Agua y vida

Agua y vida

En estos días hay escasez de agua potable en varias partes del país, especialmente Santo Domingo y Santiago.

La ocurrencia, pensarán algunos, es estacional, una repetición de lo que se produce todos los años para la época de verano.

Y en esa virtud, mucha gente mantendrá su mal hábito de malgastar el agua, que es como malgastar la vida.

Peor que eso, las autoridades se limitarán al escarceo estacional en aquellos momentos en que aprieta la escasez de este elemento.

Pasada la etapa de aguda escasez, nadie se acordará más de que es preciso que usemos el agua con un criterio racional.

–II–

Sin embargo, hay razones de mucho peso para mantener una permanente alarma sobre la escasez del agua.

Una de esas razones es que mientras aumenta la población y crece la demanda de agua, disminuye la disponibilidad en las fuentes.

Otra, también de mucho peso, es que mientras aumenta la población, aumenta la contaminación de los acuíferos.

El Instituto Nacional de Aguas Potables y Alcantarillados (INAPA) ha hecho referencias puntuales sobre este alarmante problema.

Los asentamientos humanos, y en especial las industrias, contaminan los ríos, arrojando a ellos desperdicios de todo tipo.

Y contaminan también las aguas subterráneas mediante la apertura de pozos sépticos sin ningún control ni adecuada supervisión.

El problema podría ser atenuado si se dispusiera de plantas de tratamiento de aguas residuales en cantidad necesaria.

Pero no hay quien exija estas estructuras, que evitarían que la contaminación vaya a parar a los acuíferos.

Por esas razones, cada vez hay menos agua disponible y cada vez cuesta más esfuerzo y dinero purificarla.

–III–

Como se ve, la escasez de agua de estos días, lejos de ser una ocurrencia estacional, es algo de mayor envergadura.

Se trata de una manifestación del agotamiento de las fuentes de abastecimiento, que es un proceso lento pero seguro.

No es un invento ni una falsa alarma eso de que nos estamos quedando sin agua.

Para comprobarlo, bastaría con recordar cuántos ríos teníamos a principio del siglo pasado y cuántos tenemos ahora.

De la misma manera que tenemos menos bosques, contamos con menos fuentes de abastecimiento de agua.

Los desbordamientos de algunos ríos eran, algunas décadas atrás, la regla en determinadas épocas del año.

Hoy por hoy, esas crecientes son una excepción que llega a sorprender a muchos.

Por otra parte, los cambios climáticos, que incluyen temperaturas sin precedentes, afianzan todo cuanto hemos estado afirmando.

Habría que ser ciego o irracional para no comprender que ciertamente nos estamos quedando sin agua.

Hasta el instinto de supervivencia debería alertarnos para que no derrochemos agua, para que no malgastemos vida.

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