Ahora no hay de dónde agarrarse

Ahora no hay de dónde agarrarse

Alguien me dijo que Carlos Marx tenía mucho aprecio por los hombres que dudaban, no a aquellos que tenían todo bajo sospecha, sino de los que tenían la duda como método. Marx estimaba los hombres que utilizaban como instrumento para examinar la realidad la duda cartesiana, la duda metódica.

Pero muchos años después de Santo Tomás, antes de las defunciones de las ideologías, hubo momentos en los cuales era difícil dudar. Con certeza,  se esperaba la decadencia y fin del imperialismo yanqui y  la muerte del capitalismo con su consecuente sustitución por una sociedad igualitaria, donde a cada quién se le daba según necesidades y a cualquier disidente se le confinaba a un cepo hasta que pudiera comprender que el socialismo era el mejor de los sistemas. Todas estas esperanzas colapsaron con la caída de la Unión Soviética. Pero en las ideologías no hay muerte súbita, con la caída de la Unión Soviética había un poco de esperanza en el  modelo chino de comunismo vergonzante.

China había perdido su estado de socialismo puro, pero de algo había que agarrarse. Bajo el pensamiento luminoso del camarada Deng Xiaoping, China creó un modelo de capitalismo y comunismo, el modelo del Partido Comunista Chino, caracterizado por tener el mejor de los dos mundos posibles: “un país, dos sistemas”. 

En política el control y la represión del partido comunista y en economía el capitalismo salvaje. Pero siempre las cosas son mejores en su estado puro y los ideólogos sustituyeron el modelo socialista chino por el modelo albanés, lo que en pura cantinflada empezó a considerarse el socialismo “verdaderamente verdadero”. Albania fue la nueva meca de los comunistas y que se cobijaron en el pensamiento luminoso del camarada Enver Hoxha.  Con la muerte de Hoxha el socialismo albanés también empezó hacer agua, las instituciones hasta cambiaron de nombres y el último bastión del socialismo de verdad dejó de serlo.

Declarada la muerte de la ideología atea y disociadora del comunismo, todas las miradas y todos los caminos nos llevaron al fundamentalismo de mercado y como el Manifiesto del Partido Comunista y el  Libro Rojo de las Citas del Camarada Mao, la ideología del integrismo de mercado quedaron consagrada en el Manifiesto o Consenso de Washington.

El Manifiesto de Washington, fruto del pensamiento luminoso de un tal John Williamson, habla de disciplina fiscal o presupuestaria, lo que significa presupuestos equilibrados  donde los gobiernos no gasten por encima de  sus ingresos tributarios; cambiar las prioridades en el gasto público, los gobiernos deben gastar preferiblemente en salud o educación; reformas tributarias para establecer impuestos de amplia base y bajas tasas, particularmente para disminuir los impuestos de los ricos; liberalización del comercio con cero proteccionismo, liberalización de todos los precios, de la tasa de interés y la adopción de un tipo de cambio competitivo, significando esto último devaluar la moneda para poder exportar; abrirse a la inversión extranjera directa, privatizar; la desregulación de los mercados; particularmente el financiero y protección de los derechos de propiedad.

Todas las ideologías necesitan un país modelo y después de varios fracasos en el tercer mundo de las políticas del Consenso de Washington se tomó un país lejanísimo, con menos de 300,000 habitantes y sin analfabetas, y donde la noche dura nueve meses. Islandia se convirtió en la meca del paradigma de la economía del consenso con una tasa de desempleo del 3%, el sexto país del mundo en ingresos per cápita, privatización de los bancos y desregulación de los mercados financieros y un crecimiento de 5% y 6%. Islandia fue considerada la economía europea más competitiva y todo el mundo hablaba del modelo nórdico y de otro tigre europeo. 

Pero Islandia se ha puesto al borde de la quiebra, su destino económico es incierto, los bancos han quebrado y la moneda ha colapsado,  a la gente de Islandia se la está llevando el diablo y ahora no hay de dónde agarrarse.

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