Aguas del Caribe

Aguas del Caribe

Cinco siglos y algo han transcurrido desde que Cristóbal Colón zarpara con sus legendarias tres carabelas y luego padeciera los efectos de las embravecidas y furiosas aguas caribeñas que le destrozaron una de sus naves con cuyos despojos construyó el fuerte de la navidad.

A partir de ese entonces la historia registra una secuencia de tormentas y ciclones de variadas repercusiones en la vida social, económica, política y cultural de la antigua Hispaniola. Dando un salto gigantesco en la escalada del tiempo hasta llegar al siglo XX  pondremos pie un 3 de septiembre de 1930 en la ciudad de Santo Domingo de Guzmán, a fin de reencontrarnos con el devastador ciclón de San Zenón. Trujillo, recién llegado al poder y tal vez parodiando a Colón en el percance de la Santa María, sacó ventaja de la desgracia natural logrando, cual astuto mago, que la capital pasara luego a llamarse Ciudad Trujillo.

Siguiendo con los brincos pasaremos hacia el final de la década de los 70  en donde nos encontramos con los azotes de David y Federico que pusieron a prueba la gestión de gobierno de don Antonio Guzmán Fernández. Dicen algunas bocas indiscretas que el doctor Balaguer en sus períodos de mando se asistió de un misterioso espanta huracanes que siempre le evitó los dolores de cabeza gubernamentales que dejan dichos fenómenos atmosféricos. El estreno del Partido de la Liberación Dominicana como partido de gobierno fue bautizado a los dos años con el ciclón George; el doctor Leonel Fernández pasó esa primera prueba de vientos y de agua sin que se ahogara el país.

Así como tenemos temporada de béisbol en la República Dominicana, también de junio a noviembre nosotros contamos cada  año con la temporada ciclónica.

El presidente Hipólito Mejía tuvo su odisea en Jimaní, con el saldo de un número indeterminado de personas enterradas vivas en el lodo arrastrado por una riada. 

En su segunda gestión de gobierno, el doctor Fernández fue  forzado a trasladarse a Santiago para hacerle frente a las inundaciones de Olga. En la tercera edición Leonel fue amenazado por Gustav, quien para fortuna nuestra solamente dejó agua y brisas.

No igual suerte siguieron las hermanas naciones de Haití y Cuba. La primera da cuenta de más de 160 muertos, en tanto que en la patria de Martí se reportaron decenas de miles de familias que quedaron prácticamente sin hogar.

Siguen las amenazas de catástrofes telúricas; sin embargo, nuestros pueblos siempre han sabido ponerse a la altura de las circunstancias para lidiar con el caprichoso fenómeno geológico cíclico que nos obliga a estar siempre preparados para lo peor.

La férrea decisión de seguir avanzando aún en la más tenebrosa de las adversidades, reforzada con la fe en un mejor futuro es la garantía de que aunando las manos de la solidaridad nuestros pueblos sobrevivirán. ¡Venceremos todos los maleficios de la naturaleza!

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