El cuento del poeta y escritor, René Del Risco Bermúdez, “Ahora que vuelvo, Ton, en una excelente adaptación del director Manuel Chapuseaux, fue llevado a escena en la Sala Ravelo del Teatro Nacional, teniendo como protagonista al actor Francis Cruz.
No pude evitar recordar, el día -década de los 60- cuando el entrañable amigo René, nos invitó junto a un grupo de amigos, a la casa de su prima Rossina Jovine Bermúdez, para leernos su cuento, “Ahora que vuelvo, Ton”. Todos quedamos maravillados por su contenido filosófico y la forma en que fue leído por su propio autor. Su prima Rossina se sintió halagada por haber escogido su nombre, para uno de los personajes. Lo que nunca pudo imaginar René -eso creo- y mucho menos nosotros, es que su cuento se convertiría muchos años después, en una obra de teatro, y así ha sido.
Manuel Chapuseaux como director, a través de los años y con gran acierto, ha sabido transponer en múltiples obras, la escritura dramática de un texto en escritura escénica, pero esta vez, su creatividad se desborda, pues no se trata solo de dirigir una obra, ha sido capaz de adaptar un cuento, y no hablamos de un cuento infantil, sino de un cuento en el que la narrativa cautivadora de René Del Risco Bermúdez, invita a la reflexión sobre el valor de la amistad y la desigualdad social desde su estado más inocente, valores que trascienden en el tiempo.
El narrador del cuento, un pequeño burgués-, evoca el tiempo en que se reunía con sus amigos en el parque de su pueblo, San Pedro de Macorís, -patria pequeña de René- y en el que destaca a un personaje el limpiabotas “Ton, Melitón, cojo y cabezón”. Tras muchos años de ausencia, en el que ha escalado socialmente, convertido en un médico, regresa a su pueblo, revive recuerdos junto a Ton, solo un día, pero no revela su identidad y se pregunta, ¿Es este el comportamiento que se espera de un verdadero amigo?…
Manuel Chapuseaux, para su puesta en escena, consciente que la similitud del relato solo es posible a través de las actuaciones, escoge con gran acierto como relator, convertido en personaje actuante, al actor Francis Cruz. El potencial histriónico de Cruz se manifiesta en su actuación plural, marcada por las cambiantes inflexiones verbales y el gesto elocuente que se decanta en sus soliloquios reflexivos, con los que consigue emocionar. En contraposición el bailarín Erick Roque, encarna la frágil figura de “Ton” y con movimientos precisos y naturalidad, muestra su discapacidad, a lo que adiciona una expresión corporal convincente.
Diferentes paneles cambiantes como elementos escenográficos escogidos por Fidel López, nos recrean lugares y momentos. La puesta en escena se convierte en una especie de espectáculo visual y sonoro, cuando escuchamos famosos boleros que evocan aquella época cargada de romanticismo, especialmente aquellos inspirados en poemas del gran Rene Del Risco, como “Si Nadie Amara” y “Así sucesivamente” con música de Rafael Solano y Jorge Taveras, respectivamente y el famoso “Perfidia” de Alberto Domínguez Borrás, cuyo primer verso, “Nadie comprende lo que sufro yo” bien podría ser una reflexión del narrador.
Cada momento musical es expresado visualmente por un cuerpo en movimiento, la bailarina María Elena García Portela con su depurada técnica y energía, es capaz de transmitir con pasión, cada frase poética, además, su versatilidad la lleva a interpretar con marcado realismo, el personaje de Rossina, la esposa -por un tiempo- del narrador.
El director Chapuseaux marca el ritmo de la presentación con cambios de decorados a la vista, canciones y el movimiento fluido y expresivo de los actantes, logrando así con precisión y variedad, la calidad del placer teatral.
Finalmente, en una escena retrospectiva, el narrador medita, le invade la melancolía de un tiempo pasado, y el recuerdo de Ton ahonda su nostalgia, Francis Cruz alcanza un momento supremo. “Yo no se cuales serían entonces tus sueños, Ton, o si los tenías. Yo no se si las gentes como tu tienen sueños”.….
El público se levanta de sus asientos y aplaude calurosamente, mientras la sala de inunda de la maravillosa música y los versos de “Una Primavera para el mundo”, punto culminante de la poética de René, y no pude evitar que una furtiva lágrima asomara a mis ojos. Gracias Manuel por esta entrega, la estela luminosa de René Del Risco no se apagará, permanecerá en el tiempo.