Aunque tarde, los fenómenos internacionales siempre terminan llegando a la República Dominicana. Así sucede ahora con el fenómeno que desde las ciencias políticas se conoce como populismo y que es una especie de amalgama de la tradicional clasificación de los tipos de liderazgos que hiciera Max Weber.
El populismo conlleva la aparición de líderes carismáticos, de derecha e izquierda, que hacen promesas poco realizables y prometen romperlo todo. Son antisistema. Precisamente, mientras más imposibles de cumplir suenen sus promesas más popularidad se granjea.
En el patio, este tipo de discurso debutó en las recién finalizadas elecciones. Los escenarios de debates, que afortunadamente fueron muchos, también sirvieron de pasarelas para que más de un populista mostrara su refajo.
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Desde discursos de odio, racistas y machistas por demás, hasta promesas abiertamente ilegales e inconstitucionales, en la campaña hubo de todo como en botica. ¿Lo lamentable? Que no se quedó ahí y que los resultados electorales demuestran que ese discurso caló en un segmento del electorado, incluso más que discursos que tenían como eje central la justicia social.
Sin embargo, la fiebre no está en la sabana. Culpar a estos sujetos es quedarse corto. Más bien, el dedo acusador debe colocarse en el liderazgo tradicional, de derechas y de izquierda, que ha sido incapaz de gestionar la cosa pública con justicia y eficiencia para dar respuestas a las demandas sociales.
Y es que en la campaña hubo de todo de una ciudadanía que cada vez cree menos en la democracia, a tal punto que está dispuesta a sacrificar libertades y derechos por un gobierno de mano dura que le resuelva sus problemas.
Datos del Latinobarómetro 2023 indican que menos de la mitad de los dominicanos y dominicanas (48%) apoya la democracia, representando esta cifra una reducción de 15 puntos porcentuales desde el año 2010 cuando ese apoyo era un 63%. Esto refiere que, al igual que sucede en otras partes del mundo, nuestro país experimenta un retroceso en términos democráticos, que lo hace más propenso al autoritarismo y al populismo. Hay una especie de recesión democrática.
Pero, reitero, el enemigo no está fuera. Las razones deben buscarse en las injusticias y contradicciones de países como República Dominicana que en los últimos 20 años su economía ha estado creciendo, en promedio, un 5%, no obstante, gobiernos van y gobiernos vienen y ni un solo de los problemas fundamentales está resuelto.
No estaría mal partir de un proceso autocrítico que reoriente la política y su ejercicio de poder a dar respuestas a las necesidades de la gente y a garantizarle sus derechos. Nos vendría bien un poco de aquello de que “el partido no está para servirse, sino para servir” o que “primero va la gente”.
De lo contrario, vayámonos mirando en el espejo de naciones donde líderes populistas han, sorprendentemente, ascendido al poder y como consecuencia luego prosigue el caos y vulneraciones de derecho por demás.
Si este tipo de populismo llega a República Dominicana nos espera destrucción de las instituciones en vez de su fortalecimiento; privatización de servicios esenciales; aumento de la discriminación y de los crímenes de odio; desmonte de las ayudas sociales; aumento de la coacción y la violencia de Estado y desmonte de los referentes históricos.
La sabiduría popular dominicana dice: si la barba de tu vecino ves arder, pon la tuya a remover. Cuidado que ahora sí viene el lobo y su nombre es populismo exprés.
Como ejemplo están estas elecciones que dejan el mal sabor de que gente muy buena como José Horacio Rodríguez saldrá del Congreso y que otros con propuestas ni siquiera llegarán, como Nicole Pichardo, Jhonatan Liriano, Yuri Enrique Rodríguez, Francisco Guillén Blandino, Chanel Rosa Chupany, Eric Ortiz Reyes, Alexandra Sued y Mayrelin García, entre otros y otras. En todo caso no pierden ellos, perdió el país.