Ahora, que hay tiempo

Ahora, que hay tiempo

Dos ciclones corridos y un año con distintas zonas del país anegadas, con puentes colapsados, escuelas afectadas, carreteras, caminos y calles destruidos, son una excelente oportunidad para distintas cosas.
La primera es que el gobierno emplee los fondos públicos para la reconstrucción de la infraestructura dañada en procurar que la reposición de las obras se realice con algo más que celeridad. En situaciones de emergencia las reglas de juego son convertidas en una elasticidad sospechosa.
Todo es prioritario, a nombre de la urgencia se saltan los procedimientos, lo que importa es reparar las filtraciones del techo del hospital y los sanitarios de las escuelas, construir casas para los desheredados de la fortuna.
En ese afán por volver a la situación anterior, se favorecen amigos y compañeros en la concesión de obras sin presupuestos, sin estudios, sin ninguna regla legal o usual.
El procedimiento de la reconstrucción pasados el desastre es conocido: enviar equipos aquí y allá, decidir y emprender la limpieza de escombros, reorientar el curso de los ríos, controlar el agua de las represas, para electricidad o para riego, limpiar los canales y hacerlos funcionar de manera óptima.
Es el momento de intervenir en la reorganización de las zonas de cultivo, comprar ingentes cantidades de granos para sembrar, esquejes para reponer cultivos, tiempo de planificar las áreas a sembrar y decidir qué se va a sembrar, en qué tareaje, a fin de proyectar las cantidades de alimentos a cosechar, conforme a los alimentos que se espera producir.
Es, además, el momento de la reposición del servicio eléctrico.
Es la oportunidad de regular la siembra, cosecha, recogida y almacenamiento de alimentos para organizar el flujo de producción de modo tal que disminuyan, hasta desaparecer, las importaciones de alimentos que tanta corrupción generan.
Es el tiempo de rehacer lo que sea preciso, pero con calidad, con cuidado, con sentido de respeto por el contribuyente, por el que tiene que pagar impuestos en la comida, en el vestido, en los cuadernos, lápices y libros que se usan en las escuelas privadas, cuya proliferación ha sido, también, una necesidad creada por la corrupción y la irresponsabilidad de maestros, autoridades educativas, gobiernos y un pueblo que no reclama derechos que se les escamotean.
Es de desear que el gobierno invierta los dineros del pueblo en la reconstrucción, con insumos de calidad, para que se acabe el círculo vicioso de destrucción, reparación y reconstrucción con materiales de mala calidad, para detener la espiral de la corrupción y tener la seguridad de que cuando venga el nuevo ciclón, cuando vengan las grandes lluvias, evitemos que haya una nueva zafra para el gobierno y sus amigotes. Esa situación debe ser corregida, ahora que hay tiempo.

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