Agua en abundancia, ¿hasta cuándo?

Agua en abundancia, ¿hasta cuándo?

EFE. REPORTAJES. Abrir la llave de la cocina, o del cuarto de baño, y disponer de agua en abundancia para beber, cocinar o asearse puede dejar de ser una realidad en un futuro no muy lejano. El aumento demográfico mundial imparable y el consiguiente aumento de la demanda del líquido elemento pueden ocasionar graves conflictos mientras se da la paradoja de la cuarta parte de la población no tiene acceso a un bien natural tan imprescindible y en los restaurantes se ofrecen cartas de aguas minerales de lujo.

El agua mineral natural es consecuencia directa de las rocas por las que pasa el líquido hasta su punto de emergencia y su mineralización depende de la temperatura y presión del lugar dónde se localiza el manantial.

En  tiempos remotos los habitantes del planeta recurrían a la “hidopínica”, o  cura a través del agua para tratar problemas digestivos, lesiones cutáneas o dolores musculares. Aunque los primitivos no describieron en su época las fórmulas químicas, sabían que las aguas bicarbonatadas, diuréticas, digestivas, carbogaseosas o cloruradas servían para tratar males diferentes.

En nuestros días, en los países desarrollados son cada vez más numerosos los restaurantes que ofrecen al comensal tres cartas: la del menú, la de los vinos y las de las aguas minerales. Algunas botellas de las conocidas como “aguas de lujo” pueden llegar hasta los 20 euros (27 dólares). Entre las marcas más selectas se encuentran “Fiji Water”, procedente de las islas del Pacífico del mismo nombre y que es conocida por ser favorita de estrellas de Hollywood por su alto contenido en silicio, un mineral con supuestos efectos beneficiosos para el cabello y la piel.

Rostros tan conocidos como Cameron Díaz, Jennifer Aniston y Tom Cruise se han dejado fotografiar con la botella cuadrada de plástico de “Fiji Water”, que en algunos restaurantes selectos de Londres y Nueva York se sirve en una funda plateada.

Agua de lluvia de Tasmania
“Cloud Juice”, cuya botella contiene 9,750 gotas de agua pura de lluvia de Tasmania en Australia; la escocesa “Speyside Glenlivet”; idónea para mezclar con un whisky de malta, “Lauquen”, procedente de la Patagonia argentina, o la francesa “Chateldon”, la más antigua y famosa del mundo, pues se embotella desde 1650 en un envase con el símbolo del rey Luis XIV, son algunas de las marcas de lujo de agua mineral patrimonio de los pudientes.

Pero el aumento de la oferta de aguas minerales de lujo choca con una realidad cada vez más preocupante y puede resultar casi un insulto para la cuarta parte de la población privada del acceso a un bien natural tan imprescindible. Abrir la llave de la cocina, o del cuarto de baño, y disponer de agua, de la que denominamos “corriente” en abundancia para beber, cocinar o asearse puede dejar de ser una realidad en un futuro no muy lejano. 

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Ríos contaminados

Las autoridades de México reconocen que apenas se tratan el 35% de las aguas residuales, lo que motiva que buena parte de las contaminadas lleguen a “ríos, lagos, lagunas y zonas costeras”, según informes oficiales del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) que datan de 2006.

A pesar de que la cobertura de agua potable en México abarca ya al 89.2% de sus 105 millones de habitantes, y que la red de saneamiento alcanza el 85.2% de los hogares, las descargas de aguas residuales procedentes de centros urbanos ascienden a la preocupante cifra de  7.63 kilómetros cúbicos anuales, lo que equivale a 242 metros cúbicos por segundo. La disponibilidad natural promedio en México es de 465.137 hectómetros cúbicos de agua potable al año, lo que convierte al país en uno de los de nivel bajo en el planeta. Esto se  agrava porque el reparto de recursos hídricos por regiones es además desigual.

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