al ineludible problema de valerse de su propia agua dulce. La República Dominicana está en esta categoría; no voy a agobiar al lector con cifras que mayormente no se entienden y que publiqué antes en varias ocasiones, sin embargo, debo expresar que no toda el agua dulce de un país es utilizable por sus ciudadanos, Israel podría probablemente ser una excepción. En los demás, las lluvias escurren en mayor o menor porcentaje sin ser aprovechada totalmente el agua precipitada o la de ésta que se infiltra.

La función básica del agua es sostener la vida en el planeta Tierra, entre ellas la del ser humano, en este aspecto, es una verdad de perogrullo que a más seres vivientes más agua es necesaria. Como vimos, si la oferta permanece constante y la demanda crece, la disponibilidad por persona disminuye más y más, dejando solamente el camino que trilla la ruta de aumentar la eficiencia para disminuir el consumo per cápita y desde luego, desterrar el desperdicio.

Si discurrimos, aun someramente, sobre las costumbres dominicanas de la utilización del agua, se constata un irrespeto mayúsculo, desperdicio y baja eficiencia en todos los ámbitos. Cuando éramos 300,000 o 3,000,000 de habitantes no resultaba notorio, no obstante, alrededor de 10,000,000 mal contados, signos vienen apareciendo que pueden componerse con los cambios climáticos para originar situaciones realmente difíciles o catastróficas, ojalá que la situación de Santiago de los Caballeros no se agrave.

Los métodos de riego que se usan en el país y las redes de distribución de agua potable que abastecen al dominicano en nuestras ciudades y poblados, no son eficientes, ni pueden ser convertidos, a menos que no sea con una enorme inversión de recursos económicos, tiempo y personal. Tampoco es posible atender la sensación de urgencia que miramos con desdén, dispuestos a ignorar y posponer en corto plazo. Es decir, cualesquiera de esos “ajustes” toman considerable planificación y tiempo, lo cual agrava el problema.

Si los acueductos del gran Santo Domingo fueran testigo de los conceptos expresados, el tema queda demostrado pues pocas o ningún área o urbanización gozan de abastecimiento 24/7 o siquiera 12/7. A mi juicio, el problema no se resuelve agregando otra lejana fuente a las que ya explotamos, como no se llena un barril agujereado echándole agua sin tapar los furacos. Reducir las pérdidas de un sobre extendido abastecimiento, acueducto, se dice rápido pero es un proceso trabajoso, muy doloroso y, como he señalado costoso.

Similarmente, es el caso de los riegos que necesiten y puedan ser modernizados. Bien sabido es que el consumo de agua para riego, especialmente los de inundación, surcos, es varias veces el de abastecimientos. Los costos de reformularlos, reconstruirlos, nivelar tierras, etc., llevan los mismos calificativos de los abastecimientos. Urgimos a los encargados de estos grandes problemas a comenzar, aunque sea tímidamente, un rescate de todos esos sistemas. En esta tarea necesitarán gran apoyo del pueblo y gubernamental, de lo contrario los resultados de lo que estamos sufriendo, no pararán de agravarse.

 

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