Ahora que Avelino Stanley vive

Ahora que Avelino Stanley vive

En la novela Sostiene Pereira, del italiano Antonio Tabucci, Pereira, un periodista dedicado durante toda su vida a la sección de sucesos, recibe el encargo de dirigir la página cultural de un diario de poca relevancia, el Lisboa. Pereira tiene un sentido un tanto fúnebre de la cultura: prefiere la literatura del pasado, dedicarse a la elegía de los escritores desaparecidos, preparar necrológicas anticipadas, en las que incluía a escritores, pintores, teatristas; en fin, gente que después de muerta ameritara una página dedicada a resaltar sus méritos.

Cuando a mediados de septiembre de este año me enteré de la grave situación de salud del escritor Avelino Stanley me puse a imaginar qué escribiría tras su fallecimiento. Fue ahí cuando volví a releer Sostiene Pereira.

Durante el tiempo en que estuvo bailando un vals abrazado a la muerte, fui a visitarlo a la Plaza de la Salud, donde permanecía en la sala de cuidados intensivos. Estaba en un coma inducido, con una máquina que le ayudaba a respirar, apenas tenía un cuatro por ciento de su capacidad respiratoria autónoma funcionando, con una traqueotomía, y un médico permanentemente en su cabecera. Aquel día entré en compañía de su esposa Reyna Rosario, su hija única, y su hermano menor que acababa de llegar de Estados Unidos. En un instante le pregunté a la doctora cuál era el pronóstico. Y casi no tuvo que abrir la boca para entenderla.

Al salir de la sala de cuidados intensivos me encontré con Miguel Solano y Rafael Peralta Romero, amigos cercanos de Avelino. Ellos leyeron en mi rostro el estupor y la desazón, y en pocas palabras les expliqué la dramática situación del amigo.

EL ATAQUE QUE SUFRIÓ AVELINO

El 28 de agosto Avelino se encontraba dictando una conferencia en un seminario que se celebraba en la UASD. De repente empezó a sentir algunos cosquilleos en las piernas y a perder fuerza en las extremidades inferiores. Minutos después tenía que ser sacado en brazos de tres amigos, que lo condujeron hacia el automóvil que lo llevó a un centro de salud.

El mal que repentinamente atacó a Avelino Stanley se llama el Síndrome de Guillain-Barré, que es un trastorno en el que el sistema inmunológico del cuerpo ataca a parte del sistema nervioso periférico.

Según los expertos, el Síndrome de Guillain-Barré puede afectar a cualquier persona. Puede atacar a la persona en cualquier edad y ambos sexos son igualmente propensos al trastorno. El síndrome es raro y aflige solo a una persona de cada 100,000. Generalmente, el Síndrome de Guillain-Barré ocurre unos cuantos días o una semana después de que el paciente ha tenido síntomas de una infección viral respiratoria o gastrointestinal. Avelino contó que una semana antes había tenido fiebre por varios días, y pensó que se trataba de un virus común.

Durante el tiempo que tuvo en medio de su gravedad pude comprobar que Avelino Stanley es un ser humano que goza del aprecio de mucha gente. Fueron múltiples las manifestaciones de afecto de las cuales fui testigo. Y es que Avelino Stanley, al cual he tratado durante casi treinta años, ha demostrado ser un amigo, un hermano. Es un hombre con un profundo sentido de la solidaridad, desprendido. Ha estado y todavía hoy sigue luchando por las cosas en las cuales cree. En la actualidad es el vocero de los ciudadanos que fueron desnacionalizados por la sentencia del Tribunal Constitucional.

El cumpleaños de Avelino es el día 10 de noviembre.
Esa noche del diez de noviembre nos reunimos en el apartamento que comparte con Reyna Rosario, con quien apenas tenía un mes de haberse casado al momento de ser atacado por Gullian-Barre.

A partir de las seis de la tarde el espacio se fue poblando de amigos, escritores que durante todos estos años han estado en contacto con Stanley. Allí estaban Manuel Matos Moquete, Emilia Pereyra, Miguel Solano, Ilonka Nacidit, Rafael Peralta Romero, Rafael García Romero, Miguel Collado, Manolito Mora Serrano. También los editores José Pérez, de Búho, e Isael Pérez, de Santuario.

Más que un cumpleaños el encuentro se transformó en el bautizo de Avelino: la conclusión era que acababa de nacer o, dicho de otra forma, había resucitado.

Reyna Rosario nos contó muchos pormenores del tiempo en que el escritor estuvo en coma. Los doctores le habían dicho a Reyna que había que evitar que, cuando el paciente despertara, entrara en una depresión porque difícilmente se recuperaba. Ella cuenta que todos los días le leía poemas, le cantaba canciones en voz queda, le hablaba de los planes que habían acordado ejecutar durante el tiempo que les quedaba como pareja. Le recordaba que él se había comprometido a llevarla a bailar al menos dos veces al mes, y que no podía, apenas un mes después de haberse casado, fallarle en una promesa tan importante. Hubo momentos en que las lágrimas aparecieron y alguien comentó que Avelino Stanley era un hombre con suerte. En vez de la esposa estar contando sus peripecias ante sus amigos entre lágrimas y flores pestilentes en una funeraria, lo hacía en su casa y con él entre el grupo de oyentes. ¡Y bebiendo vino!

Porque, contrario a muchos otros casos, Avelino ha tenido una recuperación casi milagrosa, en un tiempo que ha sorprendido hasta a los médicos. Muchos atribuyen este hecho al amor, el de Reyna, su hija, sus hermanos y sus amigos.

AHORA QUE AVELINO VIVE

Avelino es un hijo de la caña, de la migración perpetua en que ha vivido el Caribe.
Su padre, Raymond Alexander Stanley, un cocolo que nació en Nevis-Saint Kitts, llegó a la República Dominicana en 1936 a trabajar en la industria azucarera. Era hijo de una negra y un gringo, por lo que tenía el fenotipo de muchos dominicanos. Casó con Cristina Rondón, con quien procreó una familia de cinco miembros, cuatro varones y una hembra. Hoy son profesionales de distintas ramas gracias al fuerte brazo cortador de caña del viejo Stanley.

Su obra “Tiempo muerto” (1998), sobre el tema de la caña de azúcar, obtuvo el Premio Nacional de Novela en el año 1997. En el año 2001 la Asociación Mundial de Educación Especial le otorgó el Premio Internacional Sin Fronteras a su novela “Equis” (1986) en Madrid, España. Con el cuento “Piel acosada” obtuvo el Premio Ciudad de Viareggio, certamen organizado por la editorial Il Molo, en Italia, en el año 2005. Con el cuento «El monumento» obtuvo en 2012 Mención de honor en el certamen Miguel Ángel Asturias organizado por el Parlamento Centroamericano. También ha obtenido premios en literatura infantil.

Su novela “Al fin del mundo me iré” fue editada en Italia, en el 2005 y publicada por Editorial Planeta en el 2006.

En su amplia bibliografía también destacan obras como Por qué no he de llorar, Danza de las llamaradas, Catedral de la libido, la Máscara del tiempo.

Ahora que Avelino vive es necesario decirle que mucha gente lo quiere; no solo por su trayectoria, por sus obras; sino y sobre todo porque es un buen tipo, que se ha dedicado a construir, a crear. A manifestarse en la solidaridad, en el amor. Aunque tengo que admitir que en principio estaba tristemente entusiasmado con eso de escribir un texto laudatorio en honor del amigo muerto. Pero no estaba en sus planes morirse y se lo agradecemos, y solo queremos que se quede con sus seres queridos cinco, diez, veinte años más. Cualquier cantidad es un regalo.

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