Ahora que China está mirando hacia Haití

Ahora que China está mirando hacia Haití

MARÍA ELENA MUÑOZ
Al abordar este tema no puedo dejar de evocar al intelectual brasileño Celso Furtado, nuestro profesor de Economía del Subdesarrollo, de la Universidad de París -La Sorbona- miembro de un núcleo de destacados intelectuales suramericanos que implementó la llamada teoría de la dependencia, en el marco del fervor revolucionario de los años 60 del siglo pasado.

Esto así porque dicho académico, al referirse a la evolución de los procesos políticos latinoamericanos, siempre nos decía entre otras, una expresión para mí inolvidable por su realismo histórico, como aquella de que «las grandes potencias solo le prestaban atención a los países pequeños, cuando sentían que sus intereses podían ser afectados allí por otras de su misma estatura».

Fue y sigue siendo una verdad como un templo. Aparte de que para demostrarla no hay que ir muy lejos, pues nuestro continente está lleno de ejemplos en ese sentido. Entre otros importantes, recordemos los cambios contundentes hacia la región, que produjo la Revolución Cubana en la política exterior norteamericana, en la 2da. mitad del citado siglo XX, y los que anuncian que creará el triunfo de los movimientos progresistas instalados en el seno de las democracias suramericanas, desde los inicios del nuevo milenio.

En ese contexto, pocos de mis contemporáneos podrán olvidar como los EUA que solo miraban hacia el este europeo en función del antagonismo que prevalecía entre los poderes que se disputaban la hegemonía en el mundo bipolar, a partir de los 60, de repente, voltea la cara hacia el Caribe y otras zonas de nuestro continente. Esto así, porque el suceso cubano podía romper el equilibrio que dichos poderes habían negociado en la repartición equitativa del cosmos, al convertirse la «Perla de la Antillas» en la punta de lanza de la Unión Soviética en nuestro hemisferio.

Por tanto, había que evitar a toda costa que esa presencia, que ese proceso de penetración ideológica tan peligrosa para los intereses norteamericanos, se esparciera por el continente, por lo que la gran potencia del Norte diseñó rápidamente una estrategia destinada a levantar los inevitables muros de contención. Fue así como Kennedy, desde las sinuosas orillas del Potomac, comenzó a ofrecer programas, ayudas», asistencias, etc. Entre las más conocidas, apuntamos «la Alianza para el Progreso», la de «la Iniciativa para la Cuenca del Caribe», que serían implementadas a través de conocidas dependencias, como la llamada «Agencia Internacional para el Desarrollo, -AID-.

El propósito de aquellos planes eran los de prestar todo tipo de asistencia técnica y financiera para proyectos llamados de desarrollo, pero de tendencias puramente reformistas, destinados a desviar a la juventud de los países tercermundistas señalados, en especial a los sectores medios, como la pequeña burguesía, de los propósitos de cambios estructurales de sus sociedades respectivas, que le habían inspirado el ideal revolucionario cubano, citado.

Si por esa vía sus ímpetus emancipadores no eran socavados, entonces apelaban a mecanismos supremos de dominación y opresión, como fueron entre otras las intervenciones militares que se produjeron a la época, en nuestra región, tal la de 1965 en RD, tras la cual dejaban a su retiro dictadores de nuevo cuño, para completar la obra de aplastamiento de los brotes en rebeldía.

Sin embargo, en este orden de cosas, lo que importa es que con estos señalamientos se confirma el criterio externado al inicio de estas notas por el profesor mencionado, porque desde 1959, año que preconiza el emerger socialista de la Antilla Mayor, el Tío Sam, sino mantenía la mirada o la mirilla puesta hacia los litorales del nuevo mundo, ponía sus botas imperiales, en defensa de sus intereses, hasta que las necesidades compulsivas de la nueva geo-economía mundial, basada en ese recurso vital llamado oro negro, le hicieron virarse intespectivamente hacia el Medio Oriente.

De entonces acá el mapa político mundial ha cambiado notablemente. Ese vacío, ese repliegue hacia espacios territoriales fuera de su área de influencia, ese abandono temporal del rol de gendarmería universal que ejercía Washington, ha sido aprovechado por países ubicados en nuestro hemisferio para crear cambios dentro del sistema imperante, y también por otros situados en perturbadoras antípodas, más allá de las geografías, para la consecución de objetivos expansionistas.

Porque ya vemos cómo naciones hermanas de esas colocadas en los meridianos del Sur, tal Venezuela, Uruguay, Argentina, etc., están canalizando postergadas reivindicaciones nacionales, ligadas a ideologías en vías de reciclaje, a pesar de haber sido declaradas «acabadas» por Fukuyama, o a las «Utopías Desarmadas» del mexicano Jorge Castañeda. A esto se agrega el impacto de potencias emergentes en la cosmovisión universal, tal la India y China Continental, esta última, que se está dejando sentir en nuestro hemisferio, incluso en ese lejano, pero estratégico Caribe.

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