¿Ahora los parques nacionales?

¿Ahora los parques nacionales?

Cuando hace tres semanas me enteré sobre la posición de los senadores con respecto a la importación del «rockash» me alegré, porque tuve la impresión primera de que tomaban conciencia y se colocaban en la vanguardia para proteger el ambiente dominicano.

Son del partido de gobierno, pero han puesto de lado el interés personal para tomar una posición valiente para proteger lo poco de naturaleza que nos queda, pensaba yo. Pero, nunca estuve completamente seguro de que era una posición sopesada y que respondía, totalmente, a la intención de proteger el ambiente. ¿Por qué siempre sospechamos de nuestros políticos?

Nuestro Congreso, integrado por estos y por otros legisladores en los pasados 15 años, fue sumamente tímido en cuando a la protección ambiental. Diez años casi les tomó aprobar la actual ley sobre Medio Ambiente y Recursos Naturales, mucho más que las leyes sobre reforma de los sistemas financieros y monetarios donde los intereses se batieron como en batidora.

¿De dónde entonces les nacía ese interés tan grande en proteger el ambiente?

Pensé que debía darles todo el apoyo posible y les excusaba las exageraciones que utilizaron para referirse a las ya famosas cenizas de carbón mineral.

Pero, finalmente, cuando surgió la noticia sobre la forma en que intentan mutilar los parques nacionales y las áreas protegidas, me sentí frustrado por el entusiasmo inicial que tuve y temí que todo era una jugarreta.

¿Todo lo del «rockash» no es más que un truco? Al hacer el escándalo del «rockash» tomaron una posición de protectores del medio ambiente indiscutible, así estarían moralmente capacitados para hacer otras cosas en este campo encubriendo sus verdaderas intenciones. Antes nuestros políticos llamaban a esto «cortina de humo».

¿Fue una forma de acorralar, colocar en entredicho a las autoridades de Medio Ambiente, de manera que una gran sospecha, de toda la opinión pública, les cayera encima? Así, acorraladas, esas autoridades que se han opuesto a la mutilación de los parques serían descalificadas para poderlos cuestionar.

El objetivo puede resultar evidente a quienes vemos las cosas desde lejos. Todavía el envoltorio del «rockash» está caliente y ya los senadores están mutilando – Gracias a Dios todavía en el papel – los parques nacionales y todas las demás áreas protegidas. Ni siquiera han esperado que se enfríe el «rockash» para repartirlas en «proyectos». Mantienen en cuestionamiento a las autoridades de Medio Ambiente por el «rockash» para anular las posiciones que ya en el pasado les impidieron mutilar el parque nacional Jaragua, el parque nacional del Este, el parque nacional Los Haitises y muchas otras áreas. En julio del año 2001 fue necesario que los ministros de Medio Ambiente del mundo, reunidos en Bávaro, se pronunciaran contra la mutilación del parque nacional Jaragua, cuando un grupo de senadores intentó segregarle la bahía de Las Águilas.

Pero se olvidan que no fueron las autoridades de Medio Ambiente las únicas que impidieron las mutilaciones del parque del Este y del parque Jaragua. Fue toda la población conciente que se pronunció contra el saqueo. ¿Será posible que lo olviden? ¡Dios nos ampare!

¡Ya me temía que no podía ser realidad que gente, que ha mostrado tan poca conciencia sobre la protección ambiental, despertara de pronto!

Por un momento tuve la esperanza de que nuestros legisladores hubieren tomado un camino correcto, — ¡por fin sin maletines y sin actitudes encubiertas! – para defender lo poco que nos queda de naturaleza. No será, sin embargo, en el sector oficial donde enfrentarán la mayor oposición a la mutilación de las áreas protegidas. Será en la población, en la ciudadanía conciente. No es suficiente el vellón del «rockash».

Ahora me parece que fue tan solo una ilusión la que tuve, porque estos legisladores dan la impresión de que se preparaban para repartirse el botín, luego del abordaje. Me resisto a creer que estas cosas pasarán, porque en el Congreso hay mucha gente seria que no debe involucrarse en una cosa así.

¡Qué lástima sería! Es demasiado burdo.

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