Ahora, el país que queremos

Ahora, el país que queremos

Juan Carlos Mejía.

Con los más bajos índices en educación y los grandes problemas de salud, inseguridad, pobreza, transporte, fragilidad institucional y corrupción, los dominicanos tenemos el país que merecemos.

Por décadas hemos levantado las manos para aprobar candidatos que luego terminan llevándose en los bolsillos el derecho de una vida más digna para la generación presente y futura.

Estamos educados para que esas manos nunca cierren el puño para dejarlo caer sobre aquellos que, en unos pocos años, se apropian de millones del erario público; más bien, lo legitimamos y lo llevamos a dar cátedras de economía y ética en la universidad.

Los grandes denuncias de corrupción no nos inmutan, aunque se trate de aquellas que ponen en juego un posible colapso del sistema de la seguridad social, ante la práctica de una mafia que sustrae 100 millones de pesos al año del Estado.

Por el contrario, cada cuatro años no dudamos en pedir a gritos y votos el país que tenemos, que es supuestamente el mismo que rechazamos. Luego nos quejamos.

Un empresario y  político, o viceversa, nos trata de convencer de que la raíz de todo mal está en el modelo económico excluyente y empobrecedor del país; el mismo modelo que a su vez ha multiplicado su riqueza familiar durante años.

Un presidente y candidato nos promete una superación a través de la educación para un futuro, mientras el presente arrastra a jóvenes y adultos al ya insoportable flagelo delictivo que cada día se lleva vidas productivas. A todo esto le precedió un “mesías” que colocó en el imaginario de cada dominicano un futuro difuso sin su presencia.

Nos alegramos de ver como la justicia condena a la pena máxima a un joven que robó y asaltó; mientras ignoramos la devolución de RD$40 millones a un empresario que puso en juego el derecho a la salud de miles de dominicanos, colocando etiquetas nuevas a medicamentos vencidos.

Finalmente, frente a lo que ya hemos elegido, incluyendo a los honorables hacedores de aquellas leyes que no sancionan a las ARS que se niegan a cubrir las enfermedades catastróficas, es necesario pensar en el país que queremos.

El reto no resulta difícil, sobre todo porque cincuenta y cuatro años después de la dictadura de Trujillo, aun nos ofrecen las mismas propuestas políticas, bajo el mismo sistema inmovilizado, corrupto, atrasado, perverso, complaciente y excluyente, que nos mantiene postrado a todos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas