Cuando José Antinoe Fiallo inauguró con su ponencia sobre José Martí, la Cátedra del Pensamiento Antillano en Intec, dijo como buen historiador al fin, que el pasado estaba en nosotros y es un largo presente convertido en porvenir. Citó palabras de Martí para expresar lo que cien años después y a pesar de las distintas circunstancias nos sigue pasando como género humano.
Me recordó ese dicho amerindio que dice: AEres tu abuelo y tu abuela@. Como si el mandato de la tierra, de los ancestros, el mandala hindú, la rueda de la medicina de los indios sioux, el gagá practicado en un campo dominicano, el vudú de un haitiano o el trucutú de un mapuche convocara fuerzas comunes, porque en cualquier parte del mundo a pesar del tiempo transcurrido se van conformando esas capas de la memoria ancestral que nos construyen como seres humanos.
Capa tras capa de experiencia, de dolor, de desarraigo, de prosperidad, de crecimiento, de guerras y cataclismo.
El dijo: AMe pareció importante volver a leer a José Martí en estos días difíciles que anuncian otros por venir todavía más difíciles para la sociedad dominicana y latinoamericana, la región caribeña y el mundo. Hice un esfuerzo para ver que nos quiere decir él hoy, ahora, con unas ciertas sugerencias de reflexión, sentado frente a nosotros y nosotras, pacientemente, con profundidades sutiles pero radicales. Él, fraternalmente, nos conmina a vernos, auscultarnos, para que decidamos un camino transformador y superemos todo el acumulado pendiente de abordamientos y soluciones para levantarnos como pueblos y sociedad, ante la oprobiosa ignominia de la opresión y dominación. )Qué nos dice José Martí ahora? )Qué nos susurra al oído para que nuestros conocimientos y nuestras acciones sean eficaces y transformadoras?@
Su ponencia fue un largo desgranar de reflexiones que cobran una verdad transparente tales como:
APara andar por un terreno lo primero es conocerlo@.
AAhora la fuerza está en el saber, más que en los puñetazos, aunque es bueno aprender a defenderse porque la fuerza da salud y porque se ha de estar pronto a pelear, para cuando un pueblo ladrón quiera venir a robarnos nuestro pueblo@.
No sólo fue un traer el pasado para explicar una dolorosa y difícil realidad.
En una carta al dominicano Federico Henríquez y Carvajal, el revolucionario cubano José Martí define algo de dimensión transnacional: ADe Santo Domingo )por qué he de hablar? )Es eso cosa distinta de Cuba? )Usted no es cubano?, )y hay quién lo sea mejor que usted? )Y Gómez no es cubano? )Y yo, que soy, y quién me fija suelo?@
Precisamente la Cátedra del Pensamiento Antillano se cifra en ese: A)Y quién me fija suelo?@ que me hizo recordar el año 1988, aquí en Santo Domingo.
Ruth Vasallo, dominicana radicada por largos años en Puerto Rico, era la encargada de preparar los festejos del 150 aniversario del nacimiento de Eugenio María de Hostos, ocurrido el 11 de enero de 1839. Ella preparó una exposición de fotografías sobre la vida y la obra de Hostos y la casualidad hizo que descubriera un cuento de Juan Bosch ilustrado con xilografías. Consuelo Gotay la envió a Santo Domingo en busca de la grabadora que había hecho AFragata@.
Me propuso hacer un libro similar con el cuento AEn barco de papel@ escrito en el exilio por Hostos, para explicarles a sus hijos cómo se vive expatriado y cómo se puede volver a la patria.
Muchas veces las cátedras de Ciencias Sociales y el pensamiento académico discurren por canales fríos y asépticos, divorciados de lo habitual, ignorando que la esencia de un pensamiento o un accionar está en la vida cotidiana, en las veredas de la cultura popular, entre músicos, oficinistas, poetas, amas de casa, escritoras, secretarias, estudiantes, campesinos, obreros, hombres y mujeres lastrados por lo cotidiano.
Cuando rememoro aquel tiempo, lo que pasó, la gente que conocí, los libros que leí, los cubanos, puertorriqueños, dominicanos, venezolanos, jamaiquinos, y norteamericanos de Key West que con sus aportes armaron en mi memoria visual el fresco que debía reproducir en imágenes, yo evoco ese libro como el resultado de una enorme solidaridad antillana y, más que antillana, continental.
Hacer el libro, pensarlo, rumiarlo, diseñarlo, traducirlo, grabarlo, conseguir el dinero para realizarlo, ejecutarlo, venderlo y al fin exponerlo fue una cátedra de antillanismo, de solidaridad que se desarrolla lenta y amorosamente, que prueba lo que puede la amistad y la empatía entre los pueblos, entre gentes de distinta nacionalidad, de distinto color, de distinta extracción social, pero animados por esa frase que leyó José Antinoe de boca de Martí: ATiene el mundo dos razas: parecida a los insectos, la una la de los egoístasY la otra la de los generosos@.
Como a José Saramago a mí me gustan las historias de gente generosa, de la gente como diría Machado: Aen el buen sentido buena@
Hacer ese libro me acercó a ese sentimiento de bondad, de hacer lo justo, de saber que lo que hacía brindaba un calor y un mensaje que llegaba muy lejos y confortaba a gentes anónimas.
Que las maderas, las gubias y el papel de arroz encarnaban junto al texto la memoria de esas abuelas y abuelos ancestrales que pueblan y explican nuestro presente.
Martí decía Aser bueno es el único modo de ser dichoso@ y yo recuerdo esos años, y ese libro con un sentimiento de regocijo, porque haciéndolo fui sencillamente dichosa.
Evoco aquel año especial, donde pensar el momento histórico, entender el texto, conocer a sus personajes y la época, traducir en imágenes visuales un sentir y una lucha me abrió personalmente a un cambio.
Construir el libro fue como seguir los consejos de Martí a María Mantilla de que fuera independiente, que se ganara la vida con el trabajo y que no se vendiera a un hombre por dinero o a cambio de comida y vestido; con Hostos y sus hijos, descubrí Aese íntimo tonto@ que trata de educar para liberar, que entiende que a la mujer hay que encauzarla a través de la educación, y descubrí a un Máximo Gómez y con su Manana en Montecristi y después en Cuba más allá del Aruido de los frívolos@.
Ellos que eran de distintas nacionalidades luchaban por la libertad de sus naciones, en un mar interior como el Caribe, que los unía y al mismo tiempo los expulsaba. Los enviaba al exilio doloroso pero también creativo porque la vida es como un viaje y hay que aprender a tomar lo que viene y a sacar ventaja y enseñanza hasta de la derrota. El exilio de Hostos lo hace recorrer Argentina, Chile y Perú y escribir una frase emblemática para cualquier exilado:
AYo no tengo patria en el pedazo de tierra en que nació mi cuerpo; pero mi alma se ha hecho de todo el continente latinoamericano como una patria intelectual, que amó más, cuanto más la conozco y compadezco.@
Soy una convencida de la que vida de los otros, los libros, las lecturas si son hechos con reflexión y a conciencia ayudan a crecer, a ser mejores y sobre todo a entenderse. No sé donde leí, creo que en un libro sobre el cambio en la mujer madura que uno muchas veces escribe para expresarse pero que a partir de la madurez escribe para comprender. Durante muchos años las pinturas, el grabado y el dibujo me ayudaron a expresar lo que no sabía que era.
Ilustrar y grabar el cuento de Eugenio María de Hostos me cambió como persona, me replanteó mi futuro como artista, me hizo entrar en crisis personal, me hizo cuestionarlo todo, pero fue una crisis creativa de la que salió una nueva persona, distinta, vulnerable, asustada, pero encaminada a la libertad y sobre todo con una voz propia recién descubierta.
José Martí concluye con un Apadezcan y trabajen@. Pero no creo en el padecimiento como una flagelación de mártir cristiano. Creo fervorosamente que el trabajo libera, que si uno logra ganarse la vida con lo que le gusta hacer es un privilegiado, pero sobre todo creo por experiencia que el trabajo pone alas, alegra el corazón y abre el espíritu a un mundo de horizontes más amplios, distinto, mejor y sobre todo más generoso.