Ahorrar combustibles

Ahorrar combustibles

Las perspectivas de los precios del petróleo en el mercado internacional han sido invocadas previsoramente por el presidente de la Refinería Dominicana de Petróleo, Arístides Fernández Zucco, para advertirle al país que debe evitar el consumo desordenado de combustibles.

El ahorro es lo que imponen las expectativas.

Puede que muchos consumidores tiendan a caer en entusiasmos improcedentes porque los precios finales de la gasolina declinaron para esta semana en atención en bajas del momento en los tipos de hidrocarburos a nivel mundial. Pero, como bien ha recordado Fernández Zucco, los expertos esperan que el barril del crudo oscile más adelante entre 42 y 48 dólares, y que ante la incapacidad de los países productores de aumentar los suministros, la cota de 70 dólares sea superada en el año 2005.

En República Dominicana, en buena medida, quienes utilizan derivados del petróleo están conscientes de que la irresponsabilidad y la ineficiencia salen caro. El consumidor promedio no tiene más remedio que aceptar que no debe desperdiciar lo que mucho cuesta.

No obstante, en el país se presentan situaciones de difícil control que tienden a elevar perjudicialmente la demanda de combustibles.

La primera y odiosa motivación para que a nivel privado ocurra un consumo excesivo de carburantes son los apagones. Las fallas interminables del sistema eléctrico -relacionadas con pérdidas técnicas y consumos sin cobrar- obligan al uso extraordinario de generadores propios.

Los apagones conducen desastrosamente a utilizar combustibles y dólares, lo que termina pesando negativamente sobre la macroeconomía.

Otra situación que determina el uso anormal de combustibles es la desorganización del tránsito, con miles de operadores del transporte público que salen a lo loco a dar servicio y que colocan a la economía dominicana entre las que más combustibles consume para movilizar pasajeros por la sobreoferta de asientos y obsolescencia de los tipos de  vehículos que predominan.

Veamos una tercera condición para el dispendio de los derivados del petróleo: alguien tiene que hurgar alguna vez en los mecanismos de que dispone el Estado para la distribución y asignación de combustibles para diversos usos oficiales.

No crea nadie que porque no aparezca –como sucede frecuentemente- gasolina para que la Policía patrulle por los barrios significa que en altos niveles jerárquicos  falte combustible para desperdiciar. Es notorio, además, que los funcionarios tienen asignados vehículos cada vez más grandes y de alto consumo. En muchos casos tienen más de uno.

Está bien que se haga un llamado al ahorro general y que se tomen medidas en este sentido, pero sin dudas lo primero tiene es que tiene que imponerse como un ejemplo de los que reclaman.

Mientras los que llaman al ahorro a los que menos consumen sigan desperdiciándolo será difícil que se admita la propuesta.

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